Nuestra Pascua, no hay temor en el Amor
Pcristiana ascua; cada año recordamos el tiempo pascual vivimos y centramos nuestra Fe
en el paso de Jesús de Nazaret, que la iglesia ha interpretado desde el trasfondo de la pascua judía, ya el libro del éxodo nos habla de las normas sobre La pascua (Ex.12,43), como fue preparando la salida de los israelitas como signo del paso de la esclavitud a la liberación “aquel mismo día Yahvé saco del país de Egipto a los israelitas por escuadrones” (Ex. 12,51).
Tenemos que pensar que durante la cuaresma nos tenemos que preparar para vivir nuestra pascua en Cristo Jesús que muere y resucita y así nuestra Fe tiene que ser pascual, con la esperanza de resucitar a la vida eterna y vivir el amor eterno que consiste en adorar a Dios. La fiesta Israelita de la pascua en cuyo entorno sitúan los cristianos la muerte y resurrección de Jesús, recoge y vincula la celebración de los antiguos pastores que sacrificaban los primeros corderos en la primavera y la celebración de los agricultores que comían el pan ázimo hecho con la harina de las primeras espigas de la cosecha sin mezclarlo con la levadura de la cosecha precedente.
La pascua del pueblo israelita es todo en acontecimiento que necesita la intervención de Dios y se estableció la fiesta nacional, fiesta de nacimiento. Pues bien la pascua se instituye así como celebración del nacimiento y de la vida del pueblo que sale del yugo a la libertad. Ahora al salir de Egipto y celebrar la pascua los Hebreos descubren que no tienen que sacrificar sus primogénitos sino todo lo contrario, pues el mismo Dios ha sacrificado a los primogénitos del pueblo Egipcio para que ellos los Hebreos pudieran vivir en libertad (Ex. 12).
Otra fiesta que establecieron los israelitas o sea los judíos es en memoria de su liberación reflejada en la carne del cordero que han sacrificado y así instituyeron varias fiestas para celebrar la liberación. Ahora también los cristianos celebramos nuestra pascua en la pasión muerte y resurrección de Cristo, la tradición Cristiana trasciende el tiempo al celebrar el acontecimiento histórico que ofreció a la humanidad el poder participar de la compañía de Dios cuando Cristo resucita del paso de la muerte a la vida eterna, y podemos decir con San Agustín “nuestro corazón no halla sosiego hasta que descanse en Tí”. Eres grande Señor y muy digno de alabanza, eres grande y poderoso, tu sabiduría no tiene medida. Y el hombre, parte de tu creación, desea alabarte; El hombre arrastra consigo su condición mortal, la convicción de su pecado y la convicción de que Tú resistes a los soberbios. Y con todo el hombre, parte de tu creación, desea alabarte. ¡Hay de mí, dime Señor Dios mío por tu misericordia!, ¿Qué eres tú para mí?, di a mi alma “Yo soy tu salvación”.
La resurrección de Jesús constituye el acontecimiento fundamental de la historia. San Felipe de Jesús nos enseña como compartir la pascua del Señor cuando exclamó Jesús, Jesús, Jesús, y entregó su espíritu al señor, salve atleta victorioso, ornato del nuevo mundo, con tu sangre has fecundado las espigas en el surco, tú el primero del Anáhuac presentaste al rey eterno las primicias de la siembra de la Fe del Evangelio.
Para mí la vida es Cristo y la muerte una ganancia (Fil. 1 18-21).
¡María Reina de México!