Agua: nada que celebrar
El Valle de México registra uno de sus peores niveles de almacenamiento de agua potable desde hace 25 años. A partir del mes de mayo o antes se reducirá considerablemente el abastecimiento de agua de al menos 12 de las 16 alcaldías de la Capital. Si bien las autoridades han descartado hasta la fecha paros totales del servicio, la situación es alarmante para nuestro presente y nuestro futuro. A la fecha ninguna autoridad ha podido encontrar una solución resiliente y sustentable al caos hídrico capitalino. A pesar del reconocimiento jurídico local, federal e internacional del derecho al agua, los gobiernos y los congresos tampoco han priorizado la inversión presupuestal suficiente para atender la problemática actual.
A pesar de sus orígenes lacustres, la Ciudad de México padece hoy de un conflicto severo entre el agua y sus habitantes. Una relación paradójica entre inundación y escasez. Una relación distanciada frente a la falta de información, de comunicación y de sensibilización sobre su disponibilidad y su calidad.
¿Quién se atreve a tomar agua de la llave? En varias colonias, especialmente al Oriente el agua nunca sale limpia o no sale durante varias semanas. Más de 40 por ciento del abastecimiento de agua se pierde por el deterioro del drenaje y solamente 30 por ciento de las aguas residuales está tratado. Por la pandemia, el consumo de agua aumentó entre 20 y 50 por ciento.
El acceso al agua es una bomba de tiempo por su escasez cada vez más aguda que refleja la desigualdad socioeconómica que caracteriza la Ciudad, especialmente en los territorios más poblados y marginados. En estas comunidades la ciudadanía tiene ya la costumbre de ser víctima de manipulación y chantaje electoral: voto, credencial u operación clientelar electoral a cambio de pipas es el cotidiano de miles de personas en la impunidad total.
Desde la lógica del interés público y sin ánimo de lucro, las autoridades tienen la responsabilidad de incentivar el compromiso y el involucramiento de la ciudadanía y del sector privado hacia un nuevo modelo de gestión pública y corresponsabilidad social en materia de abastecimiento de agua potable. Algunas ciudades ya obligan a gran escala la implementación de prácticas de reuso, separación y aprovechamiento del agua de lluvia (especialmente en los nuevos desarrollos inmobiliarios).
Debemos corregir también nuestros hábitos de sobreconsumo. Mientras que en algunas alcaldías cada persona consume en promedio hasta 360 litros de agua al día, en Iztapalapa el uso promedio es de menos de 80 litros por persona (cuando la recomendación es de 96 litros). Es esencial reflexionar sobre la aplicación de políticas de precios adecuados y equitativos en el suministro de agua desde una visión social redistributiva.
Los diagnósticos sobran. Las soluciones existen. La situación empeora cada día más. Dentro de menos de 40 años, por las consecuencias del cambio climático, la mayoría de los pozos subterráneos que nos abastecen se agotarán. La crisis del agua solo podrá contenerse con preservar humedales, recuperar ríos urbanos, luchar contra la contaminación del manto freático, con consciencia, con un cambio de rumbo en su gobernanza, con transparencia, compromiso público privado y visión de largo plazo.
En el Día Mundial del Agua, nada que celebrar en la Ciudad lacustre.