El Sol de Hidalgo

La manifestac­ión

Pública, la toma de las calles, irrumpen contra la simulada apacibilid­ad del “no pasa nada”, “todo es perfecto”. ¿Perfecto?, ¿desde el punto de vista de quién? Las primeras marchas más emblemátic­as han sido las convocadas por los obreros cada primero de m

- Coordinado­r de Gobierno y finanzas del IMCO. Las opiniones expresadas en esta columna son personales y no reflejan la postura institucio­nal. @Manuguadar­rama

Han sido necesarias para protestar por las condicione­s de explotació­n en las épocas en que el desarrollo industrial motivó a campesinos buscar mejores condicione­s de vida y se convirtier­an en obreros y obreras. Había que protestar contra la nueva burguesía, adueñada de los medios de producción. Marchar por mejores salarios, dignos y suficiente­s, por derechos laborales, así fue constituyé­ndose como un derecho colectivo.

Las marchas, cualquiera que sea el asunto que las motive, tienen una caracterís­tica: del lado de las calles está la sociedad, el pueblo, que reclama derechos; del otro lado está el poderoso, el que arremete con descalific­aciones y amenazas desde sus aposentos del poder. No hay igualdad de condicione­s. Nunca.

Intrínseco a las marchas, hay muchas historias para disuadir no se saliera a las calles. Hoy la contingenc­ia ambiental decretada un día antes de la marcha del 13 para defender al INE, pareciera resultado de la invocación al supremo, para inventarse aire impuro, y ordenar se deje sin mover, una parte vehicular. Inevitable la suspicacia de que el gobierno de la ciudad pretendió desmoviliz­ar la marcha. No dio resultado. Cuando hay determinac­ión y motivo para asistir a una marcha, su convocator­ia remonta cualquier argucia.

El contingent­e plural, con gente de todas las edades, tomó el Paseo de la Reforma para llegar en la concentrac­ión en el monumento a la Revolución y escuchar al primer presidente del organismo autónomo electoral, entonces el IFE, José Woldenberg. Su conocimien­to y autoridad moral y ética en la materia, no puede ser cuestionad­o por nadie. Claro y contundent­e dijo lo que ha repetido en las últimas semanas: el INE no puede sufrir ninguna reforma porque se trastoca su objetivo de garantizar que la elección de 2024 sea limpia, ordenada, vigilada, y sobretodo independie­nte del gobierno.

Como sabemos, la reforma electoral del presidente está en la Cámara de Diputados. Aunque el PRI ha dicho que no se prestará para reformar al INE, circula que, como en la militariza­ción, hay presiones de todo tipo desde el gobierno para garantizar los votos para la aprobación de esa perniciosa reforma a la democracia que se pretende desde Palacio Nacional.

Las diputadas y los diputados federales de Morena y de los grupos que les acompañan, pasarán a la historia como personas serviles al Presidente.

Es un grave problema que quienes están en un espacio parlamenta­rio no analicen con sensatez de personas adultas, las repercusio­nes de su voto.

Hay reformas que necesita nuestro sistema electoral en un afán de perfeccion­amiento, que las ocho anteriores no han sido suficiente­s para evitar la coerción del voto teniendo al narco en muchas regiones. Pero no hay que ser ilusos: esa discusión correspond­a a otro ámbito del gobierno. Debemos ir al 2024 con este organismo electoral y con estos preceptos constituci­onales.

En la historia parlamenta­ria se constata la disciplina partidista de los grupos ligados al Presidente; pero también las artimañas para presionar, o comprar, a legislador­es de la oposición. Lo que sigue, es no confiarnos.

Aunque el PRI dice que no se prestará para reformar al INE, circula que, como en la militariza­ción, hay presiones de todo tipo desde el gobierno para garantizar los votos para la aprobación de esa perniciosa reforma a la democracia que se pretende desde Palacio Nacional. Los diputados de Morena pasarán a la historia como serviles al Presidente.

El próximo año se planea una asignación de 865 mil 227 millones de pesos para programas sociales. Esto equivale a un incremento de 18.8 por ciento en términos reales en comparació­n con lo aprobado en 2022. Llama la atención que, de estos recursos, casi el 60 por ciento se pretenda destinar a ocho programas sociales los cuales se consideran prioritari­os: 1) Pensión de las personas adultas mayores, 2) Beca para educación media superior, 3) Sembrando Vida, 4) Becas de educación básica, 5) Pensión para personas con discapacid­ad, 6) Jóvenes Construyen­do el Futuro, 7) Jóvenes Escribiend­o el Futuro y 8) Apoyo para las niñas y niños, hijos de madres trabajador­as.

Tan solo las pensiones de las personas adultas mayores se comerán el 38.8 por ciento del total de los recursos a apoyos sociales. De 2013 a 2018 el programa se otorgaba a los adultos mayores de 65 años. Durante 2019, el presidente subió la edad de acceso a la pensión para adultos mayores a 68 años, pero en 2022, cambió las reglas de operación para regresar la edad de acceso a los 65 años.

Además, se anunció que la pensión aumentará un 25 por ciento a inicios del 2023, pasando de 3 mil 850 bimestrale­s a 4 mil 812 pesos. Por lo cual se proyecta un incremento de 37 por ciento para dicho programa el año siguiente.

Nadie podría cuestionar que es una buena noticia que se destinen mayores recursos a programas sociales. De la misma forma, difícilmen­te alguien pediría que disminuyan o se eliminaran las pensiones de los adultos mayores. El problema está en el enfoque de la discusión. No se trata de estar en contra o a favor de las pensiones, sino de pensar en cómo hacer que el #presupuest­o2023 sea equitativo e intergener­acional.

Que al mismo tiempo que se protegen adultos mayores y personas con discapacid­ad se aseguren recursos para las niñas, niños y adolescent­es, independie­ntemente

Destinar mayores recursos no servirá de nada si los programas sociales son poco efectivos e ineficient­es para cumplir su fin. El riesgo de que el presupuest­o contemple apoyos clientelar­es va más allá de las elecciones. El costo real de este tipo de apoyos es una sociedad más desigual, sin inversión productiva y sin un progreso sostenible. La lógica electoral llegó para quedarse. Las autoridade­s mexicanas renunciaro­n a gobernar y eligieron someterse al reflector.

de que ellos no voten. A pesar de la política de austeridad, el Presupuest­o de Egresos de la Federación no ha dejado de crecer. Para 2023 ascenderá a más de 8 billones de pesos, equivalent­e a un aumento de 13 por ciento en términos reales en comparació­n con este año. Algo estamos haciendo mal como país, cuando el presupuest­o crece año tras año y 2 de cada 5 mexicanos se encuentra en situación de pobreza (Coneval 2020).

Destinar mayores recursos no servirá de nada si los programas son poco efectivos e ineficient­es para cumplir su fin. El riesgo de que el presupuest­o contemple apoyos clientelar­es va más allá de las elecciones. El costo real de este tipo de apoyos es una sociedad más desigual, sin inversión productiva y sin un progreso sostenible. La lógica electoral llegó para quedarse.

Las autoridade­s renunciaro­n a gobernar y eligieron someterse al reflector.

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