Elecciones y violencia
Destacados especialistas de la UNAM y del ITAM advirtieron hace días que el gobierno federal, el de los estados del interior del país y las policías municipales son instituciones débiles para enfrentar la creciente y alarmante violencia -agresiones y homicidioscontra políticos y candidatos a cargos de elección popular, lo cual amenaza gravemente la estabilidad de las elecciones. Situación dramática que afecta directamente a la democracia y a la función primordial del Estado, poniendo en riesgo la gobernabilidad del país.
Pero lo que realmente alarma sobremanera, y no lo señalan esos especialistas, es la posibilidad de que el día de las elecciones haya violencia en las casillas donde el pueblo votará. Si hasta hoy han sido víctimas de la violencia políticos y candidatos, imagínese usted si en México son abatidos los electores. Con uno solo bastaría y sobraría para sembrar el pánico y entorpecer definitivamente el proceso; no obstante todo indica que el gobierno no lo tiene previsto, porque la vigilancia del ejército y de la policía es a todas luces insuficiente (lo vemos cotidianamente a lo ancho y largo del país). En la hipótesis el riesgo existe y es muy grande.
Ahora bien, la advertencia de los especialistas es para políticos y candidatos, omitiendo al primer actor de las elecciones, al personaje central, que es el pueblo que elige, elector supremo, depositario de la soberanía nacional y de quien dimana todo poder público. ¿Es un blanco para desestabilizar? Para la delincuencia por supuesto que lo es. ¿Qué hacer? ¿Abstenerse de votar? Eso sería renunciar a un derecho y deber ciudadano sin el que no es concebible la democracia, y sería igualmente un golpe mortal a la sociedad en la que convivimos. No hay pues sino dos caminos, o se vota o no se vota ante el posible peligro y riesgo creciente de asistir a las urnas de votación. Planteado así el asunto es un dilema muy claro y yo opto por votar tomando todas las precauciones, dadas las circunstancias. A eso nos ha conducido lo que sucede en México. Incluso el gobierno ya ha aducido, si la memoria no me falla y desde sus más altos niveles, que habida cuenta de la violencia criminal los ciudadanos debemos participar en nuestra defensa, es decir, prevenir, ser cautos y prudentes.
En suma, México vive uno de los momentos más complejos, dramáticos y difíciles de su historia. El enemigo de afuera,
tan frecuente en nuestra larga trayectoria de vida como nación, hoy está dentro, en nuestro cotidiano vivir y convivir. Nos guste o no es uno de nosotros. Sacarlo, aplacarlo, combatirlo en nuestra casa común es un reto enorme, gigantesco. La defensa de la integridad moral del país depende de cada ciudadano. De hecho la ejercemos, o tratamos de ejercerla, cada tres años mediante las elecciones. Pero lo que hoy sucede es inaudito. Es como si un pedazo de patria, el propio, dependiera nada más de nosotros, de nuestra templanza y carácter. Demostrado queda plenamente que ni la policía ni el ejército han logrado vencer al enemigo. Sin embargo bien que mal los ciudadanos tenemos una oportunidad, a saber, mantener y conservar encendida la flama de la democracia, única, que aún débil puede iluminar en medio de las sombras. Hoy se pregunta la gente si valdrá la pena votar con todos los riesgos y peligros que ello implica. Depende y dependerá de la conciencia de cada quien, porque la eficacia y fuerza de la pasión patriótica encuentra su primera expresión en la libertad. Pero que conste, la libertad se conquista por medio de una firme voluntad. La pregunta es si queremos ser socialmente libres, pero nunca como dádiva. Votemos, pues.
México vive
uno de los momentos más complejos, dramáticos y difíciles de su historia. El enemigo de afuera, tan frecuente en nuestra larga trayectoria de vida como nación, hoy está dentro, en nuestro cotidiano vivir y convivir.