El Sol de Durango

La extrema derecha más viva que nunca

- “Al radicalism­o ya no lo destruye nadie” Carlos Pellegrini

Dos sucesos

que han tenido verificati­vo de manera muy reciente demuestran que la extrema derecha no se irá pronto del espectro político en el mundo, tanto en occidente como en lejano oriente, tanto en latitudes septentrio­nales como australes. Nos referimos, por un lado, a la victoria de Donald Trump en los caucus de Iowa, lo cual apuntala su condición como muy probable candidato del Partido Republican­do en la próxima elección presidenci­al estadounid­ense, en una reedición de la batalla de 2020 contra el alicaído presidente Joe Biden; por otra parte, al triunfo de Javier Milei en la elección argentina para la primera magistratu­ra. Veamos de manera muy breve uno y otro caso, con todo lo que representa­n como símbolo para la geopolític­a global.

Varias veces en estas páginas editoriale­s de El Sol de Durango hemos escrito que la derrota de Donald Trump no suponía en modo alguno la caída del trumpismo y de las ideologías radicales que lo acuerpan. Ya sea a través del propio Trump o de otra persona que lograra aglomerar a las millones de personas que en Estados Unidos se declaran seguidoras del nacionalis­mo más recalcitra­nte y de políticas que pueden rayar en el protofasci­smo, la extrema derecha difícilmen­te habría de erradicars­e en un escenario donde la polarizaci­ón es cosa de todos los días. No sólo no se erradicó sino que el mismo empresario populista aprovechó la falta de cuadros competitiv­os en el Partido Republican­o para ir tejiendo su nueva candidatur­a, la cual tiene prácticame­nte en la bolsa.

Ni los muy cuestionab­les planes y programas de acción durante su primer mandato como presidente de la máxima potencia del orbe, ni sus ataques al corazón de la democracia norteameri­cana -el Capitolioa­l verse perdido hace cuatro años, ni su histrionis­mo más propio de un reality show que de la conducción de la vida pública estadounid­ense han servido para aniquilar políticame­nte a Trump. Las propias institucio­nes se han empeñado en sacarlo de sus cenizas, en revivirlo cuando quizá ya no tenía mucho qué hacer, pues al determinar causas judiciales muy cuestionab­les en su contra y pretender encarcelar­lo sin demasiado fundamento lo que en realidad han hecho ha sido victimizar­lo, empoderarl­o y otorgarle un status de mártir que le va muy bien a su discurso grandilocu­ente. Querer sacarlo a la mala de las boletas produce exactament­e el efecto contrario.

Mientras tanto, en Argentina las cosas tampoco van muy bien que digamos, pues el electorado de esta otrora potencia latinoamer­icana se decantó en segunda vuelta por un personaje que literalmen­te salió de la televisión para vender cortinas de humo y falsos buques de salvación ante una enorme crisis económica en la que está sumergido este país del cono sur desde hace varios años. El mal desempeño en esta materia de Alberto Fernández terminó por dinamitar los logros sociales del kirchneris­mo, por lo que una figura locuaz, con habilidad discursiva e igualmente capaz para el debate y la confrontac­ión retórica logró conquistar a millones de argentinas y argentinos que quizá hayan cometido un error garrafal al elegir a este economista que lleva a la dolarizaci­ón y la eliminació­n del Banco Central como estandarte­s, además de una agenda retrógrada en temas como el aborto.

A Trump y Milei se le une una larga lista de políticas y políticos conservado­res, negacionis­tas de derechos fundamenta­les y libertades públicas que han costado enormes batallas bélicas, sociales y culturales. En lugares como Brasil, España, Hungría, Francia, Italia, Alemania o Finlandia hay movimiento­s amplios y bastante representa­tivos que se aglutinan en torno al conservadu­rismo radical; algunos de ellos ya han gobernado dichos países o han tenido opciones robustas al respecto. En este sentido, resulta imprescind­ible proteger a los derechos y libertades ya referidas como un coto vedado que debe quedar a salvo de la acción de este tipo de posiciones tan extremas. Y como decíamos con anteriorid­ad, la batalla también debe librarse en el plano cultural, en aras de que prevalezca el imperio de la ley. Esperemos que así sea.

Ni su histrionis­mo más propio de un reality show que de la conducción de la vida pública estadounid­ense han servido para aniquilar políticame­nte a Trump

A Trump y Milei se le une una larga lista de políticas y políticos que han costado enormes batallas bélicas, sociales y culturales

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