La crítica en los medios digitales
Es posible conciliar la crítica académica con los formatos digitales, es más, es deseable y parece favorable para su desarrollo. Sin embargo, es preciso llevar a cabo algunos procesos que comprometan al académico con la divulgación, de tal suerte que su labor en los medios digitales no esté reservada para el mismo público restringido que lo lee en la academia, sino que pueda alcanzar públicos más amplios y tener en cuenta el valor de la retroalimentación de las audiencias.
Para lograrlo es pertinente que el lenguaje sea menos especializado, que trate de incidir en la mayor cantidad de lectores posible y sea amable para todo tipo de público. Emplear las herramientas multimedia siempre es positivo y esto no significa renunciar a la profundidad ni al contenido, sino contar con instrumentos para hacerlo asequible. Si bien, es posible introducir conceptos complejos y referirse a la tradición del autor; estos pueden ser explicados didácticamente con el objetivo de que el lector se familiarice con ellos de manera sencilla.
Vale la pena también echar mano de los nanomedios y publicar sin que existan intereses externos que condicionen las opiniones, ya sean estos comerciales, políticos o de cualquier otra índole. Conocer la trayectoria de un autor es, en este sentido, más importante que el medio que lo respalda. La responsabilidad que el crítico adquiere con su público tiene que estar protegida por su trayectoria profesional, contar con referencias sólidas y es deseable evitar el uso de avatares o seudónimos, pues es precisamente su nombre el que concede autoridad a sus opiniones. Si bien, esto puede parecer una condicionante a su libertad, desgraciadamente el clima ingobernable de la Web 2.0 lo exige.
De esta manera, queremos confiar en lo que dicen los críticos, por lo que su formación académica y experiencia son factores que por sí mismos permiten su éxito en la comunidad de lectores, siempre y cuando estos no perciban algún sesgo que les haga dudar de los motivos de su argumentación. La crítica tiene un futuro promisorio sobre todo cuando su autor habla de manera independiente, se compromete con la transmisión del conocimiento, es honesto y tiene una trayectoria respetable. Romper el elitismo del conocimiento parece impostergable en la cultura digital, sobre todo en medio de la gran cantidad de información con que contamos, que pocas veces se traduce en calidad.
El crítico que se desempeña en el ámbito académico y emplea las redes para divulgar, debería tomar en cuenta diversos tipos de conocimiento, incluyendo aquellos que desafían el canon tradicional, aplicar sus criterios de análisis sin prejuiciarse por la tradición y buscar espacios para compartir su trabajo con la mayor cantidad de lectores posible. Esto es sencillo de lograr hoy en día gracias a las redes sociales, blogs, plataformas escritas y multimedia. Si bien, podría decirse que no es responsabilidad del crítico hacer más asequible su trabajo a los grandes públicos, democratizarlo es positivo para él y para el conocimiento, porque permite llegar a audiencias de todo tipo.
Por su parte, el crítico que trabaja para las editoriales, comparte su opinión en un medio de comunicación o simplemente publica en las redes debe despojar a su trabajo profesional de los intereses ajenos a él, que la libertad de expresión no sea solo un discurso: cualquier crítico debería tener derecho a exponer sus argumentos, incluso si contradicen los intereses del medio que lo publica. El crítico debería ser capaz de denunciar cualquier tipo de censura, enfatizando que la libertad de su juicio y su ética profesional son irrebatibles.
Cualquier crítico debería tener derecho a exponer sus argumentos, incluso si contradicen los intereses del medio que lo publica. El crítico debería ser capaz de denunciar cualquier tipo de censura.