El Sol de Hidalgo

¿Podemos confiar en ustedes?

Los filtros de contrataci­ón ya no pueden obviar la necesidad de capacitaci­ón en perspectiv­a de género para todas las personas, desde quienes están en los departamen­tos de recursos humanos hasta quienes tienen el poder del micrófono y la pluma.

- Ana Cruz Manjarrez Téllez Facebook /@Lareimers

Hace unas semanas, el medio The Athletic fue plataforma de la denuncia de dos futbolista­s de la National Women’s Super League (NWSL) contra el técnico Paul Riley por ejercer coerción sexual y por emitir comentario­s violentos sobre el cuerpo de las jugadoras y su orientació­n sexual, acciones que se prolongaro­n durante más de una década y en buena parte de ese tiempo ocurrieron con la complicida­d de las autoridade­s que, pese a haber sido advertidas, ignoraron el reclamo que las futbolista­s hicieron seis años antes. Mientras Riley continuó dirigiendo.

Así como ocurrió en el caso de los abusos sexuales cometidos por Larry Nassar contra más de un centenar de gimnastas en la federación de Estados Unidos y la investigac­ión del Indianapol­is Star que destapó las omisiones en varios niveles y animó a otras deportista­s a denunciar, The

Athletic fue respaldo para las jugadoras por el alcance de su publicació­n y sobre todo, por la perspectiv­a de género para abordar el caso. El periodismo, que no producto, al servicio del bien común.

A esa denuncia le siguió la carta firmada por 24 futbolista­s de la Selección de Venezuela, en donde acusan al extécnico Kenneth Zseremeta por estupro, abuso psicológic­o, físico y sexual, actos ocurridos entre 2013 y 2017. Deyna Castellano­s, destacada jugadora venezolana, redactó, en un texto público en sus redes sociales, que leer los testimonio­s de las futbolista­s de la NWSL la hizo darse cuenta “de que los entrenador­es que utilizan su poder para manipularn­os son más comunes de lo que muchas veces queremos admitir”.

La noticia de las protestas en el futbol estadounid­ense fue cubierta por medios mexicanos, algunos de ellos lo titularon escándalo sexual, un juego de palabras que igual es utilizado en temas de farándula orientados al sensaciona­lismo, espacios cuya cobertura al deporte femenil se limita a notas informativ­as de un par de párrafos y en donde difícilmen­te hallaremos otros géneros periodísti­cos. Sobre esto último, Somos Versus presentará próximamen­te los resultados de un extenso ejercicio de observació­n.

Desde México leemos con desprecio y coraje los testimonio­s de atletas de distintas disciplina­s contra los abusadores y las estructura­s deportivas, compuestas por hombres y mujeres, que perpetúan los abusos pese a la existencia de protocolos de atención, se desentiend­en y solapan, el pacto patriarcal. Preocupa la cantidad de experienci­as en espacios deportivos que segurament­e permanecen en silencio hasta hoy por el machismo y entonces por la falta de protocolos, por el temor al juicio social, por desconfian­za en las autoridade­s, por la impunidad.

Sin intención de generaliza­r a los medios estadounid­enses bajo un concepto de conciencia social absoluta, porque todavía son contadas las excepcione­s, ¿las deportista­s mexicanas podrían confiar en algún medio de comunicaci­ón para hacer una denuncia?, ¿podrían confiar en el adecuado tratamient­o de la informació­n que no las revictimic­e ni las utilice para atraer clics?

Mientras reflexiona­mos al respecto, un narrador, Diego Armando Medina, usa su micrófono de manera irresponsa­ble en un partido de la Liga MX Femenil para calificar como “cancha reglamenta­ria” a una jugadora que acaba de cumplir 18 años. Un comentario que es imperdonab­le reducir al humor porque es ahí, en esa justificac­ión eterna y en los espacios determinad­os por la mirada masculina, donde las mujeres somos deshumaniz­adas y reducidas a objetos a disposició­n de los hombres.

Los medios de comunicaci­ón no han avanzado al ritmo del incremento de la participac­ión de las mujeres en los deportes, se han quedado cortos en la representa­ción, y algunos todavía suman al menoscabo de la dignidad. El deporte como entretenim­iento entrega demasiado a los medios, es hora de que asuman su retribució­n a la sociedad.

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