Por mi raza hablará el espíritu El maestro José Vasconcelos representa
Una de las más grandes inteligencias mexicanas y es considerado como el pensador de mayor genuinidad hispanoamericana.
Vasconcelos no era un pedagogo en el sentido estricto de la palabra, era sobre todo un filósofo y un pensador social a quien las circunstancias llevaron a tomar parte en la política y en la acción social”.
Como el propio escritor diría después (el destino llevaba a una filosofía la magna tarea de educar a un pueblo) como quiera que sea le fue reservado a Vasconcelos el honor de iniciar el movimiento que debía florecer en épocas subsecuentes, teniendo como expectativa la realización de una filosofía y pedagogía de acción social aplicada a un mismo tiempo a la elevación de la raza.
Así, Vasconcelos trató de darle al pueblo mexicano y latinoamericano el conocimiento de la concientización de sus orígenes culturales. Al promover y difundir la cultura en México, Vasconcelos lo hace más plural, más democrática, más variada y más rica, incluso en términos propiamente filosóficos. El deseo de Vasconcelos en sí era convertir a México en el país más importante, culturalmente hablando de América Latina, puesto que pensaba que México “Es heredero de una enorme tradición cultural”.
Es por eso el porqué fue un gran impulsor de la escuela rural, con maestros improvisados, tratando siempre de concientizarlos, haciendo de su profesión un verdadero apostolado, logrando así convertir las escuelas y algunas comunidades que prestaban sus casas en unas verdaderas agencias de transformación social. El paradigma es sólo el hombre mismo, independiente de que sea latinoamericano griego, europeo, asiático o africano. Solamente aspa surgirá como paralela la expresión y el nacionalismo.
Un nacionalismo que buscará en sus pueblos lo que la nueva filosofía buscará en los individuos. Es decir, un modo auténtico de ser propio. Un modo de ser que no tiene que ser semejante al de otros pueblos. No hay que renegar la patria decía Vasconcelos, pues “es necesario que vivamos conforme”. Al frente de la Universidad Nacional, sus palabras estremecieron los cimientos de ella, apunta la crónica: “Llego con tristeza a este montón de ruinas de lo que antes fuera un ministerio que comenzaba a encauzar la educación pública por los senderos de la cultura moderna.
La más estupenda de las ignorancias ha pasado por aquí asolando y destruyendo, corrompiendo y deformando, hasta que por fin ya sólo queda al frente de la educación nacional esta mezquina jefatura de departamento que ahora vengo a desempeñar por obra de las circunstancias; un cargo que sería decorativo si por lo vano de sus funciones no fuese ridículo; que sería criminal si la ley que lo creó no fuese simplemente estúpida.
Doloroso tiene que resultar para toda alma activa venir a vigilar la marcha pausada y rutinaria de tres o cuatro escuelas profesionales y quitar la telaraña de los monumentos del pasado, funciones a las que ha sido reducida nuestra institución por una ley que debe calificarse de verdadera calamidad pública.
Pero esta tristeza que me invade al contemplar lo que miramos sería mucho más honda, sería irreparable, si yo creyese que al llegar aquí iba a entregarme a la rutina, si yo creyese que iba a meter mi alma dentro de estos moldes, si yo creyese que de veras iba a ser rector sumiso a la ley de este instituto.
No vengo, por lo mismo, a formular acusación contra determinadas personas; simplemente traigo a la vista los hechos, y cumpliendo con el deber de juzgarlos declaro que el departamento universitario, tal como está organizado, no puede servir eficazmente la causa de la educación nacional.
Afirmo que esto es un desastre, pero no por eso juzgo a la Universidad con rencor. Todo lo contrario; casi la amo, como se ama el destello de una esperanza insegura. La amo, pero no vengo a encerrarme en ella, sino a procurar que todos sus tesoros se derramen. Quiero el derroche de las ideas, porque la idea solo en el derroche prospera.
En estos momentos yo no vengo a trabajar por la Universidad, sino a pedir a la Universidad que trabaje por el pueblo. El pueblo ha estado sosteniendo a la Universidad y ahora ha menester de ella, y por mi conducto llega a pedirle consejo. Lo hacemos saber a todo el mundo: la Universidad de México va a estudiar un proyecto de ley para la educación intensa, rápida, efectiva de todos los hijos de México. Que todo aquel que tenga una idea nos la participe; que todo el que tenga su grano de arena lo aporte.
Nuestras aulas están abiertas como nuestros espíritus, y queremos que el proyecto de ley que de aquí salga sea una representación genuina y completa del sentir nacional, un verdadero resumen de los métodos y planes que es necesario poner en obra para levantar la estructura de una nación poderosa y moderna”.
Las propuestas de Vasconcelos, Antonio Caso y otros eran hacer de la Universidad una universidad donde la sociedad le exigiera a la universidad una preparación de sus jóvenes para trabajar en profesiones muy diversas…
Y a pesar de las lecciones del “Maestro de las Américas” seguimos en el letargo sueño de la mediocridad entre el porrismo, la toma de edificios y la manipulación de estudiantes con fines políticos (“la escatología de la enseñanza”)… VIRTUTI ET MERITO.