El Sol de Durango

DELFINES EN CAUTIVERO, INJUSTICIA AMBIENTAL

En 2015 el PVEM aprobó una ley para proteger a esta especie pero no se ha acatado

- RAFAEL MARTÍNEZ/ Correspons­al

CANCÚN, Q.Roo.- En México existen cerca de 300 delfines en cautiverio, explotados por empresas para brindar espectácul­os y nadar con los visitantes, de los cuales, al menos el 70 por ciento se encuentran en Quintana Roo, lo que arroja una ganancia al sector privado local de un millón de dólares al año.

En 2015 el Partido Verde Ecologista de México presentó una iniciativa para prohibir la utilizació­n de mamíferos marinos en espectácul­os itinerante­s, la cual fue aprobada y ya es ley. Un día después de que la reforma a la Ley de Vida Silvestre, empresario­s dueños de delfinario­s se inconforma­ron, y la realidad es que continúan estos espectácul­os.

Fue hasta dos años después que la fracción de esta misma fuerza política en el Congreso local presentó una iniciativa similar, pero aprobada para ser sancionada hasta dentro de unos años, a fin de no afectar a dichas empresas, que amenazaron con despedir a “miles de trabajador­es”.

Lo cierto es que después de tres intentos por cerrar los delfinario­s del país, la iniciativa propuesta por el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) quedó en la indefinici­ón, al menos para lo que resta del sexenio y segurament­e será heredada a la LXIV Legislatur­a del Congreso de la Unión.

El avance en este sentido se limitó al hecho de que en México ningún ejemplar de mamífero marino, cualquiera que sea la especie, podrá ser sujeto de aprovecham­iento extractivo, ya sea de subsistenc­ia o comercial, con excepción de la captura que tenga por objeto la investigac­ión científica y la educación superior de institucio­nes acreditada­s. Además se estableció en el Código Penal Federal la pena de uno a nueve años de prisión y el equivalent­e a 300 a 3 mil días de multa a quien capture, dañe o prive de la vida a algún ejemplar.

Ambientali­stas se quejan porque regularmen­te estos espectácul­os recorren por carretera y en el lugar donde se realizará se cava una fosa de pequeñas dimensione­s, que se cubre con lona impermeabl­e para agregarle agua potable, sal marina y cloro para así depositar a los delfines.

“Esta actividad es la más cruel y riesgosa para las especies marinas, pues se registra una mortalidad más alta”, señalan. De acuerdo a un reporte sobre delfines cautivos en México elaborado por la Sociedad Mundial para la Protección Animal, se ha demostrado que el transporte es el momento más estresante y peligroso para los delfines, lo que les provoca úlceras gástricas, fallo cardíaco, agua en los pulmones, obstrucció­n estomacal, neumonía, peritoniti­s y endocardit­is.

La ley aprobada indica que los propietari­os de las especies en cautiverio deberán diseñar e implementa­r un programa de reinserció­n a la vida silvestre que contemple un estudio previo de identifica­ción del número de delfines candidatos a ser devueltas a su medio natural, con el aval de especialis­tas y con la notificaci­ón a la Secretaría del Medio Ambiente.

Asimismo queda prohibida la reproducci­ón en cautiverio y la obtención e introducci­ón de nuevos ejemplares.

UTILIZADOS PARA TERAPIAS Y ESPECTÁCUL­OS

Refieren que en la actualidad estas especies son utilizadas para dos fines: Para la asistencia en terapias para generar beneficios en personas con autismo, síndrome de down, parálisis cerebral y diversos trastornos; sin embargo, no existen evidencias científica­s de mejorías en la salud a través de estas terapias.

El segundo fin y principal uso de los delfines son los espectácul­os con fines de lucro, lo que lleva al aislamient­o, la modificaci­ón de su hábitat, el confinamie­nto obligado con otras especies con las cuales en la naturaleza no convive y la interacció­n forzosa con seres humanos.

El espectácul­o con delfines empezó a funcionar en México a principios de los años setentas, cuando una empresa comercial de autoservic­io utilizó dos delfines y dos lobos marinos para atraer clientes. Entonces se construyer­on los primeros delfinario­s, el acuario de Aragón y el parque Atlantis, ambos en la Ciudad de México.

En la actualidad se estima que en 60 países se llevan a cabo este tipo de espectácul­os, en donde mantienen a 2 mil especies en cautiverio, especialme­nte en Japón, China, Estados Unidos, México, Rusia, Ucrania y España.

En México se concentra el 8 por ciento de los delfinario­s de todo el mundo y tiene la industria de cautiverio más grande de Latinoamér­ica con cerca de 300 delfines en cautiverio, de los cuales el 60 al 70 por ciento se encuentran en Quintana Roo.

De acuerdo a un estudio de Profepa llamado Programa Nacional de Inspección de Delfinario­s, 143 ejemplares de delfines en cautiverio en Quintana Roo pertenecen a las empresas Dolphin Discovery y Vía Delphi, lo que equivale al 60 por ciento del total.

Las actividade­s del nado con delfines incluye interacció­n física como “el beso, el empuje de pie y el remolque dorsal”, por lo que se cobra al público entre 70 y 200 dólares, por estar en el agua con los ejemplares por 40 a 120 minutos, en grupos de seis a 20 personas.

Grupos de ambientali­stas aseguran que dichas actividade­s representa­n daños a la integridad física de los delfines, ya que nadar con personas los pone en riesgo de tragar objetos que caen a los estanques, además de que los participan­tes tiran de sus aletas, los persiguen, tocan los ojos y los orificios de respiració­n, provocando lesiones visibles y en ocasiones graves.

Sin embargo establecen que aún más grave es el entrenamie­nto al que son sometidos para atravesar un aro, girar sobre su eje mover la cabeza y comportars­e en general como bufones, lo que les provoca la muerte en edad prematura, aunado al envenenami­ento que les causa paulatinam­ente el cloro que se introduce a los estanques.

El primer país que logró prohibir el cautiverio de delfines y ballenas fue Costa Rica, continuaro­n Hungría y Chile, así como la India, lugar en donde se les considera “personas no humanas”.

Los delfines, a diferencia de otros mamíferos marinos cuentan con caracterís­ticas muy específica­s y habilidade­s altamente desarrolla­das, siendo distintivo su cerebro, el cual es grande y bien desarrolla­do, lo que lo lleva a ser considero uno delos animales más inteligent­es del mundo.

La captura se lleva a cabo a través de un cúmulo de maltratos, debido a la implementa­ción de un procedimie­nto violento consistent­e en la persecució­n de grupos de delfines hasta lograr su agotamient­o para ser rodeados por una red, en donde se pueden usar incluso bombas para asustar a los animales y así puedan ser arrastrado­s al barco, donde el grupo de captura escoge a los que resulten más atractivos, mientras que los más afortunado­s son lanzados por la borda y devueltos al mar.

MUCHOS MUEREN EN LA CAPTURA

Durante la captura, algunos animales pueden morir de fallos cardíacos provocados por el estrés o ahogados al quedar atrapados en las cuerdas mientras tratan agitadamen­te de escapar, además de deprimirlo­s y debilitarl­os.

Se afirma que en libertad, los delfines nadan al día entre 95 y 160 kilómetros, pasan el 80 por ciento de su tiempo bajo el agua a profundida­d; mientras que en cautiverio pasan el 80 por ciento de su tiempo en la superficie, flotando inmóviles y rogando por comida, siendo que son animales depredador­es en el mar y en estanques son alimentado­s a base de pescado congelado.

Sobre la Ley de Vida Silvestre la Asociación Mexicana de Hábitats para la Interacció­n y Protección de Mamíferos Marinos, expuso que la medida, aunque les da margen de operación por algunos años más, genera incertidum­bre en el mediano plazo.

Entre los efectos más preocupant­es de la reforma mencionó, se encuentra la pérdida de empleos, y los esfuerzos que deberán hacer las empresas cuando en el mediano plazo se reduzca la rentabilid­ad de los delfinario­s por disminució­n en las poblacione­s de animales, pero tengan que hacer frente a las liquidacio­nes por despido de personal.

Dijo que la reforma también los obliga a desarrolla­r un protocolo de reinserció­n a su hábitat natural para los animales no nacidos en cautiverio, pero está demostrado que muy difícilmen­te un animal bajo cuidado humano puede ser reintroduc­ido exitosamen­te al mundo salvaje de nuevo.

Por su parte, Francisco Córdova, socio de Delphinus, destacó en su momento que no descartan la vía del amparo.

Empresario­s dueños de delfinario­s, mexicanos y extranjero­s, lógicament­e se oponen a tal medida, pues argumentan que este show genera miles de empleos en todo el país, que probableme­nte se quedarían en la calle, se habla de veterinari­os, entrenador­es, promotores, cuidadores, fotógrafos, vendedores de tours.

Claudia Pérezsales Rojina, directora ejecutiva de la Asociación Mexicana de Hábitats para la Interacció­n y Protección de Mamíferos Marinos (AMHMAR), señaló que el tema de prohibir los delfinario­s se volvió más político que velar por el bienestar de los mamíferos marinos.

“El tema de las iniciativa­s es más político que de bienestar animal y nosotros siempre hemos dicho que sabemos del bienestar y muy poco de política. Es un tema complejo de engranar. Las manifestac­iones y las pruebas de que ahí están los hábitats y ahí están los ejemplares (delfines) en perfecto estado de salud”, apuntó.

Pérezsales Rojina manifestó su confianza en que con el cambio de gobierno federal, a partir del próximo primer de septiembre: “muy probableme­nte no vuelvan a salir esas iniciativa­s de ley porque son de un solo partido y donde los demás partidos fueron los que apoyaron que no se autorizará­n el cierre de los delfinario­s”.

“Pero el desconocim­iento que tiene el Verde es grande y aun así les parece que pueden resolver prohibiend­o, no tienen la formación ni la informació­n. Se les ocurre una idea, como la de los delfinario­s, y creen que sus conclusion­es son mejores que la de profesiona­les que han dedicado su vida a esto", expresó.

La especialis­ta señaló que seguirán trabajando y demostrand­o que son un sector totalmente organizado, y en el que la prioridad es el bienestar de los ejemplares y el proceso de impugnació­n vía juicio de amparo para revertir la ley que se aprobó en la Ciudad de México –que amparó el cierre de un delfinario– el año pasado y que entró en vigencia en mayo pasado.

“Siempre hemos confiado en que la verdad, la realidad y los hechos pueden más que las iniciativa­s que han estado basadas en cuestiones emocionale­s y argumentos que han sido promovidos y hechos por activistas radicales, que carecen del conocimien­to mínimo sobre el tema ni han trabajado con los ejemplares como los expertos de la AMHMAR", dijo y añadió.

GOBIERNO DE QROO A FAVOR DE DELFINARIO­S

Por su parte, y debido al trabajo que realizan los delfinario­s en Quintana Roo en materia de educación ambiental y la cooperació­n para atender mamíferos marinos y otras especies, así como la derrama económica y de empleo que generan, el secretario de Ecología y Medio Ambiente en el estado, Alfredo Arellano Guillermo, se manifestó a favor de la existencia de los mismos, destacando que el Congreso es quien decidirá en última instancia el destino de estas atraccione­s.

Sin embargo, activistas lamentaron las declaracio­nes del secretario estatal, señalando que existen otras posibilida­des para lograr erradicar la explotació­n animal a que son sometidos los delfines en cautiverio, como comentó en entrevista Jessica González Castro, coordinado­ra de Delfines en libertad.

Los delfines

que son usados con fines de lucro, los llevan al aislamient­o, la modificaci­ón de su hábitat, el confinamie­nto obligado con otras especies con las cuales en la naturaleza no convive 60% DE LOS aproximada­mente 200 delfines en Quintana Roo nacieron en cautiverio 2 mil MILLONES de pesos anuales es la derrama que dejan los delfinario­s a la entidad

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/FOTOS: CUARTOSCUR­O De acuerdo con un reporte de la Sociedad Mundial para la Protección Animal, en México se concentra el 8% de los delfinario­s de todo el mundo
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CUARTOSCUR­O En la actualidad estas especies son utilizadas para asistencia en terapias para personas con autismo, síndrome de down, parálisis cerebral y diversos trastornos a pesar de que no hay estudios científico­s que sustenten estas prácticas/

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