RICKY EL IMPACIENTE
Ricky es un niño de ocho años, le encanta tener amigos y pasar tiempo jugando con sus primos, el problema es que no sabe tener paciencia; cuando su mamá lo lleva al supermercado a comprar alimentos el pequeño llora y hace berrinches porque siempre quiere que le compren sus golosinas favoritas.
–Ahora no puedo comprarte los dulces que te gustan porque no tengo el dinero suficiente, debemos esperar hasta el final de mes– dice la madre.
Como siempre sucedía, el niño empezó a llorar y a pedir una y otra vez una golosina, pero su mamá se mantuvo firme y no se la compró; antes de llegar a casa pasaron por la tortillería y la señora se detuvo en la fila.
Ricky intentó saltarse a las demás personas y se colocó en el primer sitio porque no quería esperar.
–Hijo tienes que aprender a esperar porque…
Pero como Ricky no tenía paciencia para escuchar la explicación de su mamá, la interrumpe y de nuevo hace berrinche gritando que quiere ser el primero.
–No, esperar no, yo quiero que nos den las tortillas ahora.
La mamá se puso triste, lo tomó de la mano y se salió de la fila, caminó rumbo a su casa, la señora se sentía avergonzada porque todos vieron lo que hizo Ricky.
Cuando llegaron, el pequeño le dijo: –Quiero comer rápido, a lo que ella respondió: –Aún no está lista la comida, hay que esperar unos minutos para que la prepare.
–No, no quiero esperar unos minutos. Después de un tiempo, la madre estaba cansada del comportamiento de Ricky, habló con el padre y le dijo: –No es posible continuar así, nuestro hijo debe aprender a esperar, las cosas no pueden ser cuando y como él quiere, tampoco debe hacer berrinches cada vez que no se cumple lo que desea.
Ese día llegó la abuela a casa y al ver la situación le dijo: –Ricardo debes aprender a tener paciencia.
–¡No, no tengo paciencia!
¿Qué es la paciencia?
La sabia mujer le respondió:
–La paciencia es estar lleno de amor y ser una persona respetuosa con uno mismo y con los demás, cuando aprendemos a esperar, estamos amando a los demás y también a nosotros mismos, hay cosas que no podemos cambiar y debemos ser tolerantes porque esto significa ser mejores personas.
–¿Quieres ser una buena persona? –Preguntó la anciana.
–¡Sí quiero!, dijo el niño.
Desde entonces, Ricky aprendió a esperar, el consejo de su abuela fue sabio y ahora hace fila al lado de su madre y no se desespera porque las cosas no suceden cuando él quiere.