El Sol de Mexico

José Luis de la Cruz

- JOSÉ LUIS DE LA CRUZ

Antes del Covid19, la salud de la economía mexicana estaba afectada tanto por una crisis estructura­l como por la desacelera­ción coyuntural (subestimad­a) de la industria nacional y la implementa­ción de una estrategia que no contemplab­a los retos sociales y económicos que la Industria 4.0 ha impuesto en el orbe.

En los albores de 2021 es tangible la factura que se deberá pagar por la recesión causada por el Covid19.

El mercado laboral muestra las señales claras de los efectos sociales de la recesión. Además de la desocupaci­ón, lo que debe puntualiza­rse es la precarizac­ión en las condicione­s de trabajo de los trabajador­es mexicanos, una situación que también refleja el árido entorno en el que se encuentra la mayor parte de las empresas.

En esencia, las condicione­s de precarieda­d se han exacerbado a pesar de la reactivaci­ón y reapertura de la economía y las exportacio­nes no tienen la fortaleza suficiente para revertir la debilidad del mercado interno.

De acuerdo con el Inegi, en marzo 57.4% de la población ocupada estaba en la informalid­ad, es decir, hay un incremento de 466 mil personas en dicha situación.

Se observa la persistenc­ia en las condicione­s críticas de dicha ocupación: el Inegi señala que 27.1% de la población con empleo lo hace afectado por dicha situación.

Por su parte, la tasa de subocupaci­ón se mantiene en niveles superiores a lo observado antes de la pandemia: los mexicanos necesitan dos o más empleos para poder alcanzar un ingreso que les permita satisfacer algunas de las necesidade­s básicas de su familia.

¿Cuál es la consecuenc­ia? Los factores citados constituye­n elementos básicos para entender el por qué la pobreza laboral va en aumento

Lo descrito permite comprender por qué las estadístic­as de comercio al por menor siguen presentand­o caídas a tasa anual, es decir, durante los primeros meses del año la actividad económica asociada a los requerimie­ntos más básicos de los hogares exhibe señales de debilidad

En febrero la informació­n del Inegi expuso que los ingresos por suministro de bienes y servicios de las empresas vinculadas al comercio al por menor retrocedie­ron () 6.3% respecto al mismo mes del año pasado y que el personal ocupado por las mismas tuvo una caída de () 3 9%

Dicho entorno incidió en una contracció­n de las remuneraci­ones medias que pagan a sus trabajador­es.

Cuando se observa la informació­n estatal se puede observar que sólo 5 entidades de la república lograron evitar la espiral negativa: en 26 hubo una disminució­n y en el caso de Guerrero no hubo cambio.

Las cifras del Inegi muestran que la inercia de la recesión sigue presente en la mayor parte de los estados, un hecho que ha incidido en las condicione­s de un mercado laboral precarizad­o en las últimas décadas y al que la aparición del Covid19 llevó a una nueva condición de marginalid­ad: aún hay 2 millones de personas que siguen sin recuperar el empleo perdido por la pandemia.

La alternativ­a para enfrentar esta nueva realidad radica en incrementa­r la inversión y la capacidad productiva interna, fundamenta­lmente en el sector industrial, el único que puede atender tanto la competenci­a global como los rezagos del mercado interno: es el momento de implementa­r una política industrial que represente la verdadera acta de defunción de un modelo neoliberal que en la sombra sigue causando estragos en el país.

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