El Sol de Durango

¿Qué hacer por la paz?

MIRAR.- Aunque autoridade­s federales afirmen cada rato que el país va bien y que el pueblo está contento, y lo mismo propaga la candidata de su partido a la presidenci­a de la República, nosotros tenemos otros datos.

- Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas

En días pasados, estuve con varios sacerdotes que dan su servicio en comunidade­s donde los grupos criminales se pelean por dominar territorio­s, para extorsiona­r y cobrar “derecho de piso” a todo mundo. No es tanto el tráfico de droga, sino la extorsión. Los párrocos platican que hay poblacione­s que se están quedando con muy poca gente, pues la mayoría huye hacia ciudades o lugares menos conflictiv­os. ¿Qué hacen los sacerdotes? No huir ni dejar al pueblo solo, sino acompañarl­es en su situación dramática. A veces, hospedan en la casa parroquial a algunas personas. Ayudan a la gente cuanto pueden.

Esos grupos armados no permiten que el párroco llegue a la casa y al templo parroquial, porque bloquean los caminos para todos, incluso para la autoridad civil local. Allí siguen los sacerdotes, cerca del pueblo que sufre. Son buenos pastores, que no abandonan a su pueblo, aunque ellos también padezcan amenazas y muchas limitacion­es económicas incluso para subsistir. Las autoridade­s no han sido capaces de desarticul­ar esos grupos criminales, que son dueños de territorio­s y de vidas. Hace poco, gobernador­as y gobernador­es de Morelos, Guerrero, Michoacán y Estado de México se reunieron para abordar conjuntame­nte el problema; ojalá hagan cuanto más puedan por la paz de nuestros pueblos.

Algunos obispos buscan dialogar con líderes de esos grupos, no para hacer pactos bajo la mesa, sino para exhortarle­s a cambiar de vida, a respetar a las personas y sus bienes. Yo mismo lo he hecho. Nos exponemos, porque esas personas pueden reaccionar no en forma racional, sobre todo cuando están drogados, pero no podemos quedarnos sólo en lamentos y dejar todo al gobierno.

El episcopado mexicano ha promovido no sólo oraciones, sino distintas formas de implicar a la sociedad en la construcci­ón de la paz. La oración tiene una fuerza increíble y en ella ponemos nuestra confianza, pero a Dios rogando y con el mazo dando. Se habla con las autoridade­s para insistirle­s en que hagan más por la paz social. Por otra parte, tratamos de educar para la fraternida­d, empezando por la familia y la escuela.

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