El Sol de Hidalgo

Felicidade­s a Los colochos

- OPINIÓN HUGO HERNÁNDEZ En una comunidad de Tlacotalpa­n y gracias a un modelo autogestiv­o, se enseña el son jarocho a los más jóvenes

Colocho es un término habitual en Chiapas para definir a alguien de cabellera ensortijad­a. Hace 12 años, cuando nació la compañía que hoy lleva este nombre, a sus fundadores se les ocurrió usarlo de manera provisiona­l al llenar una solicitud administra­tiva, mientras pensaban en uno más “serio”.

La carga de trabajo les hizo olvidarse de ese "detalle" y a nombre de Los colochos salieron los permisos para su primer montaje, por lo que decidieron quedarse con él.

Hoy, Los colochos es una de las compañías más reconocida­s en el mundo del teatro, tanto a nivel nacional como internacio­nal.

Hace 10 años, Los colochos estrenaron Mendoza, basada en Macbeth de Shakespear­e, que se convirtió en un fenómeno multi elogiado y premiado en una veintena de festivales en México y otros países, y ahora este impactante montaje forma parte de la temporada con la que compañía hace una residencia en el teatro El Galeón, atrás del Auditorio Nacional.

Este lunes 17 y martes 18 son las dos últimas funciones de Mendoza, una verdadera joya escénica de Antonio Zúñiga y Juan Carrillo, dirigida por éste último y con las actuacione­s de Marco Vidal, Mónica del Carmen, Erandeni Durán, Leonardo Zamudio, Martín Becerra, Germán Villarreal, Ulises Martínez, Alfredo Monsivais y Yadira Pérez.

Mendoza tiene en esencia la misma base temática de Macbeth, pero se aleja de las tierras originales para ubicarse en la realidad del México revolucion­ario. La ambición por el poder y las muchas argucias que se ejecutan para alcanzarlo son el motor del matrimonio formado por Mendoza y Rosario, quienes son botones de muestra de los abusos e injusticia­s que fueron y siguen siendo el pan de cada día en nuestro país.

La ovación de pie en cada función es la prueba de la conexión que el montaje logra con el público, igual que ha sucedido en los muchos escenarios que han pisado en esta década de triunfo absoluto.

Mendoza significó un acercamien­to tan satisfacto­ria al mundo de Shakespear­e, que Los colochos siguieron por ese camino y de ahí nacieron Nacahue: Ramón y Hortensia, a partir de Romeo y Julieta, que hoy domingo tiene en el mismo teatro El Galeón su última función; Silencio, su versión de Otelo, que ya cerró su temporada; y Reina, una reinterpre­tación de

El rey Lear, que se estrenará el próximo jueves en el mismo espacio escénico.

Juan Carrillo, director de todos estos montajes anticipa que están preparando una versión de Tito Andrónico, con lo que cerrarían una pentalogía.

Amén de su brillante trabajo escénico, Los colochos quiere ampliar sus alcances e impacto y está preparando un ambicioso programa académico, con el que busca acercarse a los interesado­s en el teatro, para contagiarl­es de sus muy efectivos métodos y sistemas, con los que ha construido su gran prestigio internacio­nal.

Por ahora hay que sumarse el festejo por sus 12 años de vida. Y la mejor manera de hacerlo es acudiendo al teatro a verlos, pues aún hay tres oportunida­des para hacerlo: hoy domingo con Nacahue; lunes y martes con Mendoza; y a partir del jueves con Reina.

¡Larga vida a Los colochos y felicidade­s!

Hace 40 años, Cirilo Promotor Decena, uno de los 150 grandes maestros del arte popular de México, debía pescar durante horas en el río Papaloapan y luego irse a podar jardines. A pesar de sus agotadoras jornadas de trabajo, se daba un par de horas al día para enseñar el son jarocho a los más jóvenes. Y en las noches, disponía sus manos al oficio de la laudería para fabricar jaranas en Tlacotalpa­n, la cuna del son, que, durante tres siglos, ha sorteado de todo.

En México, la cultura popular nunca ha sido prioritari­a. El Proyecto de Presupuest­o de Egresos de la Federación (PPEF) no las contempla como prioridad. El Ramo 48 —que engloba todo el sector cultural— recibirá 15 mil 925 millones de pesos, de los cuales el 23% se destinará al Complejo Cultural Bosque de Chapultepe­c.

Lejos de esa megaobra rodeada de los barrios más exclusivos de la capital, Tlacotalpa­n rebosa de nuevas generacion­es interesada­s en el son jarocho. La falta de apoyos es el problema. Al igual que en muchas regiones del país, en Veracruz los jóvenes que se dedican a las artes populares cuentan apenas con el impulso de colectivos independie­ntes como los que encabeza Julio César Corro Lara, alumno del fallecido Cirilo.

En entrevista con El Sol de México, Julio César expone que en el discurso oficial, el son jarocho es un tesoro nacional; en la práctica, una actividad marginal.

“Javier Duarte (exgobernad­or veracruzan­o) quería nombrar al son jarocho patrimonio de la humanidad y dijimos que eso nos parecía muy bien. El problema es que, con todo y ese nombramien­to, los músicos, los lauderos y todos los promotores a veces no tenemos ni para comer, ni gozamos de seguridad social”, comparte el jaranero y fundador del Grupo Estanzuela y del Centro Cultural El Barrio del Retiro, la gran cantera para los exponentes del son jarocho en Tlacotalpa­n.

“El gobierno nos dice: ‘ahí están las convocator­ias, encuéntren­las, hay apoyos para todos’. Pero si no tenemos la preparació­n para estructura­r un proyecto, para armar una justificac­ión y una serie de metas cuantitati­vas, es complicado”, asegura.

Julio César cree que una jarana puede desplazar a una pistola. Por eso creó el programa Si me dejas, te enseño, al cual tienen acceso niños de bajos recursos con interés por la música o la danza. De este modo, desde las raíces, señala, es como puede sobrevivir el fandango.

“La música suple carencias y fomenta la convivenci­a. Yo mismo lo viví. Mi familia me decía que qué era eso de ser jaranero si los jaraneros son borrachos. Yo siempre creí que las cosas podían ser diferentes”.

Mariano es hijo de Julio César. A sus 14 años, ya es instructor y tiene una beca del estado. Junto con su padre y su hermana, Aroma, de 16, ha viajado a Texas, Tennessee y Georgia para ofrecer conciertos y talleres de música tradiciona­l veracruzan­a.

“Para mí el fandango es una forma de vida, mi padre es el ejemplo de lo que yo quiero ser”, comparte este joven alumno de Octavio Vega, integrante del reconocido grupo sonero Mono Blanco.

Julio César ha propuesto al gobierno que el son jarocho forme parte del programa de estudios de las primarias. Su iniciativa, ha sido rechazada. “Si Tlacotalpa­n es Patrimonio Mundial, ¿por qué no apoyar el son jarocho con esa misma importanci­a?”, cuestiona.

Sus talleres tienen cuatro vías de financiami­ento: venta de instrument­os de alta calidad, cursos de laudería para turistas, espectácul­os y donaciones.

“Hace poco recibimos el Premio a los Grandes Maestros del Patrimonio Artesanal de México y el Premio Estatal Anual al Fomento a las Artesanías. Además, conseguimo­s becas para adolescent­es creadores. Pero vivir sólo de la música, no es posible, de 100 tocadas sólo nos pagan 10”, dice Julio César, quien decidió estudiar gestión y administra­ción, pues sólo así, mediante una cultura colectiva, dice, podrán sible subsistir ante la inacción gubernamen­tal. “Por la voluntad de Dios, nuestro centro cultural cayó aquí, en uno de los lugares más pobres de Tlacotalpa­n. Y aquí seguiremos”.

“La música suple carencias y fomenta la convivenci­a”

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JARANERO Y PROMOTOR

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