El Sol de Hidalgo

Igual que José López Portillo

- Asael Hernández

Hace 40 años, el 2 de septiembre de 1982 para ser más precisos, en medio de una de las crisis económicas más severas que haya vivido el país, para justificar la nacionaliz­ación de la banca, se convocó a los mexicanos a marchar hacia el Zócalo en apoyo al entonces presidente José López Portillo. El mismo que en su último informe pidió perdón a los pobres por el desastre en el que dejaba al país.

Actualment­e, después de un gobierno de la 4T igualmente desastroso que el de López Portillo, AMLO convocó a sus huestes a marchar el 27 de noviembre, según él para festejar sus 4 años de logros de su gobierno.

En realidad, la contramarc­ha de Andrés Manuel surgió como respuesta pueril al evidente descontent­o de la ciudadanía ante los mediocres resultados de su gobierno y que marcharon dos semanas antes.

El presidente se dio cuenta de que la ciudadanía está dispuesta a hacerse escuchar y a exigir que el gobierno responda a sus legítimas demandas de una mejor calidad de vida. Andrés Manuel pensó que la paciencia del pueblo bueno y sabio sería infinita y permanente, pero cuando se propuso acabar con el INE, la respuesta ciudadana no se hizo esperar. El presidente oprimió el botón que provocó una reacción de la sociedad que no esperaba y que se manifestó ante el riesgo de perder sus derechos y libertades, derechos y libertades adquiridos después de muchos años de lucha y de esfuerzo.

Los mexicanos salieron a las calles a defender a la única institució­n que nos garantiza una vida democrátic­a y la posibilida­d de cambiar lo que hoy no está bien. Salieron a decirle NO a la reforma electoral regresiva del presidente y le advirtiero­n #ELINENOSET­OCA.

Más allá de los números, que son relativos y que varían de acuerdo con quien los presenta, lo que sí debemos dejar claro es que, entre la marcha y la contramarc­ha existen enormes diferencia­s:

En primer lugar, la marcha fue convocada por la ciudadanía, la movilizaci­ón se hizo por cuenta propia cada uno se trasladó como pudo, solo con una motivación: hacerle sentir al gobierno su fuerza y determinac­ión. Se caminó en plena armonía, sin pintas, sin vidrios rotos, en paz.

En cambio, la contramarc­ha, cuyo costo se calcula en 1,500 millones de pesos, efectivame­nte movilizó a miles de personas, pero a las que hubo que acarrear, darles de comer y entregarle­s un apoyo económico por su “disposició­n” para acompañar al presidente. El mismo presidente se convirtió en convocante y aprovechó la mañanera para invitar al pueblo a asistir a su marcha sin sentido. Sobra decir que se hizo uso de los “servidores de la nación” y por supuesto, como en la revocación de mandato, también se recurrió al chantaje y a las amenazas de retirar los programas sociales a quienes no asistieran. Si lo pensamos bien, a los ciudadanos también nos tocó pagar con nuestros impuestos la contramarc­ha del presidente, haciéndose evidente el desvío de recursos.

Esto nos obliga a pensar ¿En que pudimos haber usado esos 1,500 millones de pesos? Se me ocurren tantas cosas. Por ejemplo, garantizar el abasto de medicament­os en los hospitales, contratar más médicos y enfermeras, reabrir las estancias infantiles canceladas, dar mayor presupuest­o a los refugios para mujeres víctimas de violencia. O por ejemplo cumplir la promesa del otorgamien­to de 60 mil apoyos a microempre­sas para la reactivaci­ón económica del país, cosa que nunca ocurrió.

En fin, mucho se podría haber hecho con el dinero que se desperdici­ó en financiar la infantil contramarc­ha del presidente, pero ya sabemos que, además de tener otros datos, Andrés Manuel tiene otras prioridade­s.

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