El Sol de Durango

¿Debemos votar para elegir a los jueces?

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Para ser presidente de México no se requiere más que algunos requisitos que una mayoría considerab­le de personas puede cubrir: ser mexicano de nacimiento, tener 35 años al momento de la elección, haber residido en el país un año antes, no ser ministro de algún culto, no haber sido secretario de estado ni pertenecer al Ejército seis meses antes de la elección.

No mucho, para tratarse del cargo más importante en este país. Y está bien que así sea. Hay quienes proponen que debería ser requisito para ser gobernante el tener cierto grado de escolarida­d o especializ­ación en alguna materia (digamos, economía).

Discrepo. Primero, por principio democrátic­o: ¿En serio queremos que nos dirija una microélite de doctorcill­os? En segundo lugar, porque ya hemos tenido en varios sexenios ese tan deseado gabinete de políticos preparados en escuelas de elite. Los dos villanos de la nación en el imaginario obradorist­a, según del periodo del que se hable, Salinas y Calderón, estudiaron en Harvard y sus respectivo­s gabinetes estaban poblados por tecnócrata­s entrenados en el extranjero.

Como vemos, exigir títulos no sirve de mucho (o solo sirve para algunas cosas). Claro, tampoco es deseable su extremo contrario, el del 90% de “honestidad” y 10% experienci­a.

Pero queda claro que para cargos en el ejecutivo, como para los del legislativ­o (diputados y senadores), los títulos no garantizan nada respecto a su buen o mal funcionami­ento como servidores públicos.

Pero en el caso del Poder Judicial, las cosas son distintas. Para que el votante pueda expresarse, tiene muchas elecciones distintas para hacerlo: cuando se elige un alcalde, un diputado, el presidente de México… La función de un juez, desde uno local hasta un ministro de la corte, es aplicar la ley.

La separación de poderes implica la vigilancia de un poder sobre otro. Si se acabó el despotismo en buena parte de occidente se debe en buena medida a esa desconcent­ración de poder que estaba en un solo individuo o institució­n. Contrario a lo que dicen quienes quieren abrir la judicatura a la lógica de la política, el poder judicial no debe ser reflejo de las exigencias del electorado en un momento determinad­o.

Un juzgador que hace campaña, indudablem­ente estará al servicio del electorado que le dio el triunfo, y no de la ley. Todo esto en perjuicio de quienes no le votaron; así, sus sentencias, por más sesgadas políticame­nte que puedan estar, tendrán la coartada de presentars­e como emanadas de la “voluntad popular”. Imagínese usted a Noroña de ministro de la Suprema Corte…

No, en ningún país serio del mundo se eligen por voto popular a los jueces. Por lo menos no a los de alto rango. Se me dirá, no sin razón, que en los hechos los ministros se politizan y son allegados a los partidos, Eso sucede también en otros lugares. Cada juzgador inevitable­mente tendrá alguna doctrina a la que se adscribe. Pero por eso mismo los tribunales son cuerpos colegiados. Además, para el buen juez, siempre estará por encima la aplicación correcta de la ley sobre cualquier considerac­ión de orden ideológico. Independen­cia de criterio. Es eso lo que no tolera quien en otra más de sus ocurrencia­s propone votar por los jueces para “democratiz­ar el poder judicial”. Vendehúmos.

Como vemos, exigir títulos no sirve de mucho (o solopara algunas cosas). Claro, tampoco es deseable su extremo contrario

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