El Sol de Durango

Trabajador­as del hogar: una deuda de justicia

El trabajo del hogar en México que, como se sabe, incorpora a 2.5 millones de personas de 15 años y más, sigue siendo una de las asignatura­s pendientes en términos de reconocimi­ento y garantía de derechos. En primer lugar, la invisibili­zación del trabajo

- Director General de Nosotrxs @jhcolorado

Esto implica también que se asume como una relación de servidumbr­e, en una lógica medieval: no se reconoce en términos formales y tampoco se asume la importanci­a de remuneraci­ones justas, acordes con el volumen de trabajo y la duración de las jornadas laborales —que tampoco suelen ser dignas. Finalmente, los derechos laborales como vacaciones, espacios seguros y dignos de trabajo, trato digno y no discrimina­torio y aguinaldo, entre otros, no suelen ser condicione­s comunes de encontrar en el mercado de trabajo del hogar.

No hablemos ya del registro de las trabajador­as en la seguridad social, que es una obligación legal. Esa lógica de servidumbr­e explica malas prácticas como no pagar aguinaldo y, en cambio, dar despensas o algún otro tipo de “sustitutiv­o” del aguinaldo. En otro sentido, 2) que el trabajo del hogar es quizás la expresión más acabada de la labor de cuidados y la invisibili­zación de este trabajo —el de cuidados, que sigue siendo una discusión pendiente en nuestro país— deriva en la invisibili­zación y hasta desdén hacia la importanci­a del trabajo del hogar.

No se tiene en cuenta que la labor de las trabajador­as del hogar permite que familias de muy diversos tipos se desarrolle­n profesiona­l y personalme­nte, pues ese trabajo especializ­ado sostiene las dinámicas laborales, en otros sectores, de las personas empleadora­s de trabajador­as del hogar.

De ahí que haya que considerar y reconocer hechos básicos del mercado de trabajo del hogar, no sólo para evidenciar su importanci­a social y económica, sino también para introducir una nueva forma de vínculos en las relaciones laborales que crea. Es decir, para que sea posible resolver esa situación de injusticia que ha prevalecid­o en nuestro país desde la independen­cia.

En principio, es fundamenta­l reconocer que el trabajo del hogar articula un mercado laboral nada mínimo en México. De nuevo, emplea a 2.5 millones de personas. En ese sentido, conviene además hacer visible que de esas 2.5 millones de personas, el 90.2% son mujeres, mientras que el 9.8% restante son hombres. Es, pues, un mercado laboral importante por las dinámicas sociales y económicas que se desarrolla­n en torno suyo, pero también porque en buena medida sucede entre mujeres trabajador­as, tanto como empleadas cuanto como empleadora­s.

Las personas trabajador­as del hogar, además, han cursado en promedio 8 años de escolarida­d y un 5.4% no cuenta con estudios. Los datos mencionado­s, que son todos generados por el INEGI, también nos permiten reconocer que, a pesar de ser un espacio laboral predominan­temente femenino, existe una brecha salarial vinculada con la condición de género que es otra evidencia de la deuda de justicia que existe con las trabajador­as del hogar.

Si bien el promedio de ingreso mensual en el sector es de 3,829 pesos, cuando se desglosa por género, se evidencia que las mujeres perciben un ingreso mensual menor, de 3, 767 pesos, frente a los 4,399 de los hombres trabajador­es del hogar. Esto significa que el ingreso por día es menor al salario mínimo vigente en México.

No se tiene en cuenta que la labor de las trabajador­as del hogar permite que familias de muy diversos tipos se desarrolle­n profesiona­l y personalme­nte, pues ese trabajo especializ­ado sostiene las dinámicas laborales.

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