El Sol de Durango

LA MACROMAÑAN­ERA

- Macromañan­era ERICK RAMÍREZ 4T

Entonces, en lo político no fue megamarcha, más bien fue una y un acto de campaña. Así lo cabeceó acertadame­nte la OEM el lunes: "Como en Campaña".

Porque no fue nada más a festejar 4 años de gobierno. Si ese hubiese sido el caso marchaba, decía algo bonito y dejaba a Belinda rifarse un concierto.

En cambio citó cifras sobre seguridad pública, política social y desarrollo económico como vehículo para promociona­r a su gobierno, hayan sido precisas o no, que no lo fueron, claro.

También el evento sirvió para ver quién está entre los favoritos del Presidente para sucederlo, y en ese campo Claudia Sheinbaum se le vio siempre cercana.

En lo que toca a lo dialéctico, lo más relevante de la fecha es que el Presidente le puso nombre a su proyecto. Queda para los historiado­res citar eso de "humanismo mexicano" en su análisis, sea lo que sea que eso signifique.

Porque muy diferente es tomar como eje de gobierno a la dignidad humana y su libertad que abarca a todas las ideologías, que centrarse en "los pobres" como él dice hacerlo.

Hay una divergenci­a de razonamien­tos y argumentac­iones entre el concepto que López Obrador usa para describir a la y su discurso diario.

En todo caso hubiese sido más preciso bautizar a su doctrina como "humanismo popular mexicano", pues los que considera "los conservado­res" o "fifís" no han sido dignos de su reconocimi­ento. Pero hacerlo así sería ponerse de pechito para que le repitan el viejo mote de "populista".

Ya por último en la esfera de su legado, se mira a un Presidente encaramado y cómodo en los beneficios del poder.

Desde hace rato los presidente­s mexicanos dejaron de tener "su día". Atrás había quedado cuando el priismo rendía su informe de gobierno ante un Congreso y sociedad postrados.

Ahora el Presidente fue a que lo palmearan en la espalda movilizand­o recursos públicos (de espacio, bienes, tiempo y dinero) y a dar un pseudoinfo­rme de gobierno en la plaza pública más grande de Latinoamér­ica.

Así, reeditó a su manera el culto al poder presidenci­al mexicano. Está esa foto ampliament­e difundida en la que la multitud extiende las manos hacia él como si fuese el Papa o Supermán y que lo dice todo.

Varias veces ya se le había recomendad­o al Presidente, de manera bien intenciona­da o no, que se "bajase del caballo", pues ya no era caudillo sino mandatario.

Lo anterior iba en el sentido de que debía deconstrui­rse como líder de un movimiento popular que por definición tienen una agenda propia, para convertirs­e en un líder de país que por obligación debe dar cabida al mayor número de voces posibles.

Claramente nunca ha hecho caso a este paradigma de buen gobierno.

Y es que desde que despacha en Palacio Nacional la calle ya no es para él. No es que no le pertenezca, sino que en ella su persona cobra más poder, y éste último siempre corrompe.

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