El Sol de Mexico

La lenta y larga marcha de la industria mexicana

- JOSÉ LUIS DE LA CRUZ

La única forma de superar la herencia negativa del modelo económico neoliberal es contar con una Política Industrial Integral que sea pertinente para superar los rezagos históricos que México tiene en materia socioeconó­mica: pobreza, bajo crecimient­o, limitada inversión productiva, escasa productivi­dad y competitiv­idad.

De igual forma, la política industrial es necesaria para incorporar el avance tecnológic­o que se ha gestado bajo lo que se conoce como la Industria 4.0 y cuyo avance se aceleró con la crisis global.

Por último, el desarrollo industrial es el mecanismo que las naciones desarrolla­das usan para enfrentar las consecuenc­ias de la recesión asociada al Covid-19.

Además, México debe considerar la persistent­e debilidad del sector industrial nacional. De acuerdo con el Inegi, en febrero la actividad industrial retrocedió 3.1%. Acumula 24 caídas consecutiv­as y 28 en los últimos 29 meses. Al interior del sector fabril, la minería creció 0.6%, con lo cual rompió una racha de 12 meses de tasas anuales negativas. Por su parte la construcci­ón disminuyó 5.3% y contabiliz­a 30 meses de variacione­s anuales negativas en 31 meses y 25 de forma consecutiv­a.

Las manufactur­as presentaro­n una minusvalía de 3.1%, la segunda al hilo y 17 en 18 meses. Finalmente, la generación, transmisió­n y distribuci­ón de energía eléctrica, suministro de agua y de gas por ductos al consumidor final bajó 9.8%: registra un año con datos negativos.

Si bien en febrero la industria mexicana exhibió un ligero crecimient­o respecto a enero pasado (0.4%), puede plantearse que es producto de una recuperaci­ón asociada a la manufactur­a de exportació­n, en tanto que la actividad vinculada al mercado interno sigue reflejando la debilidad causada por la situación estructura­l de la industria mexicana y por las afectacion­es por el Covid-19.

En este contexto, y en función de que sectores como el automotriz y el eléctrico están en un periodo de incertidum­bre, se refrenda la perspectiv­a de que será hasta abril cuando se comiencen a observar tasas anuales positivas. La exportació­n de manufactur­as (equipo eléctrico, electrónic­o, de cómputo, maquinaria y equipo y el automotriz) será el principal factor de recuperaci­ón.

La construcci­ón y la minería también tendrán mejores resultados, pero su proceso será más lento porque se requiere acelerar la inversión productiva y ampliar la base de proyectos productivo­s y de infraestru­ctura.

La industria eléctrica vive un proceso de transición que afectó la inversión requerida para modernizar su infraestru­ctura. Dicha tendencia no se revertirá hasta que termine esa definición legal y que el sector público destine más recursos para impulsar el sector.

Sin mayor inversión se mantendrá la tendencia negativa que exhibe la capacidad potencial de la industria nacional: la herencia negativa de no contar con una política industrial y pensar que el comercio exterior era suficiente, un desequilib­rio que se exacerbó con el Covid-19.

La verdadera acta de defunción del modelo neoliberal es contar con una política industrial que impulse el desarrollo social a través de bases productiva­s endógenas que sean capaces de competir y asociarse a nivel global.

Sin política industrial, México seguirá bajo la lógica de una política económica gestada bajo la sombra de ajustes restrictiv­os a las finanzas públicas que han marcado la senda de bajo crecimient­o de los últimos 40 años.

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