El Sol de Durango

No podemos cosechar lo que no sembramos El corazón es una riqueza que no se vende

- José Damián Rivas Ríos

ni se compra: Se regala. Es preciso comprender que no somos sólo materia, sino fundamenta­lmente esencia espiritual, luz e inteligenc­ia. Nuestro mundo, nuestras circunstan­cias y todo lo que nos ocurre en la vida personal, son en gran mayoría creaciones nuestras.

Hay que saber distinguir­nos sin llegar a la soberbia ni arrogancia, dejando a un lado prejuicios y ser realistas. La altanería no es grandeza sino hinchazón y, lo que está hinchado se ve grande pero es enfermedad. Si queremos transforma­r nuestro alrededor, lo primero que tenemos que hacer es mejorar nuestro ambiente, motivar la comunicaci­ón, dar paso al diálogo y crear un clima de confianza. Nuestra felicidad depende también de los demás; nuestro destino está ligado al porvenir de otros.

El ser humano no puede madurar aisladamen­te, requiere de sus semejantes; pero es necesario conocer a los que nos rodean en su realidad concreta, en sus conocimien­tos, en su calidad humana, sin tabúes ni apariencia­s.

La formación escolar es básica en la integridad del ciudadano. De ahí que todo maestro debe conceder libertad, asesorar y aprovechar la libre expresión de los educandos e instituir la comunicaci­ón, el diálogo, para contribuir a la superación de su vocabulari­o y su educación en general. El supervisor debe ser un visionario, capaz de enfrentar los conflictos y resolverlo­s con madurez.

Un supervisor, como auténtico profesiona­l de la educación, debe lograr en sus maestros: desarrolla­r la capacidad de aprender a aprender en sus alumnos, respetar su talento y estilo de pensamient­o, sugerir métodos más efectivos para dirigir el aprendizaj­e basado en su conocimien­to y experienci­a, desarrolla­r la dimensión de pensar críticamen­te y, ser una autoridad dispuesta a escuchar a sus maestros, guiarlos y sustentars­e en la investigac­ión.

Debe dejar atrás el estilo administra­tivo de capataz y ser sobre todo perspicaz, creativo, técnico y humano; que no base su responsabi­lidad en una estructura burocrátic­a sino en una legítima supervisió­n con excelentes relaciones humanas de liderazgo, de orientació­n y de apoyo. La educación es un deber de alta prioridad social. Nuestros niños y jóvenes merecen más y mejor formación.

La mayoría de los grandes personajes nacen en hogares humildes, porque, siendo mayores los problemas y los obstáculos que viven, aplican mejor la inteligenc­ia para solucionar­los. Cada problema debemos convertirl­o en un reto y luchar por vencerlo. Es todo un acto imperdonab­le el que nos llenemos de envidia cuando miramos hacia arriba o el colmarnos de orgullo cuando miramos hacia abajo; lo mejor es impregnarn­os de sencillez y humildad cada vez que se presente la ocasión.

Siempre hay que tener una actitud positiva ante la vida; hay que disfrutar de los buenos momentos porque los malos llegan solos. La única certeza que tenemos y sin temor de equivocarn­os, es que un día, tarde o temprano, vamos a morir, pero no sabemos cuándo ni cómo ni dónde.

Lo que se siembra hoy se cosechará mañana. Cada quien lleva su cruz a cuestas y cada quien debe responder de sus actos. La vida es como viajar por el mar: días de calma y días de borrasca; lo esencial es ser buen capitán de nuestra nave.

El éxito es una bendición por la sucesión de esfuerzos. No queramos siempre depender de los demás, tengamos confianza y fe en nosotros mismos; esto nos llevará al éxito y lo disfrutare­mos. Juzguemos a una persona cuando nos hallamos puesto en su lugar; una persona insignific­ante y débil puede ser un enemigo mortal. El dinero va y viene pero el tiempo que se va no regresa. No desperdici­emos el tiempo que es materia prima de nuestra vida.

El dinero va y viene

pero el tiempo que se va no regresa. No desperdici­emos el tiempo que es materia prima de nuestra vida.

Las virtudes que deben formar el carácter de un joven son: la modestia, el pudor, la templanza y la justicia. Tengamos valor para crecer y aceptar con dignidad quienes somos. Convirtamo­s los errores del pasado en valiosas experienci­as. No salgamos adelante celebrando éxitos sino superando fracasos. Es parte esencial de nuestra vida tener verdaderos amigos en quienes confiar y fortalecer­se pero, ¡cuidado!, se debe ser perspicaz para detectar quienes son los reales, algo escasos por cierto, reconocien­do que un amigo falso es como un pantano cubierto de muy hermosas plantas.

Respondamo­s siempre ante nuestro corazón y ante nadie más. Respondamo­s ante nuestra persona. No vayamos contra nosotros mismos porque hacerlo es destruirno­s. Aunque la gente nos respete y piense que somos personas muy serias, respetable­s, honradas, eso no va a enriquecer­nos. Escuchemos atenta y consciente­mente nuestro corazón y así evitaremos equivocarn­os; seguiremos en dirección correcta.

Sigámoslo a donde quiera que nos lleve. Si a veces nos lleva a algún peligro, recordemos que dichos riesgos son necesarios para que maduremos. Si a veces nos desconcert­amos es causa de nuestra condición humana Caeremos muchas veces, sin duda, pero volvamos a levantarno­s, porque cayendo y levantando es como recobramos fuerzas; así es como nos equilibram­os para seguir adelante.

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