Mi pasión por la comunicación (VII)
Para cerrar el ciclo de secundaria en el Colegio México recordaré tres pasajes importantes, que fueron publicados en La Voz Que Ruge.
Uno tiene que ver con el profesor al que le decíamos “El Roba Chicos”. Nunca supe su nombre, pero tenía como misión la de “convencer” alumnos para que coadyuvaran en la misión marista y se incorporaran como educadores, docentes y finalmente misioneros para llevar la voz de María por el mundo. Varias veces vino a mi casa para robarme pero mi papá, cortés, pero cortante le pidió que ya no volviera más.
La vida de los maristas misioneros es verdaderamente difícil. Uno de mis compañeros, Enrique Ruiz, El Huesos, ingresó a la Congregación Marista y después de algún tiempo fue enviado a llevar la voz de Dios a Corea. Estuvo allá 30 años. En nuestro periodiquillo solamente se publicó que El Huesos había ingresado a la Congregación Marista.
Muchos años después, en 1999, como servidor público, acudí como invitado por la ONU a Seúl al Primer Foro Internacional para la Seguridad Escolar, y que contó con la presencia de representantes de 100 países y 50 ponencias.
Como pude localicé a Enrique Ruiz y le dije que iría a Corea y que deseaba verlo. Pues desde que aterrizó el avión en el aeropuerto Kim Po (viento suave) de Seúl, hasta que regresé diez días después, Enrique y yo estuvimos juntos todos los días; me acompañaba a los eventos públicos, comíamos aparte, para platicar, y así charlamos por horas, y fuimos felices esos diez días.
Me enseñó mucho de la historia de Corea, país con una “antigüedad” de 600 años desde que el monarca Sejong el Grande (1397-1450) reconstruyera el país por completo empezando por el lenguaje que se llama Hangul, creado en 1443 y promulgado en 1446 al observar la frustración que sentían sus siervos por no poder expresar sus sentimientos mediante los caracteres chinos utilizados hasta la época. Enrique me llevó a ver su estatua que está ubicada en el centro de Seúl y es muy venerado.
Otro tema tiene que ver con un artículo que publiqué en “La Voz que Ruge” manifestando que el mejor maestro que yo recuerdo en secundaria, con perdón a todos los demás, fue el doctor Agustín G. Lemus Talavera, que nos impartía las materias de Historia Universal y de Biología. En la clase de Historia nos hacía revivir las batallas de Alejandro el Magno, nos enseñó el gran poderío del Imperio Romano, después la tremenda edad media, la maravilla del Renacimiento, las proezas napoleónicas y la importante Revolución Francesa. Para calificar nuestra enseñanza en Historia Universal nos dejó un trabajo a desarrollar durante todo el año: elaborar un libro, que mes por mes sería revisado y calificado. Cada alumno elegiría su personaje o tema preferido.
Y el tercer tema se refiere a la Academia Cultural del Colegio México, institución interna que contaba solo con los diez alumnos más destacados del tercer año de secundaria, y tenía sus reuniones mensuales con intervenciones de cada uno en presencia de los maestros. Eran eventos vespertinos. Agregaré modestamente que en tercero de secundaria tuve un lugar en ese prestigiado círculo.
Muchos años después, en 1999, como servidor público, acudí como invitado por la ONU a Seúl al Primer Foro Internacional para la Seguridad Escolar, y que contó con la presencia de representantes de 100 países y 50 ponencias.