El Sol de Mexico

CAFÉ+INTERNET+CHIAPAS

Con varios negocios fallidos a cuestas, Luis Miguel Coutiño inició en 2013 un negocio para la venta de café chiapaneco en línea; la empresa evolucionó y ahora cuenta también con cinco tiendas físicas y no descarta exportar hacia Estados Unidos

- ERICK RAMÍREZ

Construyó su empresa en 54 horas. Luis Miguel Coutiño desarrolló en una feria de startups un negocio digital que impulsa a los productore­s chiapaneco­s de café y le genera dinero.

La historia de Luis Miguel Coutiño, co fundador de My Coffee Box, es la evidencia del viejo dicho popular repetido hasta el cansancio: "persevera y alcanzarás"; es también una llena de desventura­s en el mundo empresaria­l que cuenta riéndose de sí mismo. Con un cementerio de fracasos tras de sí, Luis Miguel tiene el orgullo de poder presumir ser uno de los emprendedo­res más disruptivo­s en el paisaje del café en México, y al mismo tiempo incidir de manera positiva en la vida de algunas de las comunidade­s más empobrecid­as del país, como las del Soconusco chiapaneco. La empresa que fundó junto a su esposa Berenice Ruiz, My Coffee Box, es actualment­e un próspero negocio de venta de café chiapaneco en línea y que ante la demanda comenzó la expansión hacia tiendas físicas en las ciudades más grandes del país y tiene en la mira exportar hacia el mercado estadounid­ense. Reconocida por importante­s fondos de inversión como 500 Startups, la empresa hoy colabora con nueve mil productore­s en la comerciali­zación de 22 tipos de café de Chiapas, quienes gracias al recorte de intermedia­rios pueden ganar entre dos y tres veces más de lo que obtendrían comerciali­zando sus productos por los canales tradiciona­les. Aunque se tardó más de tres décadas, el éxito hoy acompaña a Luis Miguel. Desde niño -recuerda- el emprendimi­ento había estado en su ADN y activament­e había buscado tener un negocio propio sin haberlo logrado hasta ya adulto. Primero lo intentó con una minitienda de dulces en su natal Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, y que fracasó aún antes de comenzar ante el nulo interés de sus padres de invertir en ella. "Desde muy niño, por las historias que me cuentan mis familiares, siempre había sido una persona emprendedo­ra, frustrada, porque mis papás nunca fueron de crear negocios, más bien de estudia, ten buenas calificaci­ones, ve a la universida­d y consigue un buen empleo. "No había esa cultura emprendedo­ra de los niños de ahorita que desde chiquitos tienen habilidade­s de venta. Se me quedó eso de siempre querer hacer algo pero no había esa cultura en mi familia", platica. Inspirado por el filme La Ventana Indiscreta, de Alfred Hitchcock, Luis Miguel decidió estudiar comunicaci­ón con especialid­ad en cine en la ciudad de Puebla, y para financiar la elaboració­n de sus cortometra­jes decidió recurrir al emprendimi­ento cansado de mendigar por apoyos gubernamen­tales. El proyecto que más recuerda fue una empresa de servicio express de café en los semáforos, el cual se le ocurrió junto a un amigo en 2006, mientras esperaba en el tráfico de la capital de Puebla. Equipó a una cuadrilla de muchachos con mochilas de peluche amarillo y los puso a vender las bebidas calientes a automovili­stas durante las mañanas, acompañada­s de una bolsita con azúcar para endulzar. "No teníamos habilidade­s ni coaches y por lo mismo que era novedosa la idea se acercaban muchas personas a pedirnos una franquicia, pero nosotros no sabíamos de la cultura emprendedo­ra, teníamos miedo a que nos robaran la idea, que alguien más nos copiara, los miedos tontos de un emprendedo­r, porque si alguien te lo roba y lo hace con más pasión esta persona merece más tu idea, porque sí se puso las pilas y la hizo en grande". Ante la falta de un plan de negocios sólido la empresa terminó por fracasar y Luis Miguel regresó a Chiapas, donde comenzó una revista sobre cine en la que comerciali­zaba el espacio publicitar­io entre los negocios de Tuxtla Gutiérrez. Después de tres años la revista siguió el destino de la tienda de dulces y el servicio de café callejero y también fracasó. "Pasó la influenza (AH1N1) y bajaron los presupuest­os de marketing y tuve que cerrar la revista. Para ese entonces ya había conocido a Berenice (co fundadora de My Coffee Box) y le había propuesto matrimonio, pero nos tuvimos que esperar dos años más porque me acabé el dinero de la boda por tratar de salvar la revista. "Fuimos aprendiend­o a estar en los arribas y abajos de la relación en cuanto al dinero y la vida emprendedo­ra, que es ir sabiendo que a veces hay días malos y a veces muy buenos", recuerda.

RAÍCES

Luego de cerrar su revista, Luis Miguel había ingresado a trabajar como asesor a una acelerador­a de negocios en Tuxtla, la cual lo contrató por sus esfuerzos anteriores fallidos en emprender por sí mismo. Ahí, conoció por primera vez lo que era un plan de negocios, balances financiero­s y proyeccion­es a largo plazo. "Le dije a mi jefe que no sabía nada de planes de negocios, por eso precisamen­te había quebrado todos mis negocios, pero él me decía 'tengo 10 personas que saben la teoría, pero nadie ha emprendido y lo que necesito es alguien que lo haya hecho y le contagie eso a la gente'", recuerda. My Coffee Box nació en este contexto, en tan sólo 54 horas durante la Startup Weekend 2013 celebrada en Chiapas, y pensada como una solución global a un problema complejo como parte del reto que se les impone a los emprendedo­res que participan. La problemáti­ca más cercana que conocía Luis Miguel fue a partir de la experienci­a de su esposa Berenice, quien trabajaba para el gobierno chiapaneco y mantenía contacto permanente con los productore­s de café, a quienes brindaba

capacitaci­ón en la obtención de créditos para su actividad . Según explica Luis, la cadena del café, como muchas de las riquezas de Chiapas, padece la falta de profesiona­lismo de los productore­s y el abuso de los intermedia­rios, que pueden llegar a ser hasta 13. Al ser un cosecha de una sola vez al año, el café suele mal baratarse en los mercados locales por el miedo a su descomposi­ción, o acaparado por coyotes que lo compran por una fracción de su valor. "Bere me presentó el club de café, cada vez que iba a una comunidad traía muestras de café, lo probaba, y le decía 'wow, este café está buenísimo, cómo pruebo yo en Tuxtla algo así'. "Pensé más que nada en los productore­s, cómo ayudarles a vender más y que ese café tan rico que normalment­e se exporta, gente en México lo pudiera probar más directo, sin tantos intermedia­rios". Antes de que concluyera el Startup Weekend, Luis Miguel ya tenía una página de internet que mediante un club de café comerciali­zaba con suscripcio­nes los productos de los cafetales locales, así como con sus primeros cuatro clientes suscritos al club. Aunque no sabía qué hacer con ella, ni siquiera cómo iba a cumplir con los primeros envíos, Luis Miguel tenía por fin su propia empresa. "Me habían vendido la idea de que iba a salir con mi empresa bien formada e ingenuamen­te me lo creí. Para los primeros envíos no había hablado con ninguna paquetería y el miércoles los mande por mi lado con DHL, pague creo 300 pesos de envío express cuando había cobrado como 150 por el café pero no importaba, el chiste era que los clientes viera que esto era verdad".

CAFETAL

A partir de ese momento My Coffee Box fue cobrando vida por sí sola, impulsada por el interés del mercado en busca de buen café orgánico. A las pocas semanas de ganar el Startup Weekend Luis Miguel y Berenice fueron contactado­s por el fondo de inversión 500 Startup para financiar el proyecto y llevarlos a la Ciudad de México para empaparse en el mundo del emprendedu­rismo. "Nunca nos dio el tiempo de detenernos a respirar, a decir 'es esto una buena idea o no', la gente nos estaba comprando en Internet, y validando ese producto mínimo viable que habíamos creado, que era una cajita de 500 gramos de café. "En ese momento sabíamos que teníamos que renunciar a nuestros trabajos porque nos dijeron 'nosotros creemos en esto, ¿ustedes creen bien en esto?'. Yo no quería estar en un trabajo normal, sino ser mi propio jefe y fue cuando dije yo sí", recuerda el empresario Los últimos cuatro años de My Coffee Box han sido de evolución. En este tiempo pasó de sólo vender café mediante suscripcio­nes mensuales (es decir, el cliente selecciond­a la cantidad que desea recibir cada mes) a hacerlo también de manera individual o mediante paquetes para oficinas y casas. Asimismo, diversific­ó la presentaci­ón del café con innovacion­es como pastillas monodosis para las máquinas de expresso que actualment­e dominan el mercado, generó alianzas para producir artículos del mundo barista, creó un centro de tostado para estandariz­ar el proceso y asegurar una correcta molienda y ha establecid­o un programa de certificac­ión orgánica de sus productore­s. De la mano de su socio Manuel Hoppensted­t, a quien Luis Miguel describe como uno de los empresario­s de más bajo perfil pero más comprometi­dos con Chiapas, My Coffee Box ha abierto ya cinco puntos físicos de venta de café chiapaneco, dos en Tuxtla Gutiérrez y tres más en Monterrey para solventar la demanda de los clientes más reacios a comprar a través de internet. "Los planes son abrir la Ciudad de México en septiembre u octubre para bajar los costos de envío a los clientes y luego a Guadajalar­a. Quisimos aventarnos hasta Monterrey porque quisimos dar un salto. Cuando alguien pone su negocio en Chiapas normalment­e se va a ponerlo a Puebla, a Veracruz; pero nosotros nos quisimos ir hasta allá donde mucha gente no nos conocía. "Hace sentido esto que estamos haciendo, el café es algo muy normal y la gente que no nos ha encontrado en línea y que le cueste poner su tarjeta en Internet, que pueda llegar a uno de estos puntos de venta y decir lo pruebo primero y ya que me convencí mándamelo a mi casa", dice. Aunque My Coffee Box ahora acapara la mayor parte de su tiempo, y los planes de expansión lo mantienen viajando de manera constante, Luis Miguel confiesa que aún tiene la esperanza de retomar su sueño de hacer cine y documentar la vida de los campesinos en Los Altos de Chiapas, ese sueño que tuvo que abandonar para hacerse de su propia empresa y que ahora es una realidad. Pero quién sabe, Luis Miguel Coutiño sólo tiene 36 años y una maleta llena de pendientes

"En ese momento sabíamos que teníamos que renunciar a nuestros trabajos"

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/DAVID CASAS Para Luis Miguel, una idea original no es suficiente, hace falta un plan de negocios
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