El Sol de Parral

La Naturaleza es bella

- DR JORGE PEÑA RIVERA

Me place febrero más que etapa alguna del año. Es un mes poeta, original y elegante. Es un mes de buen gusto; un mes que ha comprendid­o el viejo proverbio italiano: Per troppo variare natura e bella. Ecléctico habilísimo, toma para sí todas las bellezas de los otros meses y las exhibe como en un delicioso cosmorama. No se parece jamás a sí mismo, se renueva constantem­ente y, si ayer desato, en pleno mediodía sus collares de perlas granizadas y palacio opulento, se entretuvo en apedrear con ellas los techos, produciend­o en las pizarras y en los cristales músicas no oídas, hoy se envuelve con velos de viuda y llora inconsolab­le; y mañana afilara rayos de sol para herir las nubes y reirá como un loco por todos los claros donde asoma el cielo azul.

Ya encapotará las noches con nubes gruesas, ya, tornándose romántico como una niña soñadora, hará que surjan en la altura, entre los pabellones de los cirrus o entre el algodón escardado de los celajes, algunas estrellas meditabund­as.

Diciembre, bien sabemos lo que nos trae en su alforja: noches limpias y frías, soles ictéricos y débiles.

Octubre, mes en que, según Gabriel d’annunzio, la naturaleza tiene la melancolía augusta de una madre que acaba de dar a luz y en que las hojas secas yacen al pie de los arboles como enjambre de mariposas muertas, no sabe mostrarnos más que sus viejas tristezas.

Septiembre, abate de la misma suerte las ramas al peso de los frutos ópimos; prende las mismas esferas rosadas al pomar, y su balada de las lluvias no tiene variación alguna en su doliente pentagrama.

Junio, Julio y Agosto, pasan coronados de mieses y vestidos de tempestade­s, como pasaron ante nuestros abuelos, los tranquilos patriarcas de las heredades mexicanas.

Mayo nos trae las mismas golondrina­s que cuelgan de los mismos aleros sus nidos semejantes a panales silvestres, o se posan sobre los alambres de la luz como semínimas en una pauta aérea; nos deslumbra de idéntica suerte con las iras de su sol, y de idéntica suerte nos embriaga con los perfumes de sus flores.

En cuanto a Marzo, es un imitador, un mal poeta que parodia las mejores estrofas de Febrero, de un detestable modo; no tiene personalid­ad ni talento y sólo lo perdono por Juárez.

¡Sólo tú, ¡oh febrero!, eres distinguid­o, hábilmente excéntrico y encantador! Yo te amo cuando nos traes una reminiscen­cia de los ancianos inviernos, y te amo cuando envías por el cielo tus ejércitos de nubes; yo te amo cuando estremeces con cierzos querelloso­s los tallos de los rosales y te amo cuando desfloras el rostro de aquella linda muchacha que pasa airosament­e por el boulevard, con besos de aura tibia y acariciado­ra ( tu sabes de quien hablo, ¡ oh febrero¡, pero no lo digas); yo te amo cuando vistes el valle de neblinas blancas como a desposada que aguarda a un novio invisible, y te amo cuando te coronas de luna y de asperjas tu manto con salpiques de estrellas.

Sigue, mi Señor, dando amplio vuelo a tus caprichos; veré en ellos siempre el sello patricio de tu elegancia suprema.

Sigue, mi Señor, empenachán­dote de nubes o revistiénd­ote de estrellas; yo te llamaré mi rey cuando las nubes te empenaches, y mi rey te llamaré cuando de estrellas te revistas.

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