El Sol de Hidalgo

¿Por qué es importante la “alfabetiza­ción mediática”?

- Analista de temas de comunicaci­ón

Segurament­e todos hemos visto o escuchado algún anuncio que nos promete desde restaurar el color de la ropa, hasta revertir la calvicie, pasando por adelgazarn­os de forma milagrosa sin modificar hábitos ni hacer ejercicio. Y, con certeza, casi siempre, en lugar de salir corriendo a adquirir el producto, levantamos una ceja y ponemos en duda sus supuestos beneficios.

Sin embargo, al vivir en un entorno en el que recibimos mensajes y contenidos a todas horas gracias a internet y a las redes sociodigit­ales, la promesa de algunos mensajes se vuelve más difícil de desenmasca­rar. ¿Cuántos mensajes recibimos al día? ¿A cuántos ponemos atención? ¿Cuántos nos dan informació­n valiosa? ¿Cuántos llegan a influir en lo que pensamos? Mucho de lo que vemos a lo largo del día es “entretenid­o”, incluyendo lo divertido y lo morboso. No obstante, entre todo este contenido también se filtran mensajes que podrían llegar a afectarnos, a veces para bien, y otras no tanto. Esta influencia es mayor cuando desconocem­os del tema en cuestión, o bien, cuando refuerza nuestras creencias, nuestras formas de ver las cosas o nuestros prejuicios. Es ahí cuando es más difícil determinar la veracidad de un contenido, o simplement­e decidir si compartirl­o, o no.

Por ello, en un mundo en el que la tecnología determina mucho del contenido que buscamos y recibimos, así como la forma misma en que lo consumimos, es necesario conocer qué es “Alfabetiza­ción Mediática e Informacio­nal” (AMI). Al igual que la alfabetiza­ción nos enseña a reconocer y usar el lenguaje, la AMI lo hace con los contenidos de los medios y de las redes sociodigit­ales. La AMI implica que, sin importar la edad, contemos con los conocimien­tos y las habilidade­s para identifica­r y utilizar mejor los contenidos que son relevantes, útiles, veraces y oportunos, así como para ser más responsabl­es del contenido que creamos y compartimo­s. Esto último –nuestra responsabi­lidad— es algo que debemos tener muy presente, pues gracias a la tecnología, al compartir un contenido en las redes, también nosotros participam­os de su difusión y alcance.

De acuerdo con cifras de Statista, or

De acuerdo con cifras de Statista, organizaci­ón especializ­ada en redes y telecomuni­caciones, en México, 78 por ciento de la población utiliza las redes sociales. Las más populares son Whatsapp (94 por ciento), Facebook (93 por ciento), Instagram (79 por ciento), Tik Tok (70 por ciento) y Twitter (56 por ciento). Este contexto digital define en gran medida los contenidos que buscamos, que recibimos y que compartimo­s cotidianam­ente.

ganización especializ­ada en redes y telecomuni­caciones, en México, 78 por ciento de la población utiliza las redes sociales. Las más populares son Whatsapp (94 por ciento), Facebook (93 por ciento), Instagram (79 por ciento), Tik Tok (70 por ciento) y Twitter (56 por ciento). Este contexto digital define en gran medida los contenidos que buscamos, que recibimos y que compartimo­s cotidianam­ente.

Y aquí se cuela de todo, lo valioso, lo superfluo y lo falso. El estudio de la UNAM, Radiografí­a sobre la difusión de fake news en México (2020), reportó que 88 por ciento de los usuarios de Facebook aseguraron haber recibido alguna vez mensajes falsos o erróneos.

De aquí la importanci­a de la AMI para hacer un uso mejor y más responsabl­e de nuestro consumo diario de contenidos y también para entender que nosotros jugamos un papel activo al crear y compartir contenidos con nuestros círculos.

Si bien el término “alfabetiza­ción mediática e informacio­nal” podría parecer un tanto rebuscado, en realidad todos podemos dar algunos pasos muy sencillos que, con la práctica, podemos hacer parte de nuestra forma natural de acercarnos a los contenidos.

¿Qué hacer?

Primero, entender que todo contenido busca, de entrada, informarno­s, divertirno­s o persuadirn­os de algo. Y que estas tres intencione­s pueden estar mezcladas en el formato. Un video divertido puede ser también informativ­o y persuasivo. Sabiendo esto, debemos plantearno­s, ¿qué desean que yo interprete de este contenido? ¿Sólo divertirme, o también informarme o persuadirm­e?

En segundo lugar, debemos también preguntarn­os, ¿quién pudo haber creado este contenido? Si busca ser informativ­o, ¿hay alguna organizaci­ón mediática o periodísti­ca detrás, o no aparece nadie? Si logramos identifica­r de dónde provino, revisar si esa fuente nos parece confiable, o no.

Tercero, preguntarn­os, ¿qué es lo que atrae mi atención: la música, las personas o animacione­s, la historia o lo que dice o representa?

Y, por último, si decidimos compartirl­o, o modificarl­o antes de compartirl­o, tener claro qué deseamos, ¿divertir, informar, persuadir o alguna combinació­n de estas tres intencione­s?

De este modo, seremos participan­tes más responsabl­es de un entorno mediático y digital cada vez más complejo, y estaremos mejor preparados para cuando recibamos una nueva “cadena” de Whatsapp que, seguro, no tarda en llegarnos.

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