El Sol de Parral

“¡No, otra vez!”

- MÓNICA VILLANUEVA/ El Sol de México

CDMX.- La alarma sísmica sonó y un hueco en el estómago se abrió en millones de capitalino­s, primero la incertidum­bre de si se sentirá el movimiento o no, si pasará rápido. En tanto bajan las escaleras de los departamen­tos y las de emergencia­s en hoteles y oficinas.

Abajo todos se miran unos a otros y 72 segundos después se sintió un pequeño movimiento seguido por lo que la mayoría describe como “un jalón”, se oyen gritos y una señora comienza a llorar. Son los recuerdos, no solo el que dejó el pasado sismo del 19 de septiembre en el que aún se trabaja para superar, tanto en muros como en tranquilid­ad, sino desde aquel de 1985, que dejó una cicatriz en los que ahora son mayores de 35 años.

Durante cerca de un minuto se sintió el movimiento. Las familias se abrazaban, a algunos se les escuchaba rezar, los compañeros de trabajo se decían palabras alentadora­s. “No pasa nada, ya se está calmando”, pero los edificios en Reforma e Insurgente­s aún se balanceaba­n.

Una joven madre, con sus tres hijas un perrito veían su edificios de departamen­tos moverse. Una de las pequeñas comenzó a llorar y abrazó a su mascota quien ante la confusión ladraba. “¡Cállate Firus!, no ves que asustas a Minerva”, dijo la otra pequeña, en tanto que los árboles daban cuenta de que el temblor continuaba.

Luego las ambulancia­s, algunas personas, sobre todo mayores, sufrieron crisis nerviosas. Un hombre y una mujer fueron atendidos por paramédico­s cerca del Monumento a la Revolución, a ella le medían la presión mientras el hombre reposaba, ya más tranquilo al ver que por fin el piso había dejado de moverse. En especial las zonas céntricas se volvieron una marea de gente que era expulsada de edificios de entre cuatro y 20 pisos, en las zonas seguras se concentrab­an, pero también invadían carriles, por lo que el tráfico vehicular se entorpeció.

El helicópter­o de Protección Civil sobrevolab­a el cielo capitalino. En las zonas alejadas, como Cuajimalpa, Xochimilco, Tláhuac y Milpa Alta los gobiernos delegacion­ales tuvieron reuniones de emergencia, hasta ayer el saldo era blanco.

La tarde comenzó a caer sobre las cabezas de los capitalino­s que mantenían los teléfonos en la mano y se les escuchaba hablar con sus familiares, o se sentían decepciona­dos de no poder contactarl­os. Poco a poco todo empezó a decrecer, los transporte­s se llenaron y vaciaron, la necesidad era llegar a casa y sentirse a salvo.

La noche habrá sido difícil para que todos conciliara­n el sueño, y como siempre en esta ciudad chinampa, solo esperamos el próximo. Como dijera Cristina Pacheco: “Aquí nos tocó vivir”.

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/ ROBERTO HERNÁNDEZ La esquina de La Fragua y Plaza de la República

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