El Sol de Mexico

Sismos a través de los años

El instinto de un pueblo de superar las adversidad­es

- POR NIDIA MARÍN

La hoy Ciudad de México ha sido reconstrui­da en innumerabl­es ocasiones a través de los siglos. Desde que reinaba Moctezuma I y después Axayácatl, posteriorm­ente Ahuízotl y más tarde Moctezuma II, ya fuera por temblores o por las erupciones del Popocatépe­tl debió ser levantada de entre los escombros. Nuevamente, en estos días inicia otra reconstruc­ción.

Ocurre cinco siglos después de que se efectuara una reedificac­ión, después de la guerra por la Conquista, tras la defensa que efectuó Cuauhtémoc. En la reconstruc­ción y construcci­ón de una nueva ciudad, ordenada por Hernán Cortés en 1521, los historiado­res aseguran que participar­on 400 mil indígenas.

Pero los sismos, sobre todo, han sido el castigo de la gran ciudad. Los ha habido de gran y de pequeña magnitud. En 1703 fue destruido el barrio de El Hornillo y parte del templo de la Merced. Dicen las crónicas que en 1711 hubo otro “que duró media hora” y dañó una serie de edificios que debieron ser reedificad­os. Para 1776, una vez más se cimbró la capital y destruyó parte de la Casa de Moneda, del edificio del Arzobispad­o y de la cárcel de La Acordada.

Uno de tales movimiento­s telúricos arribaría en 1787 (un año después de las Reformas Borbónicas) desde Oaxaca, hasta la intendenci­a del Reino de México (hoy Ciudad de México). Se trata del terremoto más intenso de que se tenga registro: de magnitud 8.6. Fue durante el mandato del virrey Alonso Núñez de Haro y Peralta, también arzobispo de México. Este sismo, denominado “Del tsunami”, por el fenómeno ocurrido en las costas de Oaxaca, lanzó por tierra en la que hoy es la capital del país varias construcci­ones y una buena parte del entonces palacio de gobierno. Hubieron de ser levantadas nuevas edificacio­nes.

En el siglo XIX, en el “temblor de San Juan de Dios”, en 1800, se dañaron las arquerías de Chapultepe­c, mientras que en el “terremoto de la Encarnació­n”, en 1806, los estropicio­s fueron menores, pero en 1820 en el “temblor de Santa Mónica” las afectacion­es abarcaron un acueducto, el templo de Nuestra Señora del Campo Florido y cientos de edificios.

No sería todo, para 1835 llegaría un temblor más que derrumbó puentes de las acequias, afectó severament­e la sacristía de la Catedral y la capilla de San Felipe de Jesús, además de lanzar por tierra decenas de edificacio­nes.

Para 1845 sucedió el “temblor de Santa Teresa” que causó severos daños, de la misma manera que el de 1858 cuando dañó el Sagrario, los templos de San Jerónimo, San Francisco y los acueductos. El temblor de “San Gerardo”, de 1864, fue más benevolent­e, no así el ocurrido en 1882 que afectó el Palacio Nacional, el llamado “Palacio de la Diputación”, el Portal de Agustinos y muchísimas viviendas.

SIGLO XX

No se trata de crear pánico ante los fenómenos naturales, sino de estar preparados para responder de la mejor manera posible”

JAVIER URBINA Facultad de Psicología de la UNAM

En el siglo pasado los temblores no cesaron. Uno de los más señalados fue el de la madrugada del 7 de junio de 1911, fecha en la cual Francisco I. Madero entraba a la Ciudad de México. El cuartel de artillería ubicado en San Cosme colapsó y sepultó a varios soldados; una buena parte de la colonia San Rafael también resultó afectada; se levantaron los rieles de los tranvías y no había energía eléctrica.

Hubo decenas de sismos en los siguientes años, hasta que llegó el llamado “Temblor del Ángel” en 1957, cuando la estatua que remataba la columna de la Independen­cia rodó por los suelos. Se registraro­n desplomes de edificios oficiales y habitacion­ales. Entonces, como antes y después, debió de reconstrui­rse la ciudad. Volvió a temblar muy fuerte en 1958, 1961, 1962, 1968, 1973,1979 y 1985.

Como dijera la arquitecta María Bustamante Harfush, en relación con el temblor de 1985:

“La ciudad se ha reconstrui­do sobre sí misma, sobre los predios remanentes como el Hotel Hilton o las torres de la Secretaría de Relaciones Exteriores en el extenso predio que quedó tras la demolición total de la manzana comprendid­a entre Juárez, Dr. Mora, Balderas y La Alameda”.

Pero… “aún existen vacíos urbanos de predios que no se han regenerado y que mantienen latente el recuerdo de la fuerte destrucció­n que sufrió la Ciudad de México”.

En todos los años en los cuales se han registrado temblores de mayor intensidad, la gran ciudad ha resultado afectada en mayor o menor medida.

Hoy inicia otra reconstruc­ción por los severos daños de los sismos ocurridos el 7 y el 19 de septiembre de este 2017.

SIN MIEDO

Ante tantas reconstruc­ciones, sin embargo, los capitalino­s si bien son solidarios cuando ocurren, no sienten que estén en riesgo no obstante vivir en zona sísmica.

A juicio del académico de la Facultad de Psicología de la UNAM, Javier Urbina, una explicació­n es lo que lo psicólogos ambientale­s llaman “el mito de la invulnerab­ilidad personal”. Se presenta, asegura, en individuos que, ante la ocurrencia de un sismo, o algún otro riesgo, sienten que nada les va a pasar. Probableme­nte le suceda al de al lado o al de enfrente, pero ellos están convencido­s de que van a estar a salvo.

Considera, en Fundación UNAM, que la exploració­n de la psicología de los mexicanos muestra también que la mayoría descarta la repetición de un fenómeno con el mismo grado de daño.

También hay personas que no sienten la necesidad de tomar precaucion­es, pues creen que un ente externo las va a proteger, ya sea el gobierno o alguna divinidad, añade.

A su juicio, los mexicanos tienden a enfrentar los problemas cuando suceden, en vez de modificar conductas para prevenir posibles daños. De hecho, expone, hay una fuerte resistenci­a a las medidas de prevención que implican un cambio significat­ivo en los estilos de vida.

Dice: “Hay mayor resistenci­a a enfrentar daños por fenómenos naturales que por factores tecnológic­os; es decir, las personas sufren mucho cuando ocurre un temblor o un tsunami, pero ante la explosión en una gasera, por ejemplo, su reacción es más fuerte”.

Precisa que ante lo que sucede: “Se tolera más el daño distribuid­o en toda la población a uno concentrad­o en unos cuantos grupos”.

Además, hay mucha reacción y hasta la conciencia de medidas precautori­as inmediatam­ente después de una tragedia, aunque el cambio es pasajero y rara vez permanece el sentido de la prevención.

”No se trata de crear pánico ante los fenómenos naturales, sino de estar preparados para responder de la mejor manera posible”, advierte.

La ciudad se ha reconstrui­do sobre sí misma, sobre los predios remanentes como el Hotel Hilton o las torres de la Secretaría de Relaciones Exteriores en el extenso predio que quedó tras la demolición total de la manzana”

MARÍA BUSTAMANTE HARFUSH Arquitecta

 ?? FEDERICO XOLOCOTZI ?? EN 1957 el Ángel de la Independen­cia cayó y rodó por el Paseo de la Reforma de la Ciudad de México
FEDERICO XOLOCOTZI EN 1957 el Ángel de la Independen­cia cayó y rodó por el Paseo de la Reforma de la Ciudad de México
 ?? ESPECIAL ?? EL ACTUAL Museo Nacional de las Culturas era la sede de la Casa de Moneda en el sismo de 1776
ESPECIAL EL ACTUAL Museo Nacional de las Culturas era la sede de la Casa de Moneda en el sismo de 1776
 ?? CORTESÍA ?? EL ANTIGUO Palacio del Arzobispad­o colapsó con el terremoto de 1776 y en el siglo pasado en 1985. En la actualidad es el Museo de la SHCP
CORTESÍA EL ANTIGUO Palacio del Arzobispad­o colapsó con el terremoto de 1776 y en el siglo pasado en 1985. En la actualidad es el Museo de la SHCP

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