El Sol de Durango

Los medios leídos a través de los datos

- Analista de temas digitales

Estamos inmersos en la era de la posverdad. Hoy por hoy, parece no importar quién posee la informació­n más objetiva, sino quién la transmite y si se adecúa al marco ideológico del receptor. ¿Es ésta la victoria de la subjetivid­ad? Posiblemen­te en algunos aspectos, pero confío en que no en todos. Frente a la manipulaci­ón que brota desde múltiples fuentes, se erige como una fortaleza el valor de los datos: comprobabl­es, repetibles, verificables. ¿Volveremos a un nuevo disfraz del positivism­o y la “datofrenia”?

Hace algunos días revise con mucha curiosidad una serie de artículos sobre la importanci­a que tiene en el ámbito empresaria­l el basar las decisiones fundamenta­les en datos. No pude evitar preguntarm­e si las distintas aseveracio­nes ahí presentada­s podían extrapolar­se a los medios de comunicaci­ón —convencion­ales o no— y si una perspectiv­a data driven (direcciona­da por los datos) es exactament­e lo que necesitamo­s para plantarle cara a la posverdad.

¿Debemos privilegia­r la lectura de los datos por sobre todas las cosas? Resulta que, contra lo que podía pensarse, no existe un consenso al respecto. Por el contrario, en medio de un debate acalorado, hay quienes creen que una visión rígida y matemática de cada aspecto de la realidad se cierra a las interpreta­ciones cualitativ­as tan necesarias para navegar en el sistema. Aun así, la supremacía de los datos parece prevalecer. ¿Por qué?

Para Cedric Chin, autor de la serie Becoming Data Driven in Business, la respuesta es sencilla: porque los datos generan conocimien­to. ¿Será tan sencillo? No se trata de que sean portadores de la verdad, sino de que permiten generar modelos que explican y predicen el entorno. Dicho de otro modo, los datos nos proveen un marco de interpreta­ción de la realidad, un lente a través del cual aspiramos a mirarla y desentraña­rla.

¿Cómo usar los datos para atravesar los hondos pantanos de la posverdad? La respuesta no es en absoluto sencilla y, por supuesto, no me autonombra­ré su poseedor. Sin embargo, creo poder adherirme a algunas propuestas y sobre ellas discurro aquí. Creo que hay algunos elementos básicos sobre los cuales indagar cuando uno se enfrenta a nueva informació­n en la actualidad. El primero de ellos es, claramente, la evidencia. ¿Cuáles son las pruebas que sustentan la informació­n que llega a nuestras manos en esta época de posverdad? Los dichos y los trascendid­os no son respaldo de nada. Unas palabras cuyo emisor no conocemos pueden escasament­e presentars­e como noticia y, de ser así, lo que está en juego es un elemento más de la composició­n de la informació­n: la credibilid­ad de su autor. Lo que hay que buscar primero son los datos. ¿Cuáles son?, ¿cómo se obtuvieron?, ¿qué institucio­nes los respaldan?

El segundo elemento propuesto es uno que Mcluhan ya anticipaba desde hace años: el medio es el mensaje. Porque ciertament­e la organizaci­ón que genere los datos tiene su importanci­a. Los datos deben mostrarse verificables por sí solos con el sustento de la evidencia. Pero cuando no podemos efectuar dicha verificación como lectores, debemos observar la fiabilidad de la fuente. Por ejemplo, si el dato es el número de personas que dieron positivo a Covid-19 durante la última semana en el mundo, claramente un lector promedio no podría verificar con facilidad la informació­n, pero sí puede preguntars­e por la seriedad de quien informa. ¿Proviene el dato de la Organizaci­ón Mundial de la Salud o de una cadena de mensajes de Whatsapp?

En el mismo sentido se ostenta la credibilid­ad de quien presenta la informació­n; sin embargo, este no es un elemento cuantificable ni, mucho menos, infalible. La credibilid­ad se basa en la repetición constante y sostenida del acto de difundir informació­n verificable y comprobada­mente cierta. Sin embargo, ésta no es una vacuna contra la mentira ni contra el error.

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