Retrovisor
Con los años he aprendido, que la vida es un vaivén, no es visible la salida, hasta encontrar un andén. Como todo ser humano, tempestades he enfrentado, en mares de llanto y angustia, mi barco ha naufragado.
Sin esperanza tangible, sin consuelo y con dolor, he atravesado el invierno, en búsqueda del calor.
Visualizando senderos a través del sufrimiento, los suspiros y lamentos van tejiéndose en el viento.
El color negro en la ropa, semeja desolación, refleja luto en el alma y hunde en la depresión.
Evocar tristes recuerdos o lamentar el ayer, es remover las heridas, hiel y amargura verter.
En todas las desventuras, siempre quedan añoranzas, hurgando entre las cenizas, reconstruyendo enseñanzas. A pesar de los quebrantos, el tiempo no se detiene, aunque sangren las heridas, pasa y no hay quien lo frene.
Las horas siguen corriendo, ¡en una marcha implacable!
Cada quien es responsable y de su dicha apropiable.
Es menester detenerse, poner cerrojos a puertas y ventanas, pasibilidad y silencio, son también, necesidades humanas.
Luego, hay que tomar nuevo aliento, escudriñar el interior, que la paz, tranquilidad y alegría emane hacia el exterior.
Sollozos, angustias, silencios, gemidos y lamentaciones, transformar en bendiciones y en hacer buenas acciones. La conciencia es un espejo, el cual debe reflejar, esencia, luces y brillos, que nada debe opacar.
Hay tanto que hacer en la vida, caminos por descubrir,
Muchos peldaños pendientes, ¡cuántas puertas por abrir!
Aprender de la naturaleza, que no pierde su esplendor,
En cada una de las estaciones, hay brisa, perfume y flor.
Abrazar y sentir del árbol, su experiencia y gran sapiencia, Ha extendido sus raíces que sostienen su magnificencia.
Los rayos solares que alumbran, que dan vida y calor,
Cubren naturaleza, cuerpo y alma, con amor y esplendor.
El rostro se viste al alba, con luz, paz y serenidad, Como armamento, escudo y espada va en pos de la libertad.
Sentir el fragor del viento, palpar la brisa del mar, atrapar con los sentidos el universo por explorar.
Mirando a mí alrededor, usando un retrovisor, la inocencia de los niños, la juventud y el candor.
La pasión de los noviazgos, la entrega de su calor, la madre que abre caminos, sin condición da su amor.
Distintas manifestaciones que tienen la vida y la muerte, como vamos vinculados el pasado y el presente.
La vida que se termina, que se extingue y evapora, que vuelve a sus raíces, con la tierra conectora.
La fe que es dogma y aliento y a veces es cuestionable, hay que vivirla y sentirla aunque sea inexplicable.
Quiero que en mi persona trascienda, dicha, paz y unión, que arrope a mi contexto con una total comprensión. Necesito que mi jardín cultive: amor, ternura y paciencia, aprender de la humanidad un poco de su experiencia.
Me reconozco mujer, con yerros y desaciertos, con un cúmulo de emociones y de nobles sentimientos.