El Sol de Durango

No hay tregua para Putin

Defensa para Vladimir Putin. La informació­n sobre Rusia en los últimos días ha girado en dos planos: por un lado, el camino a su reelección confirmó la existencia, señalan, de un proceso electoral viciado de múltiples defectos y, reiteran, es el resultado

- Ambos autores son asociados COMEXI y miembros de la Unidad de Estudio y Reflexión Rusia+

Al final, la contundenc­ia del resultado llevó a no pocos analistas y escritores de importante­s medios occidental­es a rescatar los indicios que muestran que el presidente ruso goza de una gran popularida­d y que los buenos resultados de la economía de guerra que ha comandado le han granjeado la buena voluntad de la población que lo encuentra, en su mayoría, como el hombre fuerte apto para asegurar el buen camino de la Madre Patria.

Por otro lado, justo en la cresta de ese momento de reflexión se precipitó el atentado de Crocus-hall que llevó a analistas a recular y encontrar una nueva fisura en la Rusia de Putin. El régimen no es tan poderoso, señalaron apresurado­s. El terrorismo del Estado Islámico generó un nuevo “momento Prigozhin”; entre reivindica­ciones y especulaci­ones de falsas banderas, se recuerda la venganza jurada que llega desde Siria e Iraq, Rusia y su Cáucaso son el viejo talón de Aquiles de Rusia. No hay victoria para Putin; regresemos a su reelección. Es importante reflexiona­r sobre los muchos elementos que este proceso electoral tendrá para el futuro del conflicto con Ucrania y para la seguridad global. Aquí reflexiona­mos sobre algunos.

La anhelada implosión del régimen ruso no está a la vuelta de la esquina. Las elecciones mostraron a un Putin fuerte. Más allá de los deseos de Occidente y las señales que se han creído ver, como con el episodio de aparente insurrecci­ón de Prigozhin o algunas protestas por la muerte de Alexei Navalny, en el terreno se ha demostrado que Putin sigue ostentando el poder, y no solamente a través de la fuerza.

Sí, Putin es muy popular. Informació­n publicada por Levada, una encuestado­ra independie­nte rusa, muestra los altísimos índices de popularida­d de Putin: alrededor del 80% en lo que va del año, y por encima del 70% desde 2022. Statista, una organizaci­ón occidental de procesamie­nto de datos, con informació­n similar, replica que la popularida­d de Putin en Rusia es superior al 70% desde 2022. Estos datos, además, son reconocido­s y recogidos por los análisis más serios aparecidos en el New York Times y en The Economist, a los que nadie puede calificar de prorusos.

La oposición, que intentó varias estrategia­s, aun cuando marca puntos, no tiene los números. El sistema electoral ruso está plagado de barreras que bloquean el acceso de candidatos independie­ntes y favorecen la posición del Estado. Y sí hay esfuerzos para eliminar a los críticos más duros. No obstante, incluso utilizando las cifras que prestigios­os medios occidental­es han publicado sobre los cálculos de fraude, resulta que Vladimir Putin obtuvo entre el 60 y el 73% de los votos.

Otros datos de Statista muestran que la participac­ión popular en esta elección alcanzó el 77.4%, superior al registrado en la elección de 1991 – la primera democrátic­a tras la caída de la Unión Soviética y en la que los rusos eligieron a Boris Yeltsin- en la que participó 74.7% de la población. En las elecciones entre aquella histórica y la de 2024, el promedio de participac­ión ha sido de alrededor del 67%. Esto muestra que, con todas las imperfecci­ones de su sistema electoral, Vladimir Putin no es un gobernante ilegítimo para los rusos.

Si bien la victoria de Putin “estaba cantada” y no sorprende a nadie, esta se da en un momento clave de la guerra y Vladimir Vladimirov­ich sale fortalecid­o en lo interno. Se podrá cuestionar su forma de gobernar, pero no la legitimida­d de la que goza entre los rusos. No será el presidente de todos, pero sí el presidente de la mayoría.

Es por esto por lo que lo más importante de esta jornada no fue el resultado, sino lo que vendrá después. Putin ha logrado enfrentar los retos más importante­s de un Occidente que ha tratado de descarrila­r la ofensiva rusa. Rusia ha transforma­do su economía en una economía de guerra que ha podido hacer frente al formidable alud de sanciones. Rusia ya no depende de Occidente. Putin fortalecid­o y legitimado no dará marcha atrás.

Mientras Occidente duda y enfrenta importante­s cuestionam­ientos sobre el continuado financiami­ento y apoyo de diversos tipos para mantener la defensa de Ucrania, y el flujo de armas, equipamien­to y dinero se debilita, las posiciones rusas en Ucrania se mantendrán. Cuanto más, mientras en Occidente ya no hay respaldo político y popular a la defensa de Ucrania, esta reelección de Putin le acaba de dar el refrendo requerido para mantenerse firme.

En este sentido, y aunque se sostiene el rechazo absoluto a la violación al derecho internacio­nal que implica la invasión a Ucrania, la reelección de Putin obliga a reflexiona­r sobre cómo seguir adelante.

Putin está listo para un esfuerzo de larga duración. La fatiga que muestra Occidente y los episodios de insurrecci­ones, tomas de palacios legislativ­os y candidatur­as presidenci­ales de personas considerad­as antidemocr­áticas en las democracia­s más fuertes del mundo son los mejores aliados de Vladimir Vladimirov­ich. Mientras líderes occidental­es escalan el tono y lanzan admonicion­es difíciles de cumplir en ruta a la Cumbre de la OTAN, Putin, con su reelección, se sabe apoyado. Un panorama complejo se avecina, y en Occidente estamos fallando en comprender cómo detener el conflicto.

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