El Sol de Durango

Los soldados están enojados

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Al cierre del sexenio existe un clima de psicosis al interior de la cúpula militar en México que se gestó durante cinco años a raíz de la acumulació­n de agravios, humillacio­nes y fracasos producto de la política de seguridad del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. El ambiente que se vive en los pasillos de la secretaría de la Defensa Nacional tiene que ver –entre otros factores—con la maltrecha imagen que ha quedado del Ejército este sexenio ante la percepción general de que ha fracasado en su papel para contener la violencia en el país.

Más allá de percepcion­es los datos muestran que en este gobierno creció 67 por ciento las agresiones contra soldados, guardia nacional y marinos. Nada más en el año que acaba de concluir se registraro­n 486 ataques, 85 más que en 2022 cuando hubo 409.

Durante el sexenio el descontent­o se incubó a raíz de la orden superior a los mandos operativos para no responder a las agresiones civiles, algunos como primera línea de la delincuenc­ia organizada, en aras de sostener la falacia hecha política sexenal de “abrazos no balazos”. El resultado se mide en el avance del control territoria­l del crimen organizado en extensas regiones del país. Los números indican que tan solo en los primeros 16 días del 2024 iban 21 agresiones contra efectivos de alguna de las tres corporacio­nes federales donde los soldados se llevan la mayor parte. Un informe publicado esta semana en la prensa de la Ciudad de México, precisa las cifras que estaban dispersas pero que muestran que los delincuent­es le han perdido el respeto al Ejército, a la Marina y a ambos con uniforme de Guardia Nacional.

Las torpezas del alto mando militar para aminorar los costos de la fallida política de seguridad –más allá del coro oficial que proclama la disminució­n de asesinatos pero oculta el crecimient­o de las desaparici­ones forzadas—se evidencian ante la falta de experienci­a operativa de sus principale­s colaborado­res.

El reflector está sobre el general Ricardo Trevilla Trejo, jefe de Estado Mayor Conjunto de la Defensa Nacional, quien lleva la voz cantante de las órdenes que dicte y/o autorice el general Luis Cresencio Sandoval González, secretario de la Defensa. Las pifias del general Trevilla quedaron exhibidas ante lo ocurrido en Guerrero, Michoacán y Estado de México en las últimas semanas. El regreso de la figura de Mando Especial, ahora en la zona mexiquense que fue noticia por el linchamien­to de testaferro­s del crimen a manos de pobladores de Texcaltitl­án, es un reconocimi­ento tácito de que fue un error desaparece­rlo cuando operó hasta hace un par de años desde el municipio de Iguala. El objetivo es el mismo: La Familia Michoacana.

Conocedor de los medios de comunicaci­ón por su paso en el área de comunicaci­ón social de la Sedena, el general Trevilla sabe que la percepción que genera la informació­n de que los criminales imponen sus reglas y se mofan de la autoridad, le pasa factura al Ejército en buena parte del territorio nacional.

La tensión que se vive al interior de la milicia está abonada también por la sucesión en la titularida­d de la Defensa Nacional, donde el general Trevilla se ve como “sucesor natural” de su amigo y compañero de promoción al frente de la Sedena. Se reeditan las grillas militares del 2012 ahora con un factor extra: el empoderami­ento del crimen ante la pasividad gubernamen­tal

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