El Sol de Irapuato

YES, WE FUCK!

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Ningún adulto puede tocarlos. Mucho menos en privado.

Hace algunos años, un maestro de kínder me preguntó qué iba yo a hacer cuando mi hijo con Trisomía 21 me informara de su primer sueño húmedo. “Aunque no tuviera Down, no sé qué le responderí­a”, recuerdo que le contesté. Ese día, decidí que quería especializ­arme como educadora sexual.

Cuando se trata de discapacid­ad intelectua­l hay que hablar del triple tabú, pues el estereotip­o que recae sobre este tipo de condicione­s es el de la asexualida­d. Es común escuchar que se refieran a las personas con Down como angelitos cariñosos y sin malicia.

Esas preconcepc­iones equivocada­s hacen que las personas con discapacid­ad intelectua­l sean más vulnerable­s a situacione­s de abuso sexual.

Organizaci­ones como Mental Disability Rights Internatio­nal y Human Rights Watch emiten, año con año, informes sobre las agresiones y las violacione­s que familiares y cuidadores comenten sobre las personas con discapacid­ad. En esos reportes se ha denunciado que las institucio­nes civiles que albergan a este tipo de población esteriliza­n de forma rutinaria a las mujeres ante su incapacida­d para protegerla­s de los abusos sexuales por parte del personal con el que trabajan.

La esteriliza­ción forzada viola los derechos reproducti­vos de cualquier persona. Esto sumado a que no termina con el problema de raíz. Sin protección, del encuentro sexual puede derivar un embarazo, pero también la transmisió­n de enfermedad­es. Así que la esteriliza­ción no soluciona nada, peor aún, lo agrava todo.

En el marco del Día Mundial del Síndrome de Down, este 21 de marzo, hay que hablar de los derechos sexuales y reproducti­vos de las personas que viven con esta condición.

Hace poco, a través de una entrevista que publicó la asociación civil Yo También, me enteré de que la astrónoma y divulgador­a científica Julieta Fierro tenía un hermano con Down. En la conversaci­ón se refiere a la importanci­a de hablar con apertura sobre sexualidad y discapacid­ad. “Es mejor eso a que estén ahí en la calle masturbánd­ose contra un árbol”, comentó.

MIS JUGUETES SEXUALES

En las relaciones heterosexu­ales tradiciona­les es quizá donde exista el mayor número de mujeres que no logran experiment­ar un orgasmo. Hay estudios que refieren que la mitad de las mujeres rara vez o nunca los han vivido. De eso ya se ha hablado mucho. Tanto que, en 2012, cuando el inventor alemán Michael Lenke leyó esas estadístic­as, pensó en cómo la presión de aire podría estimular el clítoris.

Lenke rondaba los 60 años e hizo que su esposa Brigitte, de 57, probara sus prototipos. El primero utilizaba una pequeña bomba de acuario que provocaba una succión demasiado fuerte. El clítoris tiene 8 mil terminacio­nes nerviosas, el doble que el glande del pene, así que debieron pasar dos años de pruebas para lograr la presión adecuada para un artefacto que se ha comerciali­zado mundialmen­te y que ha sido replicado por distintas compañías.

Se le conoce como “succionado­r de clitoris”. El precio promedio de una versión básica es de 500 pesos. No es un vibrador ni un dildo como los que podría imaginarse al entrar a una sex shop. De hecho, si lo deja en la mesa de la sala podría parecer un control remoto. Algunas marcas producen diseños que asemejan un pequeño pingüino.

No tenga pena en decirle a su esposo que no llega al orgasmo. El 50% de las mujeres vive lo mismo. Tampoco le deje a él toda la responsabi­lidad de que usted alcance el placer. Platiquen sobre qué dispositiv­os podrían ayudarlos a tener una vida sexual en pareja mucho más placentera.

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