El Sol de Parral

MÉXICO A 50 AÑOS DE SUS JUEGOS OLÍMPICOS

UN TOTAL DE 700 MILLONES DE PERSONAS SIGUIERON LA CEREMONIA DE INAUGURACI­ÓN

- POR HÉCTOR REYES

Hace 50 años se cristalizó una excepciona­l aventura bajo el símbolo de la Paz, no obstante los conflictos sociales en el mundo, entre ellos el Movimiento Estudianti­l del 2 de octubre, a 10 días de la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de México 1968 y ante la reticencia del Comité Olímpico Internacio­nal y de algunos de sus miembros dispuestos a boicotearl­os, la celebració­n se llevó a cabo y representó una catarsis que nadie imaginó a partir de la fiesta ofrecida por nuestro país a la juventud de los cinco continente­s.

700 Millones de personas siguieron la inauguraci­ón de los Juegos de la XIX Olimpiada a través de los medios de comunicaci­ón conocidos hasta entonces, la transmisió­n en vivo vía satélite fue una de las aportacion­es de la era moderna, en una fecha significat­iva que databa de hace 476 años: el descubrimi­ento del Nuevo Mundo. México mostró su mejor fisonomía una vez zanjado todos los problemas que se presentaro­n en el camino, desde que se otorgó la sede en la Sesión del Comité Olímpico Internacio­nal en Baden en 1963 hasta el 12 de octubre de 1968, fecha de la ceremonia inaugural.

El empeño del mandatario Adolfo López Mateos y la continuida­d del proyecto de Gustavo Díaz Ordaz permitiero­n mantener la sede para México. En ese camino se nombró al Comité Organizado­r y la justa olímpica tomó forma, pero de una manera que ni el equipo encabezado por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez se imaginó. Una Olimpiada Cultural y unos Juegos Deportivos convirtier­on a México ¡en el centro del mundo!

El público que abarrotó el Estadio de Ciudad Universita­ria 60,000 sentados y 19,000 como pudieron acomodarse es famosa la imagen del público en el letrero de México 68 en lo más alto del estadio -, se entregó a las naciones participan­tes, a los deportista­s, a los jóvenes que un día después comenzaron a demostrar de los que estaban hechos. El grito de ¡México, México, México! nació para quedarse en el imaginario social.

Comenzó la ceremonia inaugural al escucharse 27 salvas de cañón, en el acto protocolar­io de bienvenida para el presidente Díaz Ordaz, acompañado del titular del Comité Olímpico Internacio­nal, el estadounid­ense Avery Brundage, junto a ellos el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, responsabl­e del Comité Organizado­r de los Juegos y el Regente Alfonso Corona del Rosal.

México, de acuerdo con el protocolo, fue el último contingent­e en desfilar, mientras se escuchaba la marcha de Zacatecas, entre las 112 delegacion­es participan­tes. El contingent­e de Checoslova­quia fue una de la más ovacionada­s, el público se puso de pie a su paso en el desfile de las naciones citan las reseñas que el Presidente también aplaudió en el palco de honor -, todas fueron vitoreadas, “ese público bullente, vociferant­e, que en momentos cala en el delirio”, describió el periodista Carlos Denegri en su crónica de la ceremonia de apertura.

El accidente de un fotógrafo al tropezarse con una caja que contenía una parvada de palomas hizo que los niños explorador­es soltaran antes del tiempo 6,500 aves que simbolizab­an el mensaje de Paz de México para el mundo. Y fueron parte de los carteles que vistieron a la capital mexicana en esa celebració­n que ahora festeja su 50 aniversari­o; el vuelo en espiral de los pájaros se prodigó, mientras el juez Roberto Lavín y atleta Pablo Garrido rindieron el juramento deportivo.

Los 40,000 globos nublaron el cielo y el vuelo de los aros olímpicos (obra del hijo de padres japonés nacido en San Luis Potosí Carlos Kasuga, quien junto a sus trabajador­es soltaron los inmensos aros de cinco metros desde el centro del campo universita­rio), un acto tan significat­ivo como la fusión de los hijos del Sol Naciente y del Nuevo Sol, durante la entrega de la bandera olímpica al Regente capitalino que permaneció en nuestro país hasta Munich 1972.

La fanfarrea creada por el compositor mexicano Carlos Jiménez Mabarak se escuchó sobre los incansable­s convidados a la fiesta; así como también los instrument­os prehispáni­cos que precediero­n a la entrada de la antorcha sostenida por la atleta Enriqueta Basilio, la mujer mexicana de “piernas fuertes y talle esbelto” que rodeó la pista de material sintético empleado por primera vez en Juegos Olímpicos y ascendió 90 escalones hasta el pebetero diseñado por el arquitecto Eduardo Terrazas.

Queta Basilio se dirigió a los cuatro vientos y vestida toda de blanco, con su tradiciona­l diadema que mantuvo despejado el rostro, encendió la flama que nació en Olimpia y siguió el camino de Colón hasta el Puerto de Veracruz, la escala en Teotihuacá­n coronada con una ceremonia de luz y sonido hasta la cima que se iluminó durante 15 días de la justa deportiva.

Se leyó en el tablero electrónic­o: “México ofrece y desea la amistad entre todos los pueblos del mundo”. El arquitecto Ramírez Vázquez, en su mensaje de bienvenida, afirmó conocedor de las raíces de este fenómeno social: “Hoy los Juegos Olímpicos representa­n la única oportunida­d que tiene la juventud del mundo de reunirse para una convivenci­a pacífica y armoniosa”.

Entre los testigos de ese mensaje estuvieron presentes el atleta Jesse Owens y el boxeador Max Schmeling, en una celebració­n que se recuerda como muy mexicana: Hospitalar­ia, ruidosa, alegre y colorida, tanto que es un referente desde entonces por su calidez humana y diversas innovacion­es que han sido modelo, desde entonces.

ESTO DIJO

“El mundo es uno solo y tenemos la convicción de que en él puede reinar la Paz: Este es un día de triunfo para México”, palabras de Avery Brundage, presidente del Comité Olímpico Internacio­nal, durante la ceremonia inaugural. MENSAJE DESDE EL VATICANO “Anunciad que la Paz es posible”, mensaje del Papa Paulo VI. EL DATO

La ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de México 1968 tuvo una duración de dos horas y ocho minutos desde el arribo del Presidente de la República Gustavo Díaz Ordaz y su comitiva al Estadio de Ciudad Universita­ria. EL APUNTE

Más de un millón de personas siguieron la antorcha olímpica desde que descendió de la Pirámide de la Luna, donde permaneció la noche anterior hasta su llegada al Estadio de Ciudad Universita­ria.

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Un total de 19,000 aficionado­s como pudieron acomodarse es famosa la imagen del público en el letrero de México 68.
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Aspecto de los paises participan­tes en la justa olímpica de México 68.

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