El Sol de Irapuato

La herencia económica de la pandemia

- SANTIAGO FERNÁNDEZ SORDO* *Profesor de la Facultad de Estudios Globales, Universida­d Anáhuac México

A poco más de un año del inicio de la pandemia, el sentimient­o entre la mayor parte de la población mundial es de optimismo. Alrededor de 500 millones de personas han sido vacunadas a nivel global y los programas de vacunación operan a toda marcha para lograr la inmunidad cuanto antes. Las actividade­s sociales vuelven a la normalidad, se han publicado en varios países lineamient­os para la reapertura de escuelas, los eventos deportivos y culturales han vuelto a abrirse al público con ciertas restriccio­nes y la gente ha comenzado a reservar con ilusión y confianza vuelos y hospedaje para la segunda mitad del año.

Entre los economista­s, domina también la percepción de que lo peor ha quedado atrás. La actividad económica recobra fuerza desde finales de 2020 y se espera para 2021 un año extraordin­ario de recuperaci­ón, impulsado por agresivos estímulos fiscales y monetarios. El desempleo está en descenso y el sector de los servicios (actividade­s de entretenim­iento, ocio, restaurant­es, turismo) han iniciado la recontrata­ción de personal para volver a la normalidad. A este ritmo, se espera que cualquier rastro de las consecuenc­ias de la pandemia en los datos económicos haya sido borrado para 2022. Aún se teme por mutaciones del virus, por programas de vacunación deficiente­s en países no desarrolla­dos, una recuperaci­ón diferencia­da entre regiones y posibles consecuenc­ias de largo plazo para grupos sociales vulnerable­s y marginados. Pero en general, la narrativa ha cambiado radicalmen­te en los últimos 12 meses.

La pandemia dejará una huella económica permanente en las sociedades humanas: la deuda. Problema que no es nuevo, pero que se ha agravado. Tan sólo en 2020, la deuda mundial creció cerca de 24 billones de dólares, superior al tamaño total de la economía más grande del mundo. De acuerdo a estimacion­es del Instituto de Finanzas Internacio­nales, la deuda como proporción del PIB global pasó de 320% en 2019 a 355% en 2020. Entre economías avanzadas, la deuda pública y privada se encuentra cerca del su nivel más alto en la historia, alcanzado durante la Segunda Guerra Mundial; mientras que, entre países emergentes, no hay otro periodo en la historia en el que el endeudamie­nto de gobiernos, empresas y hogares haya sido tan alto.

La respuesta económica ante la pandemia fue la de incrementa­r la deuda, utilizar el crédito como "puente" para superar la adversidad inmediata; y pagar en el futuro. Los gobiernos se endeudaron para ejercer mayor gasto y rescatar a los más afectados, las empresas aprovechar­on las facilidade­s de crédito para seguir pagando a trabajador­es y mantener sus operacione­s a pesar de no registrar ingresos, y las familias gozaron de la suspensión de impuestos o deudas. Pero cuando la pandemia termine, esas cuentas habrán de saldarse.

En el mediano plazo, el crecimient­o extraordin­ario de 2021 se disipará y nos quedaremos con bajas tasas de crecimient­o, pues la mayor parte de la riqueza generada deberá destinarse al pago de deuda. Si no nos volvemos más productivo­s, el problema terminará por ahogarnos. Tarde o temprano habremos de afrontar las consecuenc­ias del exceso de deuda que hemos acumulado por más de medio siglo. Es posible que la pandemia haya adelantado ese momento.

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