México, territorio de derechos y colores
Día a día construimos un país que edifica en la libertad su mayor amor, como bien lo decía el poeta Federico García Lorca. Con la empatía necesaria para comprender las necesidades de la otredad. Con el derecho y las instituciones progresistas para salvaguardar a las personas en situación de vulnerabilidad, reconocer sus derechos y empoderarlas.
Porque para algunas personas el camino es más difícil, fruto de la desigualdad estructural, de la pobreza, de la marginación y del pensamiento conservador que no permite agendas legislativas progresistas. Los comienzos de esta ardua batalla por el reconocimiento del matrimonio igualitario se dieron en la Ciudad de México en 2009. Fruto de movilizaciones sociales, de activistas y de legisladores se pudo consagrar este derecho, aun con los embates del otrora presidente de la República Felipe Calderón que, por medio del entonces Procurador General de Justicia, interpuso acción de inconstitucionalidad para negar este derecho.
Fue la Suprema Corte de Justicia de la Nación quien, en 2010, declaró la constitucionalidad del matrimonio igualitario. La Constitución mexicana protege a las familias, diversas e inclusivas. No existe un modelo de familia ideal. No en una sociedad que avanza en el reconocimiento integral de las personas. Incluso la SCJN fue más allá, en 2015 asentó que es inconstitucional toda ley de las entidades federativas que considere al matrimonio como la unión entre hombre y mujer con fines de la procreación. En Zacatecas se aprueba el matrimonio igualitario en 2021. El último estado en pintarse de colores fue Tamaulipas, apenas unos días atrás.
La izquierda no debe fallar. Uno de nuestros compromisos hoy se materializa en todo México. Por la dignidad y respeto de las personas, tenemos matrimonio igualitario.