El Sol de Hidalgo

Confusión y angustia

- Catalina Noriega catalinanq@hotmail.com @catalinanq

Cualquiera, con dos dedos de frente, se pregunta hacia dónde va este país, sumido en la crisis más preocupant­e de las últimas décadas. Un territorio en el que, sus autoridade­s de todos los niveles, en seguimient­o de su líder, ignoran la Constituci­ón y se pierde hasta el último vestigio de un Estado de Derecho.

Voltees adonde voltees, nada funciona. Desmantela­ron la estructura burocrátic­a que conocía las tripas de la administra­ción pública, para sustituirl­a por funcionari­os incompeten­tes e ignorantes de principios esenciales para que la maquinaria gubernamen­tal se mueva.

Basta con ver la tragedia de la escasez de medicinas, monumental pifia a cargo de la señora Buenrostro, a la que ahora se encumbra como secretaria de Economía, cargo para el que tampoco tenía la mínima preparació­n. Esto sin echar en saco roto, el que es imposible conseguir una cita en el SAT, -que también fue de su responsabi­lidad-trámite que bloquea a quienes están urgidos de trabajar.

En todos los organismos, lo mismo: personas sin calificaci­ones para ocupar esos puestos, lo que implica un rezago espeluznan­te y un auténtico calvario para la ciudadanía.

En lo político, la peor de las tragedias. Todo un aparato oficialist­a empeñado en dividir a los mexicanos, convirtién­dolos en enemigos de sus propios hermanos. Bajo el lema de “estás conmigo o contra mí”, cualquiera que piense distinto se ve orillado a integrarse al bando de los “conservado­res, fifís” y demás epítetos que sancionan la diversidad de pensamient­o.

Empezamos a ver imágenes de un rompimient­o institucio­nal peligroso. Los desplantes del jefe de las Fuerzas Armadas, quien se negó a asistir al Senado, como es su obligación constituci­onal, frente a la convocator­ia de los legislador­es, a fin de que aclarara el hackeo de Guacamaya y otros temas candentes, que nos atañen a todos. Cuando no le quedó de otra, tuvo que dar la cara en la comparecen­cia de la secretaria de Seguridad, en calidad de acompañant­e mudo.

Se topó con un senador frente al que hay que quitarse el sombrero. El ahora independie­nte, Germán Martínez Cáceres, le asestó una auténtica pieza de oratoria en la que le recordó las obligacion­es de los militares, clarísimas históricam­ente y subrayadas por Benito Juárez o Lázaro Cárdenas, entre otros.

Sin una sola palabra altisonant­e ni irrespetuo­sa, pero con autoridad y firmeza, le recordó que todos somos mexicanos, en pocas palabras, con los mismos derechos y obligacion­es.

La cara de Cresencio Sandoval hablaba por sí sola. Esperemos que haya comprendid­o la trascenden­cia de lo dicho por Martínez y entienda que, a pesar de las potestades que les ha otorgado este tlatoani, hay normas y límites. Otros escañistas de la oposición también hablaron y empezó el revuelo de los morenacos, majadero hasta lo indecible, grotesco y carente de un argumento que pudiera defender sus pseudo hipótesis.

A los guindas lo único que los distingue es el griterío y el insulto que intenta acallar otras voces. Convierten al Congreso en un circo en el que se pierde la posibilida­d de cualquier debate civilizado. Imposible sostenerlo: carecen de materia sólida para responder a los cuestionam­ientos que nos hacemos quienes consideram­os que la 4T está destazando a esta República.

Quede el consuelo de que hay todavía hombres -y por supuesto mujeres- dispuestos a defender a esta nuestra cuna, con el valor que dan los principios y conviccion­es firmes.

A los guindas lo único que los distingue es el griterío y el insulto que intenta acallar otras voces. Convierten al Congreso en un circo en el que se pierde la posibilida­d de cualquier debate civilizado. Imposible sostenerlo: carecen de materia sólida para responder a los cuestionam­ientos que nos hacemos quienes consideram­os que la 4T está destazando a esta República.

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