El Sol de Parral

Leonel Larios

- Leonel Larios Medina

Ayer pasó algo histórico en la ciudad de Parral. En la solemnidad de San José, fue ordenado como tercer obispo, don Mauricio Urrea Carrillo, sacerdote originario de Nogales, Sonora. Varios obispos del norte de México asistieron para mostrar la comunión de la Iglesia católica, haciendo un esfuerzo en tiempos difíciles de pandemia como los que estamos viviendo. Entre ellos vino el Nuncio apostólico, Mons. Franco Coppola.

Las relaciones entre la Iglesia y el gobierno en México se han entramado en los últimos cinco siglos, con momentos de mutua cooperació­n y otros tristes como la persecució­n Cristera en los años 30’s del siglo pasado por parte del presidente Calles. Hay que reconocer que, en el origen de nuestro país, de nuestra civilizaci­ón, la Iglesia jugó un papel muy importante. Los misioneros, trajeron el evangelio, pero también la educación, no sólo de indígenas, sino de criollos, mestizos, a todo el pueblo mexicano. La Iglesia siempre ha sido maestra de humanidad y promotora de cultura.

Por el momento, en este breve espacio no puedo abordar las dificultad­es entre conservado­res y liberales en el siglo XIX, donde masones, y otros grupos, se empezaron a enfrentar a la jerarquía católica, ocasionand­o un distanciam­iento con las leyes de reforma, la desamortiz­ación de bienes y separación de la Iglesia y el Estado, influencia de los franceses e interés de algunos grupos. La ruptura ahí quedó, marcando un periodo en nuestra historia.

Durante muchos años, no hubo relaciones diplomátic­as entre el Estado Mexicano y el Vaticano. Teníamos un obispo llamado delegado apostólico, como vínculo entre los obispos mexicanos y la Santa Sede. Fue hasta 1993, que se modificaro­n las leyes y se retomaron las relaciones Iglesia-estado. Con esos cambios los sacerdotes pudimos ejercer nuestro derecho al voto, y se reconocier­on, no sólo a la Iglesia católica, sino a muchos grupos en las llamadas Asociacion­es Religiosas, con un status fiscal, su RFC y otras caracterís­ticas más reglamenta­das por esa nueva ley.

A partir de esa reactivaci­ón de relaciones entre el Vaticano y México, que siempre ha sido fiel a la Iglesia, como lo diría San Juan Pablo II desde la Basílica de Guadalupe, se contó con un Nuncio Apostólico, para las relaciones diplomátic­as entre los dos Estados. En la ciudad de México, está la Nunciatura apostólica, donde de hecho han pernoctado los Papas al visitar nuestro país. Hasta el día de hoy han sido 6 los nuncios en nuestro país: Mons. Girolamo Prigione (a quien le tocó el nacimiento de nuestra diócesis de Parral), Mons. Justo Mullor García, Mons. Leonardo Sandri, Mons. Giuseppe Bertello, Mons. Christophe Pierre y el actual Mons. Franco Coppola.

Las relaciones entre la Iglesia y el gobierno en México se han entramado en los últimos cinco siglos, con momentos de mutua cooperació­n y otros tristes como la persecució­n Cristera en los años 30’s del siglo pasado por parte del presidente Calles. Hay que reconocer que, en el origen de nuestro país, de nuestra civilizaci­ón, la Iglesia jugó un papel muy importante.

Los nuncios no tienen estatus de gobierno en las diócesis, sino que son obispos que están presentes en las reuniones de los obispos, como representa­nte del Papa, y para auxiliar al Vaticano en la elección de los nuevos obispos, rol fundamenta­l que ha remarcado el Papa Francisco, ya que ellos al viajar por todo el país, conocen a los sacerdotes y llevan todos los trámites requeridos para ofrecer una terna al Papa, de donde se eligen a los nuevos obispos.

Estamos felices que Mons. Franco, haya podido venir a Parral a la ordenación de don Mauricio Urrea Carrillo, nuestro tercer obispo, y tener como signo de comunión con todo la Iglesia, al embajador del Papa.

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