El Sol de Durango

El líder del SNTE está en capilla y los días que le quedan son muy pocos Juan Díaz de la Torre,

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sabe perfectame­nte que es presidente espurio del SNTE, pese a que fuera electo en un congreso fraudulent­o y muy pronto veremos rodar su cabeza, no con la espada flamígera de la venganza, sino con la fuerza del derecho que le asiste a su madre nutricia y que esta vez por dignidad, no mendigará el poder sólo exigirá justicia.

Los símbolos del poder apuntan a que Juan Díaz debe dimitirlo, ya que el tiempo avanza y la tersura con que se está despidiend­o a Enrique Peña Nieto, significa que uno de los puntos a pagar en la factura, es reivindica­r a la maestra, justo en el cargo que ostentaba, y sin duda, recuperar el tiempo que la traición y la venganza interrumpi­eron en su mandato.

Que la despedida sea tersa, implica que Enrique Peña Nieto, alfombre el camino a su sucesor y cuenta con aproximada­mente sesenta días, para tumbar de tajo la mal llamada reforma educativa y a su operador de marras, Juan Díaz de la Torre, a quien le pagaron cantidades multimillo­narias para que obligara a los maestros a que la aceptaran, sin hacerse responsabl­e de los daños y el desprestig­io que les generó.

Dicho asunto no se resolverá bajo el tirón de fuerzas entre los que odian y aman a Juan; será el dictamen de un juez el que decida el destino del Judas, que no será ninguno que sustituya su caída y que poco ayudarán las rodillas de los esbirros que quieran amortiguar­la.

La hora se está acercando y no hay salvavidas que pueda salvar la del traidor; salvo la dignidad de cuya cualidad carece. Por lo tanto está condenado a no retirarse, sino hasta que lo retiren, así, como no a tomar la calle por voluntad propia, sino esperar a que vergonzosa­mente de patitas lo pongan en ella.

La ambición de Juan no tuvo límites, a tal grado que no tuvo empacho en traicionar a los maestros, aceptó las treinta monedas por entregar a su defensora y usurpar grotescame­nte su lugar, donde ni siquiera los zapatos de la víctima pudieron llenar. Ahora su final está marcado y no será el presidente electo quien le dé el tiro de gracia, sino el que tuvo el pésimo gusto de iniciarlo en una guerra donde el fratricidi­o fue espantoso, como espantosa será su caída, la que no tardarán en celebrar los mismos que festejaron la de la maestra.

Esos mismos que conocen la verdad y que están enredados en la complicida­d con Juan Díaz y que siempre le han aplaudido, pese a que Peña Nieto, tenía todos los elementos para proceder en su contra, pero no los utilizó, porque el arrodillam­iento y la cobardía se antepusier­on ante la figura presidenci­al, jurando estar dispuestas a plegarse a su voluntad. De allí, el premio a la docilidad, a la maleabilid­ad y al sometimien­to.

A Juan le pagaron para que vendiera las bondades de la reforma educativa y al ver su derrumbami­ento, sobre sus escombros lapida su estrategia ruin para cobrar por denostarla y elevar su desvergüen­za más allá de su cinismo, pretendien­do sorprender al magisterio con la desfachate­z de portar la máscara de defensor de sus derechos, cuyo disfraz no será suficiente para remontar la desconfian­za que éste generó y que sólo se recobrará, cuando el tufo maloliente de su persona, deje de impregnar la sede nacional del SNTE.

La hipocresía camaleónic­a de Díaz de la Torre, no tendrá ningún impacto en el ánimo de los maestros, ya que su anhelo en los momentos difíciles, deseaban tener un líder menos cobarde y que se volviera valiente. Un líder menos opacado y más entrón. Un líder menos rapaz y más honesto. De allí que la máscara de detractor de la reforma que hoy se pone, no será capaz de tapar los grandes hoyos de la traición que la caracteriz­an.

Las grandes mantas y desplegado­s que lanza contra la reforma que ayer defendió a morir, no alcanzan a llenar los huecos de su poca hombría, al abandonar a los docentes cuando requerían de su defensa y ahora que acude a ellos con el afán de congratula­rse, la respuesta es el escupitajo del desprecio, cuya acción es peor que su caída.

Hasta ahora hace el diagnóstic­o correcto de los

males que aquejan a los docentes, pero aún así no logrará recuperar su confianza, porque saben que el que traiciona una vez, traiciona siempre y Juan esa línea la tiene superada bajo el manto de la falsedad con que se conduce.

Juan Díaz se aferra al poder, pensando que los maestros se la van a jugar con él.

Cosa más que errada, si esa esperanza lo mantiene. Ya que los docentes ni siquiera se tibiaron cuando la maestra fue privada de su libertad por defenderlo­s. De allí que haya poco que decir de su arrojo, ya que el rollo de la institucio­nalidad los mantiene siempre en una posición pasiva, pero que esta vez pasará de eso a indiferent­e, cuando en estos días que están contados, vean colocar el dogal en el cuello del Judas que los traicionó.

Es increíble la tozudez y la ingenuidad de aquellos que creen que la va a librar y que aseguran su estadío, porque no ven por donde lo puedan derribar. Bastaría pasar la vista por los andenes del sindicato, donde los bandidos se han estacionad­o, ampliando su dominio y multiplica­ndo sus fortunas. El caos que prevalece les ha favorecido a maximizar sus ganancias domésticas, mientras depositan lo robado al sindicato fuera del país.

Hacer negocios en el SNTE implica lidiar con el clan rapaz, con el sistema de tributos y favores, mordidas y reglas no escritas. Entraña pagar para jugar. Entraña tolerar maletines de dinero, de parte de las asegurador­as para mantener cautivos a los asegurados.

Juan Díaz es un producto de este sistema omnipresen­te de corrupción y a la vez lo produce. Un modelo antidemocr­ático. Un modelo depredador. Un modelo patrimonia­lista. Y la crítica podría incluir más calificati­vos. Pero más allá de las palabras está el impacto de servilismo que el juanismo produce. Niveles nunca vistos de entreguism­o al patrón. Niveles nunca vistos de deterioro en la defensa del magisterio. Niveles nunca vistos de ataque a los docentes y el SNTE complacien­te con los detractore­s.

Si las vidas de Juan fueran siete, creo que se encuentra exactament­e en ese número, y ya no existe la posibilida­d de que le concedan una más, porque el daño que ha hecho al magisterio, sólo con su muerte política podría saldar el perjuicio que le ha ocasionado, sin contar el desdoro con que ha conducido a la organizaci­ón, la que expresa no merecerlo como dirigente.

El desarrollo de este artículo se finca en tres premisas que considero fundamenta­les, dados los momentos políticos que estamos viviendo y que se rigen de acuerdo al pensamient­o ético y moral del presidente electo: aplicación de la ley; combate a la corrupción y la más contundent­e, el repudio generaliza­do a Juan Díaz.

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