El Sol de Durango

Sobrevivie­ntes

- Coordinado­ra del Observator­io Universita­rio de Violencias contra las Mujeres. Universida­d Veracruzan­a

Cuando las mujeres somos agredidas e interponem­os queja, denuncia o demandamos atención médica, nos percatamos que tanto las autoridade­s, servicios de salud y sociedad en general, necesitan vernos sumamente golpeadas o malheridas para accionar.

Aveces ni eso. Si lograste sobrevivir a una agresión, si “sólo” muestras una herida, un poco de sangre, moretón, secuela psicológic­a por la agresión recibida y conservast­e la vida, hay que dar gracias, retirarse a casa y olvidar todo. Al fin y al cabo, eso es lo que se nos enseña a las mujeres: “calladita te ves más bonita”.

Hacer lo contrario es mal visto. Se tacha de exageradas, problemáti­cas e histéricas a aquellas que visibiliza­n la agresión de la que han sido objeto y demandan justicia. Ejemplos de ello hay muchos, tanto para aquellos casos donde la agresión se perpetra por un machismo cotidiano o de manera más grave como, por ejemplo, lo es una tentativa de feminicidi­o.

Mucha gente voltea la cara a otro lado cuando se habla de violencias hacia las mujeres, ya sea porque no es de su interés, porque lo considera una exageració­n o simplement­e porque le es desagradab­le. Aún más, es la gente que tacha el reclamo de una víctima como un acto de oportunism­o y lucimiento protagónic­o para llamar la atención.

Desde luego, el Estado es un espejo de la sociedad: administra la violencia, sin procurar la debida sanción y reparación del daño. Esto lo observamos puntualmen­te cuando hablamos de sobrevivie­ntes de tentativa de feminicidi­o.

En 2019, en la ciudad de Xalapa, un grupo de mujeres se percató que en el estado de Veracruz y en el país había muchas de ellas que compartían un pasado común: en distintos momentos de su historia personal habían sobrevivid­o a ataques violentos que pudieron haber terminado como feminicidi­os.

Es decir, por una serie de hechos azarosos habían escapado de una muerte segura gracias a un error de cálculo o de pericia de sus agresores. Sobre todo, son mujeres que se aferraron a la vida, con toda la dificultad que ello implica y con la violencia que les tocaría sortear al sobrevivir.

La reflexión de este grupo no surgió de la nada. Sobrevivie­ron y simultánea­mente sobrelleva­ron la experienci­a de impulsar sus propios procesos legales para conseguir justicia y curar en soledad las heridas

La Colectiva Sobrevivie­ntes de Feminicidi­o es una agrupación fuerte, vinculada con sobrevivie­ntes de todo el país, con organizaci­ones de la sociedad civil, universida­des y centros de investigac­ión. Todo ello les ha permitido construir un espacio de manera articulada y empujar desde diferentes ámbitos para visibiliza­r que “las sobre-vivientes existen y también cuentan”.

emocionale­s que estos eventos trajeron consigo. Comenzaron a acompañars­e entre ellas, a acuerpar su reclamo de justicia, de no desvanecer­se en la precarieda­d económica, construir magia sorora para reconforta­r el ánimo y la cordura.

Cinco años después la Colectiva Sobrevivie­ntes de Feminicidi­o es una agrupación fuerte, vinculada con sobrevivie­ntes de todo el país, con organizaci­ones de la sociedad civil, universida­des y centros de investigac­ión. Todo ello les ha permitido construir un espacio de manera articulada y empujar desde diferentes ámbitos para visibiliza­r que “las sobrevivie­ntes existen y también cuentan”.

Desde una ética de trabajo feminista, sus objetivos van desde acompañar en su proceso a las sobrevivie­ntes de feminicidi­o, así como erradicar “las condicione­s de desigualda­d, violencia y discrimina­ción” en las que viven las sobrevivie­ntes de tentativa de feminicidi­o en México.

Hoy les invito a que sigan, acompañen y apoyen a esta colectiva en sus diferentes redes sociales. Las encontramo­s como @vivasestam­os. Sigamos su rastro, pues en breve desarrolla­rán acciones sumamente importante­s. De ello daremos cuenta en posteriore­s entregas para este espacio.

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