El amante de Elvis que también amó la opulencıa
JOHN LENNON FORJÓ SUS CIMIENTOS MUSICALES POR LA INFLUENCIA DEL REY DEL ROCK, PERO SU LEGADO SE BASÓ, SOBRE TODO, EN LA EXPERIMENTACIÓN. TAMBIÉN, FUE UN PACIFISTA QUE VIVIÓ RODEADO DE EXTRAVAGANCIAS
Las gafas de pasta más icónicas del siglo XX escondían no sólo al muchacho que abandonaron sus padres o al artista que declaró que lo único que necesitaba el mundo era amor: también ocultaban la cara más extravagante de The Beatles.
Según cuenta el periodista británico Philip Norman en su libro Paul Mccartney. La biografía (2016) —la única autorizada por Paul—, The Beatles se dieron una vida de lujo durante sus últimos años como grupo. Y esto, en gran medida, gracias a las exigencias de John y Yoko, quien provenía de la aristocracia más conservadora de Japón.
“Cada vez que se suponía que John y Yoko vendrían, había que comprar caviar beluga en la tienda Fortnum & Mason de Piccadilly”, cuenta el escritor Barry Miles en la biografía de Paul. “En una ocasión en que la pareja no se presentó en el momento acordado, las dos cocineras fijas del restaurante donde estábamos untaron todo el caviar en una sola ración de tostadas y se lo comieron”.
La vida de John Lennon cambió drásticamente cuando conoció a Yoko, quien desde muy pequeña estuvo acostumbrada a un ambiente de sofisticación. Su padre, Eisuke Ono, era descendiente de una línea de samuráis cuyos orígenes se remontan al siglo IX. Su madre, Isoko, era heredera de la fortuna de los Yasuda, uno de los clanes de banqueros más poderosos del Japón imperial, y antecesores de lo que hoy es Mizuho Financial, el banco más grande por activos del mundo, según The Wall Street Journal. La nobleza nipona fue la puerta de entrada para que el chico de clase obrera de Liverpool conociera la opulencia.
En la biografía de Paul Mccartney también se cuentan los hábitos ostentosos de The Beatles, de los cuales gozaban los empleados, desde técnicos e ingenieros hasta mensajeros: los viajes siempre eran en primera clase, se pedían limosinas en lugar de taxis, las comidas se hacían en los mejores restaurantes y todo cargado a la cuenta de los Fab Four. “Creían que las arcas de los Beatles no tenían fondo”, dice Norman.
“Fue muy influyente para la música, pero
su figura como artista fue de gran importancia también para toda la
sociedad”
VÍCTOR ROSAS
GRUPO MORSA
Otro ejemplo de la extravagancia de Lennon fue una fiesta que organizaron en Londres para los Hells Angels, el club de motociclistas más popular de la época y hoy considerado una organización criminal por el Departamento de Justicia de Estados Unidos.
El primero en conocer esa cofradía fue George Harrison durante un viaje a California. Los convenció de viajar a Inglaterra y les prometió que iban a tener las mejores noches de su vida. Y así fue. Según recuerda Norman, todos se quedaron en la lujosa propiedad ubicada en el número 3 de Savile Row. Llegaron en sus motocicletas y, tal como se esperaba, aterrorizaron a todo el edificio durante una semana, consumieron comida y alcohol en cantidades industriales y acosaron sexualmente a las secretarias de Apple Records, todo bajo la protección de The Beatles.
Después de esas farras que duraban varios días, la pareja más famosa del mundo aprovechaba para irse a descansar a su mansión de Surrey, en el suroeste de Inglaterra. El inmueble fue valuado en 2017 en casi 10 millones de euros. Y no en vano. La propiedad fue construida en un terreno de poco más de seis mil metros cuadrados en St George’s Hill Estate, una de las zonas más elitistas de la sociedad británica. Allí se encuentran algunos de los mejores clubs de golf y tenis de Reino Unido, así como grandes extensiones de regiones arboladas. La casa tiene seis habitaciones con baño propio, estancias con acabados de lujo, una gigantesca cocina, chimeneas por doquier y un hall larguísimo donde John y Yoko recibían a sus visitas más distinguidas.
Y a eso hay que sumar otra propiedad que tuvo Lennon, la mansión en Palm Beach, Florida, cuyo valor ronda los 48 millones de dólares. Por la estancia se respiran los mármoles más finos distribuidos en siete habitaciones, nueve baños, varias estancias y dos albercas con vistas al mar. Bajo candelabros de colección y entre muebles de diseño, caminaban de la mano John y Yoko, quienes se refugiaban allí para esconderse de la bulliciosa Nueva York donde hacían sus manifiestos en pro de la paz y el amor.