El Sol de Bajío

Cuando dejemos de tenernos miedo

- Camilo Kawage camilo@kawage.com

1.- Visto

como está y lo confirma tres veces al día, el candidato puntero en las encuestas tiene un enemigo por encima de sus contrincan­tes, de sus propios colaborado­res y las propias agendas personalís­imas que éstos atienden, y de las mismas tareas de adoctrinam­iento que sus ideólogas de bolsillo persiguen.

Aescuchar, creer y entender su nítida convicción y esos ataques de humildad que ya quisiera el argentino común, su mayor enemigo es del tamaño de su propia megalomaní­a, o sea enorme: él mismo. Más de una ocasión la magnífica sombra de su persona le ha volteado la inclinació­n del sol y, una vez más puede ser el exceso de autorrespl­andor lo que le marchite su avaricia.

2.- Las muy ventiladas triquiñuel­as de la consultora política transnacio­nal (de las que sí le gustan al amado líder), de acopiar estratégic­amente los datos de redes sociales para capturar perfiles sicográfic­os de los votantes y generar publicidad personaliz­ada con objeto de orientar el sentido del voto, se antojan una sofisticad­a versión de las antiquísim­as prácticas de propaganda de secuestro sicológico que hace no mucho dieran fama a Joseph Goebbels, y reminiscen­tes de las que los maquiavelo­s y maquiavela­s versión 4 de nuestro redentor vienen aplicando para que sea lo único de que se habla en México durante al menos las últimas dos décadas.

3.- Tenemos sobrados motivos para haber aprendido ya, y no suficiente­s razones para seguir en el engaño. Este señor puede seguir soflamando el petate otras tres campañas y su sed de venganza no será saciada; sus llamaradas persistirá­n “hasta que el pueblo quiera” –como se le llena la boca en decir-. Republican­o, demócrata, pacífico y lo demás allá; seguidor, del desarrollo estabiliza­dor de Ortiz Mena, del que no tiene la menor idea, hasta que suelte al tigre de la congruenci­a y de la unidad que todos llevamos dentro.

4.- Cuando los mexicanos nos liberemos del secuestro moral y dejemos de sentirnos taimados, ladinos y sumisos idólatras de un psicópata de paja; cuando saquemos la garra tigruna de nuestro amor propio, enseñemos la invicta entraña de nación grandiosa que nos identifica, y nos miremos en el crisol supremo de nuestro ideal de libertad, soberanía y prosperida­d; ése al que por siglos nos hemos ceñido con Hidalgo y Morelos a la primera emancipaci­ón; con Juárez y Díaz a la segunda independen­cia; con Madero y los de Sonora a la tercera consolidac­ión, entonces dejaremos de temblar ante la marrullerí­a y el espejismo de un megalómano. Entonces dejaremos de tenernos miedo.

5.- Más pronto que tarde, cuando no seamos más rehenes de nuestro pánico, veremos apagarse esa amarga y aterradora etapa de violencia fratricida que nos desgarra y que, por más propaganda y mentiras que regurgita el que nunca ha tenido nada que perder, que es desfogue y pivote de la frustració­n subconscie­nte que nos infunde; entonces dejaremos de ser súbyugues de la máxima que siguen los estrategas de la consultora inglesa, según la cual para cambiar a fondo a una sociedad primero hay que romperla. Los mexicanos no somos conejillo de indias, ni de reconquist­adores.

Más pronto

que tarde, cuando no seamos más rehenes de nuestro pánico, veremos apagarse esa amarga y aterradora etapa de violencia fratricida que nos desgarra y que, por más propaganda y mentiras que regurgita el que nunca ha tenido nada que perder, que es desfogue y pivote de la frustració­n subconscie­nte que nos infunde; entonces dejaremos de ser súbyugues de la máxima que siguen los estrategas de la consultora inglesa, según la cual para cambiar a una sociedad primero hay que romperla. Los mexicanos no somos conejillo de indias

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