Hace 70 años inició la venta de nieve de garrafa
Setenta años se dice fácil, pero vivirlos es lo más interesante, afirma Inés Robles, quien junto con sus hermanos José e Ismael, continúan la historia iniciada por sus padres en 1948 de deleitar paladares de miles con los tres sabores acostumbrados de la tradicional nieve de garrafa de San Agustín.
En la primavera de 1948 El Sol de Durango apenas tenía medio año de edad; en aquel año, se fundó el Instituto Tecnológico de Durango. También en esta época, se construyó el quiosco de la plaza de Armas que hoy conocemos. Luego, se celebraron los primeros Juegos Olímpicos de la posguerra y aquí en Durango, precisamente en la primavera, con la llegada de la estación cálida, comenzó esta memoria protagonizada por don Fermín Robles y doña Juana Aragón.
Juntos, los creadores de esta exquisitez, entonces con el auxilio de dos amigos de la familia, Tito y Rafa, luego de acopiar algunos de los implementos necesarios para la elaboración de la nieve, como por supuesto las garrafas y desde luego, la carreta, que cabe subrayar, es exactamente la misma con la que comenzó la historia, se inició el negocio.
Don Fermín Robles Parra, originario del poblado Tejamen, hoy municipio de Nuevo Ideal, proveía a la familia de las necesidades básicas a partir de la extracción de algunos minerales en el cerro de Los Remedios. Sin embargo, el ingreso no era suficiente, hecho que le obligó a buscar alternativas.
Fueron apenas unas charlas con su esposa y amigos, para determinar emprender y lo hicieron con la venta que hoy es un icono de la ciudad de Durango.
Tras la partida al camino sin retorno de los jefes, quienes continuaron la tradición, como ya se indica, son los hermanos Inés, José e Ismael, y es el primero de estos quien narra sus vivencias en el oficio de vendedor de helados.
Son siete décadas de trabajo diario, que perdura los 365 días del año prácticamente, desde primavera y hasta invierno, porque incluso en diciembre y enero o en febrero, el cliente acude a consumir la tradicional nieve de San Agustín.
Sus recuerdos de la infancia le conducen hasta principios de los años cincuenta, cuando de seis a siete años de edad le ayudaba a don Fermín. Lo encaminaba hasta la vía, en la explanada de los Insurgentes, puchando la carreta.
Un dato que debe resaltar, es el que indica que el punto de venta siempre ha sido en San Agustín, en la esquina formada por las calles 20 de Noviembre e Independencia. Y es que, se han puesto en otros sitios, incluso, establecido otras carretas, sin embargo, no han funcionado.
Inés comenta que al igual que su padre, él y sus hermanos, además de seguir deleitando paladares con su nieve, también han vuelto cotidiano la lectura de El Sol de Durango y al medio día, el Diario de Durango; “nos gusta estar bien informados, y aunque sin duda ya se pueden traer las noticies en celulares y otros medios electrónicos, aquí seguimos leyendo el periódico, El Sol y también el Diario”.
Reconocen a sus clientes. Los invitan a que sigan disfrutando de la exquisita y tradicional nieve de garrafa.
De hecho, subraya, a ellos, a los clientes, nos debemos, a nuestros consumidores asiduos.
Setenta años se dice fácil, pero hay que vivirlos para disfrutarlos y poder hablar de esta historia, indica Inés, quien considera que resta aun tiempo para que quienes gustan de estos sabores, fresa, limón y vainilla, lo sigan haciendo en este punto del centro histórico.
En cuanto a ventas, sucede que solamente la lluvia las disminuye, porque incluso en otoño y en invierno, en los meses de diciembre, enero y febrero, la venta de esta delicia es constante. Obviamente se incrementa en periodos cálidos.
Destaca desde luego la venta creciente a gente que viene de otras partes del país o bien duranguenses que regresan al terruño y que no pierden la oportunidad para disfrutar de este bocado.
Sí hay diferencia con respecto a años anteriores. Hoy se ven más visitantes y sobre todo en épocas de vacaciones, con gente de otros estados del país, aunque también algunos extranjeros, sobre todo de Estados Unidos.
Fermín Robles Castrellón, nieto de don Fermín, es ahora quien colabora en la elaboración de la nieve. Ya conoce el negocio y puede ser el sucesor.
Mientras tanto, en este 2018, la familia Robles Aragón se manifiesta dispuesta a continuar la historia, a llevar la exquisitez de la nieve de San Agustín a quienes deseen seguir disfrutando de su sabor.