El terrible Carlos Denegri
Ingresé a
Excélsior el día 8 de abril de 1983. El Director del poderoso diario el señor Regino Díaz Redondo me recibió de magnífico talante. ¡Vaya! Por fin se decidió usted a venir a este periódico. Quise que estuviera aquí desde mi primer día en esta Dirección General. Usted no quiso. Pensé que nos tenía aversión. Bienvenido”. Y llamó a su secretaria.
“Que venga el señor Luis de Cervantes. Que sepa que Reyesrazo ya está aquí". Regresó la auxiliar: “Don Luis no está. Carlos Canton Zetina es el suplente del jefe de información, señor director” comunicó.
“A partir de hoy el señor Reyes Razo es reportero".
“¿Qué fuentes le asignamos, señor?", indagó Carlos Cantón.
“Donde el servicio lo requiera”, concluyó decidido el señor Díaz Redondo.
“Asuntos Especiales” -como en otros diarios- tal mi asignación.
Ahí estaba en la enorme redacción del envidiado periódico. El ambiente que formó a mi inolvidable maestro Luis Spota. “Ahí está su marca. Más de cincuenta días se llevó la de ocho”. Ni Carlos Denegri ni Jorge Piñó Sandoval pudieron con Luis. Era infatigable. Trabajaba como poseído...
“Denegri era un huracán. Hombre muy culto, poliglota, mundano, elegante. Viaja con un baúl lleno de enciclopedias. Elige reporteros que lo auxilien y den marco adecuado a sus reportajes. Personajazo. Pesa su prestigio. Su prosa es magnifica, memorable".
“Terrible a la hora en que bebe su primer whisky", me describió Abel Quezada. Es otro. Una extraña metamorfosis lo apresa. Jamás olvidaré un viaje de trabajo a Europa. En Italia buscó y halló al Primer Ministro Alcide De Gasperi. Gigante en la política de la Europa de la postguerra. Denegri logró una extraordinaria entrevista. Varios días fue la información principal -la “princesa”, la llamaba él- del cotidiano. Exitazo. Excélsior vendía información a muchos periódicos del país y algunos del extranjero.
Y en plena fama. En el eco de los aplausos y las felicitaciones de Don Rodrigo de Llano -Director de Excélsiorcarlos le entró al whisky. Como a un oasis. Sediento. Bebió y mudó. Insultó, retó, zarandeo a más de un mesero.
En pleno centro de Roma -en la Plaza del Popolo- rasgó una bandera italiana, la pisoteó. Tal escándalo lo llevó a la cárcel. Pasó horas tras las rejas. Liquidado, un guiñapo.
La viva imagen de la derrota. Traje ajado y sucio. Todo él, el desaliño. La mugre... Un largo suspiro cargado de nostalgia escapó de los recuerdos y la charla de Abel Quezada. “Conocí a Denegri", me confió mi siempre presente aleccionador Jacobo Zabludovsky, en muchos viajes. El Presidente Adolfo López Mateos lo quería mucho. Disfrutaba sus narraciones. El lenguaje -tan rico, variado, diferente - de Carlos Denegri atraía. Se disfrutaba la lectura de sus crónicas. Era capaz de llevar al lector al mismísimo lugar del acontecimiento".
“Era muy buen compañero”, siguió contando el licenciado Zabludovsky. Nos asignaban buenos hoteles. Compartíamos los automóviles o camionetas de la comitiva presidencial, Todos bien trajeados. Éramos adultos jóvenes. Recibíamos buenos viáticos. Acudíamos a recepciones y
El presidente Adolfo López Mateos lo quería mucho. Disfrutaba sus narraciones. El lenguaje -tan rico, variado, diferente - de Carlos Denegri atraía. Se disfrutaba la lectura de sus crónicas. Era capaz de llevar al lector al mismísimo lugar del acontecimiento. “Denegri era un huracán. Hombre muy culto, poliglota, mundano, elegante. Viaja con un baúl lleno de enciclopedias. Elige reporteros que lo auxilien y den marco adecuado a sus reportajes. Personajazo. Pesa su prestigio. Su prosa es magnifica, memorable". Denegri tenía especial afecto por Salvador del Río.
fiestas. Denegri tenía especial afecto por Salvador del Río. “Siempre me pone al tanto. Me cuida mucho. Y hasta me despierta si ve que la comitiva se va a mover y yo permanezco en mi habitación. Buen cuate el reportero Salvador del Río. Me platicó que, como su papá, él fue evangelista. Estos que escriben cartas a analfabetas en el Portal de Santo Domingo. Entró al periodismo por una carta que le remitió a Alfredo Kawage el dueño-director de Zócalo. Tanto le gustó que lo mandó buscar y le ofreció chamba. Cubra las peleas sabatinas de la Coliseo”, le ordenó apenas lo vio.
“Pues te decía -reanudó Zabludovskyque Denegri no se daba reposo. Caminaba, reporteaba, preguntaba, anotaba, precisaba. Daba la impresión de que a ese mismo ritmo iba ya, avanzaba su escritura. Su mente discriminaba los materiales. Uno a uno -con precisión- de orfebre provocaba destellos refulgentes en su relato".
“Los funerales del Presidente John F. Kennedy nos reunieron en Washingtón" -recordó Jacobo Zabludovsky. En 1963 Excélsior pasaba un noticiario -el nocturnode Telesistema Mexicano. Ignacio Martínez Carpinteyro lo leía.
“Tengo que trabajar el doble, Jacobo", me dijo Denegri al hallarnos en la ceremonia fúnebre por el Presidente asesinado. Tengo que estar a tu altura, Jacobo...
“Coincidimos en el avión de vuelta a México. Carlos Denegri tenía la compañía de Gloria Marín. Artista de cine que había sido esposa de Jorge Negrete. Mujer bonita, dueña de amable personalidad vivía tórrido romance", así se decía y escribía entonces, aclaró Jacobo, con Denegri.
Apenas nos vimos, Carlos dejo su asiento y nos dimos un abrazo. E inmediatamente se dirigió a Gloria Marín:
“Criada, vete de aquí. Ve con la azafata y pídele que nos mande dos whiskis muy bien servidos. Toma, dale estos dólares. Muévete".
“Me apenó el trato que le daba. Imaginé que esa altanería conocía expresiones todavía más ofensivas. Me quedé con esa escena de Carlos Denegri". Picho lo motejaban sus amigos. Y él lo disfrutaba. Era el amo en la redacción de Excélsior. El Periódico de la Vida Nacional
Ronca, profunda la voz de León García Soler nos enteró: “Yo vi como Denegri echó por una ventana a Gloria Marín. Vivían en una privada muy elegante y cara en San Ángel".