Jorge Gurrola García
Recordamos que López Obrador pidió no creer tanto en las cifras del PIB. Razón no le falta porque si la cifra era positiva no indicaba nada de la distribución de esa riqueza, que nunca se tradujo en mejores salarios y consumo de sectores populares.
En la discusión de la situación económica nacional hay opiniones contrapuestas como es lógico, pero se dan en sus extremos. Mediciones a partir el Producto Bruto Interno (PIB), en este como las calificadoras de capacidad crediticia son opiniones desdeñadas, cuando ayer eran un mantra de la tecnocracia.
El Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) o Banco Mundial, etc., afirman que el PBI decrecerá un 10.5% este año, que no habrá inversiones extranjeras. Estos organismos funcionan como el negocio de la SEP de las acreditadoras en educación superior, montaba esos negocios para que las universidades recibieran de apoyos extraordinarios, acreditadoras y la SEP en los hechos eran lo mismo.
En la cifras del crecimiento los órganos internacionales daban sus calificaciones a los gobiernos para que la banca internacional les otorgara créditos a ejercer con las corporaciones recomendadas por el FMI, la OCDE y semejantes. Ejecutivos de cuenta del capital financiero del neoliberalismo.
Recordamos que López Obrador pidió no creer tanto en las cifras del PIB. Razón no le falta porque si la cifra era positiva no indicaba nada de la distribución de esa riqueza, que nunca se tradujo en mejores salarios y consumo de sectores populares. Sin confiar a pie juntillas en las cifras de la 4T, tampoco se han presentado los serios problemas pronosticados por los analistas de derecha, Pazos, Schettino y otros que en la cancelación del aeropuerto de Texcoco vieron una catástrofe.
Luego con los gasoductos, la cervecería Gran Constelación, y se alarmaron con la cancelación de energías limpias con negocios sucios. No ha pasado lo que temieron, se exhibieron corrupción y favoritismo, y por el contrario se recupera impuestos eludidos por decenas de miles de pesos por grandes empresas sin mayor problema, y sigue el fraude de la factureras.
En la baja de inversiones no es ningún consuelo decir que en parte, es por causas de la recesión mundial. En todos los casos mencionados imperó la corrupción y como en anteriores las denuncias sólo quedan en eso con un manto de impunidad, no basta regresar el dinero.
En los recursos de los programas de bienestar con entrega directa de dinero, para alentar el consumo e impulsar al mercado, no está claro de qué forma contribuirían a la producción, a mejor circulación, palpable distribución y de nuevo al consumo. Una inversión social que podría no alcanzar el objetivo de bienestar, si no está concatenada de forma precisa al aparato productivo en una política general, estratégica y estructural de inversión en los sectores agropecuario e industrial, y fuerte respaldo en obras de infraestructura social.
De suerte que a beneficiarios de los programas de Bienestar les afectaría por otros medios y efectos un posible desempleo, en el que también se manejan cifras dispares y que varían por millones según del lado donde se mire. Dice Gabriel Zaid: La experiencia enseña que los pobres más que dinero en efectivo, necesitan una oferta de calidad y accesible.
El presidente dijo que la política no tiene ciencia, pensamos que ya cambió de opinión. López Obrador es hombre de buena fe, un tanto romántico y confiado en su trayectoria electoral. Nos recuerda las lecturas estudiantiles de Robert Owen, Saintsimón o Charles Fourier, identificados de socialistas utópicos por esperar demasiado en el bien común que se desarrollaría en empresarios para repartir con equidad y nobleza, las ganancias en trabajo inicial cooperativo. Lo experimentaron con sus propias fortunas y el resultado fue desalentador.
En la 4T no se escucha la lucidez de sus intelectuales de izquierda, que aborden el análisis sociológico, económico y político. Que recuerden con el presidente que el líder no llegara más que donde les permitan sus seguidores, que el carisma además de la imagen, demanda conducción política inteligente y participativa. Es de respeto el objetivo de primero los pobres, pudiera ser una utopía modesta pero en buen ideal moral, y siempre habrá el riesgo en el liderazgo carismático que según A. Camus, de utopía modesta de rehacer, se trasforme en que no se deshaga.
López Obrador necesita un partido con dimensión orgánica, estructurado en miles de militantes de convicción y estudiosos de los problemas, sustentar principios e ideas, conceptos y proselitismo político similar a una doctrina. No se distingue conciencia de los pendientes: Eliminar la corrupción en el Poder Judicial, las 100 universidades, la transparencia en universidades públicas, detener la violencia y la corrupción, etc. para remediar todo lo comentado, antes es indispensable una revolución educativa.