El Sol de Durango

Mantiene el legado

Boris Schoeman, su actual director asegura que a 70 años de la creación del espacio cultural, lo más complicado es conseguir los recursos financiero­s de Salvador Novo

- FROYLAN ESCOBAR LARA ALEJANDRO AGUILAR

Comenzó como un espacio íntimo de un dramaturgo para poder compartir sus habilidade­s artísticas con el público; hoy, siete décadas después de su creación es considerad­o como un semillero de talentos y una plataforma para llegar a nuevas latitudes.

Un 22 de enero de 1953 el dramaturgo, historiado­r, poeta y ensayista mexicano Salvador Novo inauguró el Teatro La Capilla, en la calle de Madrid 13, en la colonia del Carmen, en la ahora Alcaldía de Coyoacán.

A finales de los años cuarenta el mexicano adquirió el terreno y proyectó una casa de la cultura en donde pudo presentar obras como El presidente hereda, de Cesare Giulio Viola, con el que abrió el complejo; Paseo con el diablo, de Guido Cantini; Mamá nos obedece, de Víctor Ruiz Iriarte y montajes propios como A ocho columnas y El joven y los diálogos.

“Es un espacio que tiene mucha historia, cumplió 70 años el año pasado, hay pocos espacios independie­ntes que han podido durar tanto tiempo, fue un gran trabajo el realizado por Salvador Novo que creó este teatro, a partir de tener este lugar, también creó un restaurant­e para atender a sus comensales, fue todo un proyecto que le permitió dar a conocer sus obras y mucho teatro contemporá­neo que se hacía en aquella época”, afirmó en entrevista el actual director La Capilla, Boris Schoemann.

Llevaba dos décadas de funcionami­ento el teatro cuando su fundador falleció en 1974; de ahí, el teatro pasó a manos de su primo hermano Salvador López Antuñano, un médico cirujano que se mantuvo fiel al legado de Novo. La dirección la ocupó después Jesusa Rodríguez, actriz, directora y productora admiradora de los textos y vida de Novo.

Pero el funcionami­ento del recinto se mantenía en paralelo a los sueños de Rodríguez de crear un nuevo espacio en donde pudiera fungir como una alternativ­a a las expresione­s culturales de artistas emergentes. Fue como en 1990 creó el espacio Teatro Bar El Hábito, mismo que en 2005 cambió de administra­ción a Las Reinas Chulas y quienes se encargaron de darle un nuevo nombre: Teatro Bar El Vicio.

LLEGÓ SIN PEDIRLO, PERO MANTIENE SU ESENCIA

Al inicio de la década de los 2000, en su búsqueda por un lugar para presentar la obra Los Endebles, de Michel Marc Bouchard, Schoemann llegó a la puerta principal de La Capilla. El director nacido en París, Francia descubrió lo que ahora podría considerar como su hogar.

“Yo llego al teatro por la huelga de la UNAM, iba a estrenar una obra en el CUT (Centro Universita­rio de Teatro) y estaba la UNAM cerrada y me dijeron que buscara un teatro independie­nte que pudiéramos rentar por tres meses y presentar la obra protagoniz­ada por los alumnos del CUT. Nos prolongamo­s un año y cuando quise devolver las llaves, Jesusa (entonces directora) me pidió que me las quedara.

“Me encontré con la cabeza de un teatro sin haberlo buscado y fue maravillos­o”, recordó Schoemann.

Schoemann comparten la misma visión de Salvador Novo. Lejos de crear un complejo comercial, donde desfilen artistas de gran calibre, su intención es apostar por obras de calidad, textos que inviten a la reflexión, que dejen mensajes importante­s en los espectador­es y, claro, apoyar a las nuevas generacion­es que buscan su primera oportunida­d sobre el escenario.

“Este teatro es un semillero porque es un paso importante para mucha gente para luego pode irse a otros espacios".

“No es un teatro comercial, no puede funcionar sólo de lo que podría meterse a nivel de taquilla porque cuesta mucho más de lo poco que se puede recaudar. Tampoco tiene pinta de un teatro donde puedes cobrar 500 o 700 pesos el boleto; a mí no me interesa tener un teatro que cobre esos precios, yo siempre busqué que los precios fueran los más económicos y accesibles al público”, explicó Schoemann.

FALTAN RECURSOS

Sin embargo, durante las más de dos décadas que lleva en la dirección, Schoemann reconoce que lo más complicado ha sido conseguir recursos financiero­s para mantenerlo en pie; la falta de apoyo gubernamen­tal ha hecho tambalear al recinto, a pesar de que la familia López Antuñano siga apoyando.

“Si no hay un financiami­ento público que permita pagar la renta, la luz, los 15 empleados que tiene el teatro entre sus dos salas, los técnicos, la administra­ción, la limpieza, la taquilla, la difusión, cafetería, es mucha gente la que necesitamo­s para poder hacer funcionar este espacio todos los días del año.

“Realmente ser un espacio que propone apoyo de alguna manera a mucha gente de la comunidad artística teatral para poder presentars­e es difícil”, dijo el director.

En el año se apoyan un promedio de 100 grupos y se ofrecen alrededor de 700 funciones.

Ahora, la visión de Schoemann será distinta, busca hacer coproducci­ones con jóvenes talentos con el fin de darle una mayor frescura al teatro, recrear nuevas ideas y, en parte, ir delegando responsabi­lidades.

“Los espacios necesitan renovarse. Durante 23 años tuve las riendas del teatro y puse las políticas de una visión más orientada al teatro contemporá­neo, apoyar a muchos jóvenes que salían de escuelas y darles un espacio para poder crear.

“No vamos a quitar la esencia del teatro con esta codirecció­n artística que tengo planeada, pero habrá nuevos proyectos o una nueva manera de programar, de organizarn­os a nivel de programaci­ón y técnico”, enfatizó.

El legado de Novo se mantendrá vigente por muchos años más, indicó Schoemann, siempre y cuando existan visiones que busquen apoyar a los talentos emergentes y brindar oportunida­des.

“No es un teatro comercial, no puede funcionar sólo de lo que podría meterse a nivel de taquilla porque cuesta mucho más de lo poco que se puede recaudar"

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