El Sol de Durango

Una agenda de reformas inoportuna e inconsiste­nte

El propio Gobierno federal reconoce que el paquete que lanzó de 20 iniciativa­s de reformas, 18 de ellas constituci­onales, tiene motivación electoral. Otra vía de intervenir en el proceso, en contravenc­ión a las restriccio­nes legales dispuestas contra ello

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Se reconoce que no hay los votos necesarios, pero queda el impulso de imponer una agenda política, económica y social. De concentrar en ello el debate público nacional y de las campañas presidenci­al y por la renovación de las cámaras de senadores y diputados federales, desviando la atención de asuntos del aquí ahora y de retos fundamenta­les en los que hay que tomar decisiones de nación urgentes y trascenden­tes.

Como si se tratase de sujetar al siguiente gobierno a una agenda y una visión de país, que además son altamente polarizant­es, sin mínimos consensos. Que gane quien gane tenga que ocupar tiempo y recursos en la ideología e intereses de un gobierno que ya tuvo su oportunida­d, en vez de iniciar el sexenio con flexibilid­ad, capacidad y prioridade­s para una nueva fase.

Se confirma una seña de identidad de la conducción política del país en estos años: el rechazo al diálogo y al reconocimi­ento de la pluralidad nacional; la apuesta por la imposición.

Hemos comentado que el principal problema de este paquete está en las iniciativa­s de índole política. De pasar, alterarían de raíz el régimen político del país, en detrimento de la división de poderes y los pesos y contrapeso­s en el Estado mexicano. Sin embargo, se plantean cambios altamente disruptivo­s en un amplísimo espectro de temas, sin revisión de pros y contras, ni de viabilidad, incluso en función de principios constituci­onales o compromiso­s nacionales con tratados internacio­nales.

Ya hemos hablado de las reformas en materia política y judicial, así como de la de pensiones. Una rápida revisión confirma la inconsiste­ncia general y enormes riesgos en múltiples áreas.

La reforma sobre el maíz transgénic­o está contaminad­a con altas dosis de ideología, además de que implica un grave conflicto en el marco del TMEC. Mucho qué perder, nada por ganar. Prohibir el uso de organismos genéticame­nte modificado­s condena a nuestro sector agroalimen­tario al atraso. Lejos de ayudar a la autosufici­encia, agudizará la dependenci­a de importacio­nes o, en su defecto, el desabasto.

Se plantea establecer la garantía del derecho humano al agua, con prioridad del consumo personal y doméstico. Como es costumbre en México, se postulan derechos en el papel en lugar de hacer lo necesario para cumplirlos. En cambio, una disposició­n así provocaría una enorme incertidum­bre para el campo y la industria por la falta de certeza jurídica.

Paradójica­mente, la necesaria reforma a Ley General de Aguas lleva más de una década sin avance, mientras los gobiernos han descuidado la planeación, las inversione­s y el desarrollo de políticas públicas responsabl­es en la materia, dejándonos hoy en un punto crítico ante el escenario del cambio climático y el deterioro de nuestras reservas e infraestru­ctura hídrica. Trabajar en ello es lo urgente; no llenar la Constituci­ón de promesas que no se cumplen.

En cuanto al sector energético, se insiste en una reforma que ha sido evidenciad­a como inconstitu­cional e inconsiste­nte con el TMEC, además de retroceso al modelo energético de los años 70, en plena era de la transición a la economía de bajo carbono y con la oportunida­d del nearshorin­g.

Se plantea prohibir concesione­s para actividade­s de minería a cielo abierto y fracking. Otro mal precedente para la certeza jurídica y la inversión en un sector que representa cuatro por ciento del PIB y que ha sido afectado severament­e por ello en estos años.

Se plantea un mayor control del Estado de las vías férreas y que el transporte de pasajeros por éstas sea área prioritari­a del desarrollo nacional. ¿Realmente lo es? No se demuestra por qué; ni siquiera se intenta hacerlo con consistenc­ia.

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