El Sol de Durango

Marchas que manchan

- Twitter: @Noesov

Ha pasado nuevamente el 8 de marzo, Día Internacio­nal de la Mujer, y, con él, las manifestac­iones que salieron a la calle en nuestra ciudad y en todo el mundo a favor de los derechos y valores de la mujer. Una lucha legítima y necesaria, que no se doblega ante los abusos cometidos y las voces opositoras al desarrollo de todo aquello que protege a las mujeres en su dignidad y justicia. Mujeres de todas las edades y condicione­s unieron sus voces e hicieron notar que nunca más debe permitirse ningún abuso en contra de ellas. ueron unas pocas, sin embargo, las que mancharon esta lucha legítima, desviando la atención de todos hacia el vandalismo y la violencia, hacia aquello que justamente desean combatir. Y no me refiero solamente a las innumerabl­es «pintas» que realizaron en nuestra Catedral -tesoro cultural, de identidad y turístico de todos los duranguens­es- o nuestros demás edificios que estaban al pie de la marcha, sino a esos gestos violentos de quienes brincaban cercas, pataleaban luces e imágenes o lanzaban ira en modo de pintura contra lo que se les atravesara.

Detrás de una cara cubierta insultaban y agredían, incluso a mujeres que por su fe se oponen a otro tipo de exigencias que vulneran sus propios derechos y los de tantas y tantas mujeres, como el derecho a la vida desde su concepción y el respeto a edificios que son espacios de fe.

Estas son las verdaderas manchas que empañan lo central de esta exigencia de justicia y que nos han desviado la atención de lo verdaderam­ente importante: los feminicidi­os, la discrimina­ción laboral y de cualquier tipo por ser mujeres, los abusos, la violencia de todo tipo y muchos temas más. El verdadero enemigo no se encuentra ahí, en el atrio de Catedral, sino en muchísimos otros lugares donde de verdad se denigra y explota a la mujer… y ahí sí no hay ninguna «pinta».

Quizá algunos argumentar­án que quién soy yo para hablar de un tema de mujeres. ¿Qué quién soy yo para opinar de una marcha femenina? Soy el hijo de una mamá que se esforzó por transmitir­me el respeto y el amor a todas mujeres; el hermano de cuatro extraordin­arias hermanas que diariament­e se esfuerzan por salir adelante a pesar de tantas y tantas dificultad­es sin doblegarse; el tío de unas sobrinas que quiere que puedan sentirse seguras y protegidas, sin miedo; el hombre que quiere respetar a quien ama; el sacerdote que diariament­e -sí, diariament­eescucha y trata de ayudar a mujeres que se desahogan, buscan ayuda, oran y sufren por temas de injusticia­s y violencia, por dolor y situacione­s adversas que sufren. Soy el que quiere dignidad y justicia para todos. Soy el que busca paz para mujeres y varones.

Malala Yousafzai, activista pakistaní en favor de los derechos civiles, especialme­nte de las mujeres, decía que «existen pocas armas en el mundo tan poderosas como una niña con un libro en la mano». Michelle Obama sostenía que «todas y cada una de ustedes puede ser líder y apoyar a otras para lograrlo». Educación y apoyo. Dos grandes herramient­as que pueden desterrar las «manchas» que, desgraciad­amente, siguen copando las primeras páginas y notas, cuando no era ese el objetivo central. Junto con el compromiso de todos por el respeto y la dignidad, por la vida sin miedo, por las raíces y las alas de aquellas son la «dulzura» de Dios (cf. Rut 1,2).

Las marchas que manchan, se borran solas.

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