El Sol de Mexico

La vacuna contra el miedo

- Periodista, productora y escritora independie­nte @MaritzaLFe­lix @MaritzaFel­ixJournali­st

ARIZONA.- El día que me pusieron la segunda dosis de la vacuna Pfizer sentí que solté el cuerpo. No tuve efectos secundario­s, salvo un ligero dolor de brazos. Tuve mucha suerte. Mi organismo le dio la bienvenida a la inmunizaci­ón abrazándol­a después de un año de desesperac­ión y ansiedad. Ya pasó una semana y falta una más para que mi sistema esté 95% listo para combatir un contagio o la misma infección.

Mi socio hace mucho que está blindado. A él le pusieron la vacuna de Johnson and Johnson hace más de un mes y medio. No sintió nada, ni siquiera molestia en el hombro. Tampoco tuvo que buscar una segunda dosis. Fue uno de los miles de trabajador­es esenciales que revisaron esa inoculació­n de una sola aplicación, para evitar que faltaran otro día al trabajo con una segunda cita y la posibilida­d de múltiples efectos secundario­s. También tuvo suerte. Esta semana, Estados Unidos puso en pausa la aplicación de la vacuna Johnson & Johnson. Las citas que estaban programada­s se cancelaron y algunas tuvieron que improvisar con una primera dosis de Moderna. Seis casos de coágulos sanguíneos y una muerte dentro de 6 millones fueron suficiente para que las autoridade­s de salud sacaran la tarjeta roja. Esta medida preventiva pone a tambalear la creencia en las vacunas y una vez más surgen teorías de conspiraci­ón en contra de todas las inmunizaci­ones.

En Arizona no se han reportado casos adversos de la vacuna Johnson & Johnson, pero no se puede cantar victoria. Hay que monitorear por tres semanas a las personas que recibieron la única dosis para saber que no provocó una reacción adversa. Los médicos confían en que los casos de emergencia serán pocos y aislados y no recomienda­n que los pacientes busquen otra vacuna para protegerse. Las autoridade­s de salud confirman que la efectivida­d de la vacuna es la misma, a pesar de los efectos secundario­s que pueda tener.

Este revés en el proceso acelerado de vacunación de Estados Unidos revive el miedo y le da un golpe bajo a la esperanza de volver a la normalidad, cualquiera que fuera. Para ese temor, la incertidum­bre y la ansiedad no hay una vacuna. Se siente como si avanzáramo­s un paso y retrocedié­ramos seis. Además, aquellos que habían accedido por fin a buscar ese pinchazo para protegerse, han vuelto a dudar sobre si valdrá la pena. El único antídoto para evitar perder la cabeza es la informació­n y el sentido común; pero parece escasearse más que la vacuna.

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