José el Soñador
Del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: levántate, toma contigo al niño y a su madre…» (Mt 2,20). Tierna escena, en la que la Sagrada Familia, unida, va construyendo futuro, historia de salvación.
La figura paterna nos marca de por vida, con la autoridad ejercida, la disciplina pedida, la protección debida… o con la ausencia no consentida. La cercanía o lejanía de los padres de familia influye sobremanera en los hijos. Y esta es una de las grandes carencias de nuestro tiempo, pues pareciera que la varonilidad está en crisis. Y no me refiero –líbreme Dios– a comportamientos machistas o actitudes que no promocionen la estabilidad familiar. Me refiero a la necesidad de padres de familia que desde su «ser varones» ayuden en la construcción de familias estables.
El próximo 19 de marzo celebramos a San José, y quiero tomar su ejemplo para ilustrar el modelo de esponsalidad y paternidad. A lo largo de la historia de la tradición se nos ha transmitido la idea de imaginárnoslo como un señor mayor, viejito, quizás por respetar la virginidad de María o porque no vuelve a aparecer su figura en la vida pública de Jesús, pensando quizá en su muerte. Yo prefiero imaginármelo de una manera diferente: ¿cómo sería aquel que llegó a conquistar el corazón de una excelente mujer como María? Esa mujer bellísima por dentro y por fuera, cautivada por ese hombre «justo», trabajador, atento, respetuoso, enamorado… soñador. Encontró a la mujer de sus sueños y siempre en sueños fue haciendo todo lo necesario para estar con ella. ¿Cómo sería aquel que Dios elige para que represente la figura de padre ante aquel Hijo eterno que se encarna por nuestra salvación? Desde sus sueños proteje al niño, lo lleva de un lugar a otro, le enseña el valor del trabajo humano y del respeto al prójimo, le muestra la estabilidad y la entereza propias, le da la dignidad para que respete la de todos los demás.
Ese hombre silencioso y trabajador, ese hombre soñador, se ve reflejado en María enamorada de él, en Jesús aprendiendo de él. No pronuncia jamás una sola palabra en los evangelios, pero ha entregado bien formada a la Palabra hecha carne a todo el mundo.
Necesitamos tantos «Josés soñadores» en nuestros tiempos. Varones justos ante Dios y ante los hombres. Que cuiden de sus familias con respeto, dignidad, valor y trabajo. Que sean ejemplo de presencia, equilibrio y estabilidad, para que haya buenos esposos y buenos padres de familia.
Esta semana pidamos por nuestras familias y por la vida. Frente a tanta violencia, inestabilidad, familias deshechas o frente a la relativización de la vida, se levanta San José como modelo a seguir. Con todos esos sueños para cumplir y vivir.