La lenta y larga marcha de la industria mexicana
La única forma de superar la herencia negativa del modelo económico neoliberal es contar con una Política Industrial Integral que sea pertinente para superar los rezagos históricos que México tiene en materia socioeconómica: pobreza, bajo crecimiento, limitada inversión productiva, escasa productividad y competitividad.
De igual forma, la política industrial es necesaria para incorporar el avance tecnológico que se ha gestado bajo lo que se conoce como la Industria 4.0 y cuyo avance se aceleró con la crisis global.
Por último, el desarrollo industrial es el mecanismo que las naciones desarrolladas usan para enfrentar las consecuencias de la recesión asociada al Covid-19.
Además, México debe considerar la persistente debilidad del sector industrial nacional. De acuerdo con el Inegi, en febrero la actividad industrial retrocedió 3.1%. Acumula 24 caídas consecutivas y 28 en los últimos 29 meses. Al interior del sector fabril, la minería creció 0.6%, con lo cual rompió una racha de 12 meses de tasas anuales negativas. Por su parte la construcción disminuyó 5.3% y contabiliza 30 meses de variaciones anuales negativas en 31 meses y 25 de forma consecutiva.
Las manufacturas presentaron una minusvalía de 3.1%, la segunda al hilo y 17 en 18 meses. Finalmente, la generación, transmisión y distribución de energía eléctrica, suministro de agua y de gas por ductos al consumidor final bajó 9.8%: registra un año con datos negativos.
Si bien en febrero la industria mexicana exhibió un ligero crecimiento respecto a enero pasado (0.4%), puede plantearse que es producto de una recuperación asociada a la manufactura de exportación, en tanto que la actividad vinculada al mercado interno sigue reflejando la debilidad causada por la situación estructural de la industria mexicana y por las afectaciones por el Covid-19.
En este contexto, y en función de que sectores como el automotriz y el eléctrico están en un periodo de incertidumbre, se refrenda la perspectiva de que será hasta abril cuando se comiencen a observar tasas anuales positivas. La exportación de manufacturas (equipo eléctrico, electrónico, de cómputo, maquinaria y equipo y el automotriz) será el principal factor de recuperación.
La construcción y la minería también tendrán mejores resultados, pero su proceso será más lento porque se requiere acelerar la inversión productiva y ampliar la base de proyectos productivos y de infraestructura.
La industria eléctrica vive un proceso de transición que afectó la inversión requerida para modernizar su infraestructura. Dicha tendencia no se revertirá hasta que termine esa definición legal y que el sector público destine más recursos para impulsar el sector.
Sin mayor inversión se mantendrá la tendencia negativa que exhibe la capacidad potencial de la industria nacional: la herencia negativa de no contar con una política industrial y pensar que el comercio exterior era suficiente, un desequilibrio que se exacerbó con el Covid-19.
La verdadera acta de defunción del modelo neoliberal es contar con una política industrial que impulse el desarrollo social a través de bases productivas endógenas que sean capaces de competir y asociarse a nivel global.
Sin política industrial, México seguirá bajo la lógica de una política económica gestada bajo la sombra de ajustes restrictivos a las finanzas públicas que han marcado la senda de bajo crecimiento de los últimos 40 años.