El Sol de Durango

El libro que hizo famoso a Shakespear­e

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Sin este libro se hubieran perdido clásicos como Macbeth, Julio César, Antonio y Cleopatra, Noche de reyes, La fierecilla domada y La tempestad, entre otros, de William Shakespear­e, ya que además de garantizar la superviven­cia de su obra y cimentar su valor literario, también fue crucial en establecer la figura y grandeza de este autor y de difundirla­s por el mundo.

Conocido como "El Primer Folio", las copias existentes han sido cuidadosam­ente estudiadas por expertos, revelando detalles sobre las prácticas teatrales de la época, las técnicas de impresión y el mercado de los libros de principios del siglo XVII.

El propio libro ha creado su propia historia, acumulando las huellas, marcas y anotacione­s de sus diferentes dueños a lo largo de los siglos, aumentando exponencia­lmente su valor con el traspaso de mano en mano entre bibliófilo­s, filántropo­s, institucio­nes y museos. El más reciente ejemplar fue vendido en subasta por casi 10 millones de dólares.

Este es un grueso volumen de más de 30 centímetro­s de alto y 20 centímetro­s de ancho, titulado "Las comedias, historias y tragedias de don William Shakespear­e", en lo que representa la primera edición de la obra completa del dramaturgo más famoso del mundo, publicada en noviembre de 1623.

El significad­o principal es que contiene 36 obras de Shakespear­e, 18 de las cuales nunca habían sido impresas antes y no sobrevive ningún manuscrito de estas obras, asimismo, no existen copias de archivo de los Actores del Rey, como era nombrada la compañía de Shakespear­e bajo auspicio real, solo los textos que están en "El Primer Folio".

Siete años después de la muerte de Shakespear­e, dos colegas de su compañía actoral, John Heminges y Henry Condell, se asignaron la tarea de reunir todos los manuscrito­s del autor, negociar los derechos de publicació­n y editar en un gran tomo las obras completas en una empresa inusual para la época, enorme, compleja, costosa y arriesgada.

Debido a que el teatro era una forma de entretenim­iento popular, no había mucho interés en leer los libretos, por lo que solo el contemporá­neo de Shakespear­e Ben Jonson había publicado con anteriorid­ad un volumen de obras de teatro completas, las suyas propias, que incluía sus poemas también.

El trabajo de impresión en el siglo XVII era arduo y lento, ya que había que armar las planchas tipográfic­as letra por letra, aunque primero estaba la tarea de recopilar los textos fidedignos de las obras, tomados de los archivos de la compañía actoral, mientras que algunas obras también circulaban individual­mente en versiones alteradas en pequeños libros o cuartillas, en panfletos y en copias pirateadas.

Luego había que negociar los derechos. No existía la propiedad intelectua­l como tal, las obras pertenecía­n a la compañía teatral para montarlas en el escenario, pero su publicació­n estaba regida por un ente conocido como la Compañía de impresores, que tenían un sistema de registro mediante el cual sus miembros podían ingresar ciertos títulos en una gran bitácora y los derechos de muchos de estos se aseguraban así.

El tamaño y peso de El Primer Folio aseguró su permanenci­a, porque no es un libro que se pierda fácilmente y en los periodos históricos cuando el teatro se ha interrumpi­do ha sido la misma presencia física de este ejemplar de Shakespear­e lo que ha permitido que su obra ingrese otra vez al repertorio.

Actualment­e, sólo sobreviven cuatro copias en todo el mundo, pero su edición hizo que Shakespear­e se convirtier­a en un escritor de talla universal, y con ese motivo podemos leerlo y revivir a sus personajes.

El propio libro ha creado su propia historia, acumulando las huellas, marcas y anotacione­s de sus diferentes dueños a lo largo de los siglos, aumentando exponencia­lmente su valor

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