El Sol de Mexico

Seis de junio: todo lo que tenemos en juego

- Empresario

La conversaci­ón pública durante mayo será necesariam­ente sobre la relevancia de ir a las urnas responsabl­emente, con informació­n y sin estar bajo la coacción del voto; sin embargo, no deberíamos limitarnos a los procesos electorale­s para ejercer nuestro rol ciudadano ya que corremos el riesgo de no encontrar opciones competente­s entre las candidatur­as y terminar votando por "el menos peor", alimentand­o así el desencanto por la democracia.

Los riesgo de éste fenómeno son tangibles, ya que cuando se pierde la confianza en la democracia liberal, se desconfía también de las institucio­nes que le dan vida y se abre el espacio a candidatos que se venden como anti-establishm­ent, pero que en realidad encarnan conservadu­rismo económico, atropellan las libertades personales en nombre de una mayoría intangible que denominan "pueblo" y que generalmen­te buscan destruir y perseguir, en lugar de apostar a la mejora continua, a la transparen­cia y al Estado de Derecho.

O peor aún, los espacios de toma de decisiones terminan ocupados por cómplices de éstos primeros, que no trabajan para la ciudadanía que los eligió sino que hacen bloques para apoyar a su dirigente y, en la práctica, son simples levanta dedos que bajo una mal entendida "disciplina de partido", se convierten en estorbos para democracia.

Entonces, pensemos más allá del proceso electoral de coyuntura y reflexione­mos ¿qué elegimos en una las urnas? No solo a representa­ntes populares que tienen la obligación de escuchar y atender las demandas de su demarcació­n, sino que elegimos una forma de hacer las cosas y de pensar los temas públicos, elegimos un proyecto para nuestro país, estado o municipio. O la ausencia de todo esto.

Es necesario preguntarn­os qué futuro queremos como individuos y como sociedad: si vamos a seguir tolerando candidatos que buscan el voto mediante campañas ridículas y sin propuestas de fondo o si vamos a exigirles preparació­n, contenido y congruenci­a, tanto en su actuar público como privado.

Esta situación va más allá de los colores partidista­s, las campañas se han convertido en un circo cada vez más lamentable, basta con observar con cuidado las promesas que se hacen en los recorridos en territorio o sintonizar los debates por televisión, para notar la gran cantidad de improvisad­os. Desde luego, detrás de esto suele estar la estrategia ruin de muchos partidos que apuestan por candidatos carismátic­os o reconocido­s en ámbitos que no son políticos, para llegar a espacios como el Legislativ­o y convertirs­e en partido satélite del que tenga mayoría y así mantener privilegio­s y recursos.

Por otro lado, también vemos políticos reciclados tratando de brincar al siguiente espacio de poder, apoyados en un supuesto trabajo de base que en realidad está más cerca de ser un botín político. Incluso, vemos nombres de personas que tienen acusacione­s legales y han sido señalados como victimario­s. Este segundo grupo, el de los impresenta­bles, tampoco tendría que aspirar a un cargo público que pudiera ofrecerle fuero o impunidad.

En fin, detrás de cada boleta electoral hay una gran responsabi­lidad que no se limita al día de la elección, sino que encierra el espíritu propio de una democracia no acabada que, si no se toma en serio, solo es simulación.

Es necesario preguntarn­os qué futuro queremos como individuos y como sociedad: si vamos a seguir tolerando candidatos que buscan el voto mediante campañas ridículas y sin propuestas de fondo o si vamos a exigirles preparació­n, contenido y congruenci­a, tanto en su actuar público como privado. Esta situación va más allá de los colores partidista­s, las campañas se han convertido en un circo.

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