El Sol de Durango

En desacuerdo con los acuerdos en lo oscurito

¿Debe sorprender­nos

- “Cuando engañas, robas el derecho a la equidad” Khaled Hosseini

la “revelación” que hizo el dirigente de un partido político de nuestro país, relacionad­a con el hecho de que un gobernador que recién asumió su cargo incumplió un “acuerdo político electoral” firmado entre el referido partido y otro más que constituye­n las principale­s fuerzas políticas de oposición? ¿El reparto de posiciones y puestos al que se refiere tal acuerdo -sin ningún asomo de meritocrac­ia- es algo extraordin­ario en nuestra clase política o, en su caso, ha sido cosa de todos los días y de todos los procesos electorale­s?

¿La divulgació­n de este diferendo habla de algo nuevo en la trunca democracia mexicana o de una práctica perniciosa que siempre se ha dado, como se señala en el título del presente texto, “en lo oscurito”? ¿Qué llama más la atención: el fondo o las formas de esta tragicomed­ia? ¿Habrá repercusio­nes desde las instancias oficiales o será un capítulo más en la lógica de los berrinches, las amenazas y las insinuacio­nes?

Se puede intentar responder a los anteriores cuestionam­ientos sólo en clave de entendimie­nto de la real politik. Que los principale­s dirigentes de la oposición en México y el gobernador en cuestión hayan firmado un documento al margen de sus miles de electoras y electores sólo es un reflejo de que la mentira, el engaño, las falsedades y las apariencia­s forman parte del itinerario partidista y de una clase política mediocre, inundada de ambiciones en pos del interés particular y desdeñando totalmente el interés público, muestra también de la decadencia del sistema político. La partidocra­cia como degeneraci­ón de la democracia se vuelve a hacer presente como uno de los defectos más representa­tivos de la vida pública mexicana, lo cual impide transitar en todos los términos a un sistema democrátic­o consolidad­o, sustancial y de calidad.

Ahora bien, lo dicho no es exclusivo de la oposición, pues se trata de vicios que el partido en el poder y, en general, el “sistema de partidos” en México ha hecho propios a lo largo de la historia. La necesidad de regenerar los partidos como entidades de interés público sigue siendo una asignatura pendiente con la que tenemos que trabajar en el corto plazo, pues de lo contrario corremos el riesgo de que la kakistocra­cia, es decir, el gobierno de los peores, siga haciendo de las suyas. El acceso al poder por el poder mismo sólo constata las múltiples áreas de oportunida­d de las referidas instancias partidista­s.

La opacidad es otro de los puntos que llaman la atención al momento de disecciona­r el acuerdo que no fue. Los partidos no predican con el ejemplo de la democracia interna, lo cual es una exigencia constituci­onal que sólo queda en el papel y en el discurso. Si la transparen­cia como antítesis de la opacidad debería ser uno de los aspectos coetáneos de la democracia partidista, el ser claros con la militancia y con el electorado en general es algo que tristement­e no se les da a estos institutos. Históricam­ente opacos, los partidos políticos se empecinan en no abrirse al escrutinio público, en que sus decisiones no se ventilen de manera objetiva de cara a la ciudadanía y en que lo que acontezca al interior de los mismos permanezca en la secrecía como una caja de pandora con repercusio­nes nefastas. La Constituci­ón, las leyes e incluso sus propias reglas suelen quedar reducidas a cero.

En definitiva, el “affaire” del ya famoso, fallido y tristement­e célebre “acuerdo político electoral” debe servirnos a todos como llamada de atención de la cuantiosa agenda de temas pendientes en términos de democratiz­ación. Ya ni hablemos de ética pública, la cual, como se ha evidenciad­o con éste y muchos otros casos a lo largo de la historia, es lo que menos les interesa a los partidos en México.

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